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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Consulta popular

Así que Sánchez ya ha descubierto cómo blanquear todo lo que necesite, incluyendo una OPA hostil contra España

Actualizada 01:30

Puigdemont ha dado nueva orden desde Waterloo, donde antes perdían generales franceses y hoy ganan siempre sargentos chusqueros de Gerona: el Sabadell se queda. Y Sánchez, que va de almirante y apenas es cabo, se ha puesto a ello. Para disimular la cacicada y que parezca un accidente, alguno de los genios de la Moncloa que aún está sin imputar ha tenido una idea brillante: convocar una consulta para que el pueblo se pronuncie.

No se habla de otra cosa en bares, mercados de abastos, clínicas dentales, podólogos y tiendas de mascotas sin mascotas: en cuanto arrimas el oído, ves a Paqui discutiendo sobre los pros y los contras de la OPA del BBVA, en intensos debates que sin duda legitiman la apuesta de Pedro Sánchez por dar voz y voto a la calle.

Incluso se han dejado de lado, por un momento al menos, otras discusiones que ocupan la apasionada conversación pública en estos momentos: la dosis correcta de energía eólica en el mix energético inclusivo que necesita España, el mejor material de cableado para evitar saqueos en las líneas ferroviarias o el algoritmo idóneo para calcular la fórmula correcta de financiación autonómica, con las correcciones debidas para el caso específico de Cataluña.

Así que el mismo pueblo que decidió dejarle a Sánchez con menos diputados propios en el Congreso que Luis Enrique forofos en el Bernabéu, el mismo que no votó la amnistía ni la cesión de Pamplona a Bildu ni el rescate de Air Europa ni cualquiera de los cambalaches que el PSOE aceptó para arrendarle la Presidencia a los enemigos de España, a cambio de ayudarles a destruirla, sí puede rellenar una encuesta para fusionar o no dos bancos.

En esto ha quedado la democracia sanchista, que se perpetúa incumpliendo la obligación constitucional de presentar presupuestos en el Congreso y desprecia el voto de verdad, en unas elecciones generales anticipadas inevitables por el bloqueo y la marginalidad de un presidente atrincherado en la Moncloa con el BOE cargado de balas.

Así que una votación popular para el mismo pueblo cuyo voto ha dejado de valer por la contabilidad parlamentaria creativa de Sánchez, que es a la democracia lo que estrellar un coche contra una joyería a la movilidad sostenible.

La estampa tiene varias lecturas, la primera de las cuales es el formidable desprecio que nuestro particular Atila siente por los ciudadanos, ese estorbo incapaz de entender la grandeza de su obra y merecedor de cuantas medidas sean necesarias para enmendar su tendencia a castigarle: como mucho vale para esto de la OPA, pero que no se venga arriba exigiendo caprichos como ése de que sus votos valgan al menos lo que valen los de Puigdemont, Otegi o Junqueras.

Pero la segunda es aún más inquietante: una vez celebrada esta consulta, puede convocarse cualquiera. Aunque técnicamente no haya grandes diferencias entre ella y un sondeo a los lectores de El Adelantado de Segovia sobre dónde se come el mejor cochinillo en la ciudad, sienta un precedente para blanquear todo chantaje impuesto por sus secuestradores, a los que llama aliados para disimular.

Y como en España los procedimientos, las leyes, las normas y las líneas rojas han desaparecido, sepultadas por la bota tiránica de un sátrapa convencido de que su voluntad y sus necesidades están ya por encima de todo; no descarten que algún día la propia existencia de España, la independencia de Cataluña o la instauración de la República puedan decidirse en otra encuesta elaborada por Tezanos, difundida por El País y aprobada por Conde-Pumpido. Una vez rechazada la OPA al Sabadell, por qué no aprobar otra contra España.

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