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Desde la almenaAna Samboal

España se para

Y, sin embargo, sólo existe un denominador común en todos estos desastres: el más absoluto desgobierno. Nunca han gobernado. Ni lo pretendían, porque no saben hacerlo. Sólo tenían ansias de poder y lo han cogido con tal voracidad que se han emborrachado

Miles de personas atrapadas en los controles de seguridad de un colapsado aeropuerto de Barajas; otras miles abandonadas durante horas, cada dos por tres, sin agua, ni calefacción, ni aire acondicionado, en cualquier tren varado en cualquier lugar inhóspito de la geografía; policías que reciben basura para comer y que se ven obligados a adelantar crédito al Ministerio del Interior para poder cumplir con sus obligaciones laborales y guardias civiles sin fondos para investigar… Podríamos continuar citando averías un día entero… No pasa más porque, aunque al frente del país hay un gobierno fallido, la sociedad civil parece que aguanta.

Todavía habrá ingenuos o intoxicados de ideología que, tratando de disculparles, se atrevan a aventurar que los sobresaltos y tropelías que alteran nuestro día a día son fortuitos. Habrá quien incluso pretenda confundirnos, como Puente o Montero, denunciando sabotajes fantasma. Y, sin embargo, sólo existe un denominador común en todos estos desastres: el más absoluto desgobierno. Nunca han gobernado. Ni lo pretendían, porque no saben hacerlo. Sólo tenían ansias de poder y lo han cogido con tal voracidad que se han emborrachado.

Los que tenían que construir y revisar vías, carreteras, trenes o aeropuertos estaban de mariscadas y en prostíbulos, cuando no robando a manos llenas y trasladando el botín al Caribe o a las tierras raras de Orense. Los que debían planificar las dietas de la Policía o los fondos para la Guardia Civil andaban enredados en desvelar los secretos de los sumarios judiciales que afectan a la familia o amigos del presidente. La que tenía que hacer los presupuestos con las partidas suficientes para financiar el correcto funcionamiento de los servicios públicos, parece que estaba más atenta a las inspecciones que la Agencia Tributaria hacía a los socios de correrías de los camaradas y al rescate de las empresas de los amigos de la señora. ¡Todo por la pasta!

Al menos, Zapatero disimula vistiendo sus negocios de supuestos ideales. Sus herederos o pupilos, Sánchez e Iglesias, han debido creer que con pancartas, campañas de ingeniería social de corte bolivariano, muros e insultos a la derecha iban a llevar las riendas de España durante décadas. Aquí están las consecuencias: los trenes no andan, los funcionarios no cobran, la inversión no llega, el crecimiento se detiene: el país se está parando. Dejaron de gobernar el día en que hicieron suya la Ley de Amnistía que redactaron los abogados de Puigdemont. Tiraron la toalla el día que, dando la espalda al Parlamento, renunciaron incluso a llevar al Congreso un presupuesto. Pero pondrán cara la mudanza. Si conviene a sus intereses particulares, organizarán una nueva guerra para dividir a la sociedad entre buenos y malos, entre ricos y pobres, para levantar su trinchera. Sólo así puede entenderse la única decisión conocida que ha tomado Sira Rego.

La ministra de Infancia ha decidido trasladar a la península a cientos de menores pendientes de traslado en Canarias. Tendría que haberlo hecho hace meses, pero justo ahora le han entrado las prisas. ¡Qué casualidad! Ha elegido Pozuelo de Alarcón, el municipio con la renta más elevada de España, la ciudad en la que está ubicado el domicilio particular de Pedro Sánchez. Tampoco parece imprevisto. Lo hace sin avisar al Ayuntamiento, lo que muestra sus pocas ganas de colaborar con las administraciones que se verán directamente involucradas. No ha dado noticias al Gobierno de Madrid, que tendrá que ejercer la tutela.

Toda argucia es válida, aunque sea a costa de unos niños, para provocar a Isabel Díaz Ayuso a las puertas de un congreso que puede ser decisivo para un PP que se prepara para gobernar. Nada mejor que una bronca con la presidenta de Madrid o una manifestación de los votantes de Vox, que son numerosos en ese municipio, feudo de la derecha política, para desviar el foco de las vías de tren y las cárceles e intentar mantener prietas las filas de la izquierda. Como en la Moncloa, no se vive en ningún sitio. Así que, si hay que incendiar las calles para desviar la atención, se incendian.

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