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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Las cinco imputaciones de Begoña Gómez

El escándalo de la mujer del presidente le haría caer en cualquier país de Europa, menos en España

Begoña Gómez está formalmente imputada por cinco delitos distintos, un récord al que nadie de su condición se ha acercado ni de manera remota. Hay que irse hasta Cristina Fernández de Kirchner, que antes de presidenta fue esposa de presidente, para encontrar algo parecido.

Lo inusual de que alguien en su posición acabe investigada por delitos que solo pudo cometer, de concretarse, aprovechándose de su cercanía al presidente del Gobierno, ha sido respondida por los altavoces de Pedro Sánchez con un ataque contumaz al juez Peinado, incluyendo bulos propagados por digitales paniaguados y dispuestos a soltar mentiras obscenas para matar civilmente al instructor de la causa.

Pero ninguno de sus detractores ha sido capaz de dar una explicación alternativa que desmonte el carácter delictivo del comportamiento de Begoña, que tenga o no consecuencias penales ya es, de entrada, incompatible con su condición de mujer del jefe del Ejecutivo.

Porque Gómez montó una falsa cátedra, tan fake como los estudios de tanto político insolvente pero además destinada a actuar con disimulo como una empresa privada; la rodeó de empresarios bendecidos luego por el Gobierno; se sirvió de su ascendencia en La Moncloa para abrirse puertas; imputó al Estado el sueldo y el cargo de una ayudante personal y disfrazó su actividad comercial de una etérea misión social que, como en tantos otros casos en este ámbito de la 'economía circular', en realidad es una excusa para hacer negocios.

No hace falta que Begoña Gómez sea condenada por nada de esto para que, en cualquier país civilizado, se repudie su insólito comportamiento y se le pidan cuentas a su promotor, que es el propio Pedro Sánchez, por acción u omisión: es él mismo, y su familia, el beneficiario de los negocios de su esposa en cualquier ámbito (también en el alquiler de viviendas compradas en origen con dinero de la prostitución) y es él quien, de manera pasiva o activa, abre las puertas a su esposa para que, por ejemplo, la reciban multinacionales que en cualquier otro caso ni siquiera le darían los buenos días.

Quizá la instrucción de Peinado no sea todo lo meticulosa que cabría esperar, pero el derecho no es una ciencia exacta y el sistema jurídico español, lleno de garantías, permite la rectificación de los errores o excesos cometidos, sin alterar su objetivo ni mucho menos desmontarlo: la tozudez del instructor, que compensa la falta de recursos con una valentía personal y un tesón incuestionables, está siendo imprescindible para soportar la indecente campaña pública que sigue en marcha y, también, para retratar a sus emisarios, sean ministros o periodistas.

Porque frente a sus autos, respaldados en lo sustantivo por la Audiencia Provincial de Madrid, solo se contraponen desprecios personales, acusaciones infundadas y un acoso mafioso que, lejos de desviarle de su objetivo, le han ayudado a ir más lejos y a afinar su lupa judicial.

Ya en junio, esa misma Audiencia Provincial concluyó que era razonable investigar a Gómez para determinar si se había servido de su posición para, en resumen, intercambiar favores de Presidencia por beneficios personales, en una decisión demoledora para Sánchez que no ha tenido ni siquiera que explicar. Solo lo hizo cuando, tras desaparecer de manera irresponsable cinco días, volvió a escena para esconder que su mujer ya estaba imputada, quejarse amargamente y anunciar con una caradura formidable una batería de medidas contra los poderes del Estado que perturban su impunidad.

El ecosistema mediático español permite que, cuando irrumpe un escándalo en el entorno más próximo al líder socialista, se le pidan cuentas antes a quien lo investiga o lo publica que a quien lo comete o protege, con una inversión de roles impropia de una democracia.

Que nada de ello haya afectado al avance del caso es una buena noticia. Pero que se haya desatado una auténtica operación siciliana contra Peinado deja clara la catadura del marido y los temores de su pareja: el uno se comporta como un capo y la otra como una culpable. ¿Quizá porque lo son?

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