No Pedro, no
Tú, que enchufaste a una pésima ministra, Beatriz Corredor, en la cúspide de Red Eléctrica, con un sabroso sueldo de 546.000 euros, eres el que tienes que no engañar a la ciudadanía llamando «operador privado» a esa empresa de la que el Estado cuenta con un 20 % de capital
En 2022, recuerdas, eran la derecha y la ultraderecha las que mentían sobre la posibilidad de que España se quedara sin luz y tuviera que usar bombonas de butano por la crisis energética provocada por la invasión de Ucrania. Eso dijiste entonces. Dos años antes, nos contaste a través de tu portavoz, que un virus letal que vomitaba ya sobre las morgues de China e Italia «no iba a tener en España como mucho más allá de algún caso»; y eso sostenías mientras avanzaba la muerte por el aeropuerto de Barajas y saltaba de feminista en feminista un 8 de marzo que, como ahora, pusiste la propaganda por delante de los intereses generales.
No, Pedro, no, no nos pidas que nos informemos por canales oficiales, que no especulemos, si estás cinco horas escondido y un día después sigues sin decir nada y no ha rodado ni una sola cabeza. Tú eres el encargado de combatir los bulos con información, con certezas, con datos, con explicaciones. Como, sin ir más lejos, el primer ministro portugués, otro mártir de la excepción ibérica que te inventaste. No, Pedro, tú no puedes ser el que tenga preguntas, como dijiste ayer. Tú eres el que tiene que poseer las respuestas. El comandante del avión no puede decir a los pasajeros que tiene tantas dudas como ellos para hacer aterrizar la aeronave. No, Pedro, no.
Tú, que enchufaste a una pésima ministra, Beatriz Corredor, en la cúspide de Red Eléctrica, con un sabroso sueldo de 546.000 euros, eres el que tienes que no engañar a la ciudadanía llamando «operador privado» a esa empresa de la que el Estado cuenta con un 20 % de capital y en la que tú decides quién ocupa su presidencia. Eso sí que es un enchufe monumental y sin apagón eléctrico. Antes también fue situado Jordi Sevilla, otro exministro socialista, pero la diferencia, Pedro, es que él sí sabía de qué iba esto, y la ministra de Zapatero ha sido un cero a la izquierda, a la que ni sacaste a pasear el lunes. Muy a la izquierda y muy cero, como la luz hace dos días.
Mientras tú te dedicabas, con carácter general, a revolver en nuestras entrañas para enfrentarnos y a socavar nuestras libertades y, eventualmente esa misma mañana, a tapar un escándalo que va a llevar a tu hermano al banquillo, sobrevino una nueva tragedia a nuestras vidas, la sexta grave durante tus siete años de mandato, que se suma a la pandemia, al volcán de la Palma, a la Filomena, a la dana y a la crisis energética provocado por Putin. Y como entonces, Pedro, los ciudadanos volvimos a sentir un escalofrío al saberte al mando. No es ya que muchos crean que tu pésima energía humana nos está dando mal fario, allá las supersticiones de cada uno, sino que no estamos a salvo si la resolución de los problemas ha de depender de tu responsabilidad como servidor público. Porque, Pedro, no posees esa virtud. De las diez cabezas a las que alude Machado eres una de las nueve que embisten, no la que piensa. Una de nueve; tienes tantos acólitos que te roban el protagonismo.
Has de saber que tú no estás para aconsejar que no cojamos el coche, para eso están los alcaldes, ni para exigirnos responsabilidad de la que tú careces, ni para instarnos a que, como hiciste el día D, no usáramos el móvil más que pocos ratitos. Tú estás para garantizarnos que la libertad y la seguridad están por encima de nuestros miedos. Y eso no lo has hecho nunca. Porque no sabes. Tú lideras un gobierno que duda de su modelo de sociedad, de su sistema monárquico, de su integridad territorial y que, porque te has esmerado en ello, detesta a la mitad de su población. Ese eres tú, Pedro.
No, el Gobierno de España no ha hecho las reformas necesarias ni en el sistema eléctrico, ni en las carreteras, ni en el ferrocarril, ni en las infraestructuras hidráulicas. Y ya no cuela lo de que la culpa es de Franco, de Aznar o de Rajoy. Ya igualas en tiempo en el sillón de Moncloa al último presidente del PP y vas camino de superar al primero. Sin olvidar que, a base de eliminar contrapesos democráticos, aspiras a estar más años que el jefe del Estado al que sacaste de su tumba. Quizá, Pedro, podrías mirar a Bruselas y ver a la que fue tu vicepresidenta, Teresa Ribera, que se abanicó durante la dana y antes y durante esa hecatombe nos dio la turra sobre las energías renovables mientras dictaba el cierre de las nucleares, y ahora las alienta en Europa, con un puesto muy goloso con el que tú y Úrsula le habéis premiado.
Y, sí, Pedro. Es verdad que España tiene una población admirable, que la respuesta de la ciudadanía ha estado a la altura. Te lo digo yo que conduje sin desplazarme durante cuatro horas en la M-30, y luego por atascos y sin semáforos. La solidaridad, la madurez y la empatía de peatones y conductores es algo que no olvidaré. Como las colas para comprar una radio de pilas, de nuevo el único asidero para conjurar la soledad a la que nos ha reducido la tecnología. Tú, Pedro, no tuviste la culpa. No al menos la única culpa. Un fenómeno físico, el envejecimiento de nuestra red, las malas políticas medioambientales y la imposición de las renovables contra las nucleares habrán coadyuvado.
Pero el problema reside, por mucho que te maquilles como una presentadora de televisión, por mucho que aprietes la mandíbula hasta casi romperla y engoles la voz para reñirnos por hacer caso a la desinformación, en que nadie te cree, en que tu crédito está a cero, como quedó la red eléctrica durante diez horas. ¿Y sabes por qué es así, Pedro? Porque solo dices la verdad cuando callas. O ni entonces.