Cuatro años de un sueño cumplido
Se ha probado que ahí fuera había un público huérfano de un periódico con la manera de ver el mundo que defiende El Debate, gracias a todos
Un gran amigo mío suele repetir que «lo malo de la autocrítica es que los demás se la creen». Y otro, no menos sagaz, añade: «Habla bien de ti mismo, porque nadie lo va a hacer por ti».
Escuchando a ambos sabios voy a incurrir en algo que en general trato de evitar: el autobombo sobre gestas periodísticas. La razón de la excepción es que este miércoles El Debate cumple cuatro años, que gracias a sus lectores y a la inmensa dedicación de todo su equipo han resultado una andadura de éxito.
En tiempo récord, el periódico se ha convertido en un referente más de la vida pública española y se ha ganado un respeto general por su solvencia (incluso de parte de aquellos que detestan su ideario). El Debate no está libre de humanos errores, pero tiene como divisa algo que constituye el mayor bien de un medio de comunicación: se esfuerza con ansia por buscar y contar la verdad, y así se le reconoce.
El Debate fue fundado por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) en 1910. Bajo la dirección del sólido Ángel Herrera Oria, se convirtió en el gran diario católico de los años veinte y treinta y en uno de los periódicos más importantes de España. Las convulsiones del Frente Popular y la Guerra Civil liquidaron su aventura y se quedó en el limbo del semiolvido. Hasta que más de ochenta después, Alfonso Bullón de Mendoza, el actual presidente de la ACdP tuvo la visión y las agallas de recuperar el periódico. El 1 de octubre de 2021 reapareció en su actual formato digital, que hoy es el único soporte que cuenta, pues la prensa de papel es ya residual -están desapareciendo hasta los propios quioscos- y las audiencias masivas se hallan en internet.
Bullón de Mendoza pensó como director en un periodista, Bieito Rubido, que presentaba tres virtudes que lo convertían en el candidato adecuado para pilotar la aventura: sus éxitos en un importante periódico regional y en uno de los tres grandes diarios nacionales, una visión de la vida que concordaba de manera natural con la de El Debate y una pasta humana capaz de suscitar armonía e ilusión en los equipos.
Pero un periódico es ante todo una idea, alrededor de la cual se unen libremente un grupo de personas que la comparten. La idea de El Debate era clara: defender la doctrina social de la Iglesia; la unidad de España y el valor de la lengua, cultura e historia de nuestra nación; y apoyar nuestro sistema de libertades y derechos. Por supuesto a ello se unió el deber de ejercer de conciencia crítica del poder, que es la razón de ser última de todo periódico, pues de lo contario se queda en un tebeo de apariencia informativa, o en una palanca para relaciones públicas y negocios varios.
¿Y qué ocurrió con esa línea editorial distinta a todas las existentes en España? Pues que resultó que ahí fuera había una multitud que estaba huérfana de un periódico con un ideario como el de El Debate.
¿Qué otro periódico da de manera continuada la batalla por el derecho a la vida? ¿Qué cabecera se planta contra el desafío de los separatistas con la firmeza con que lo hace El Debate? ¿Qué otro diario español denuncia con énfasis las matanzas de cristianos? ¿Qué otro medio ha renunciado a los clics que aporta regodearse en los programas de telebasura o en la crónica social chabacana? ¿Quién defiende con más fuerza que este periódico los puntos de vista de quienes no están de acuerdo con esa ideología desesperanzada, anti espiritual y alérgica a la libertad que se atreve a llamarse a sí misma «progresista»?
Un periódico de alta calidad suele tener además una firma que se convierte en una suerte de mascarón de proa de la nave. El Debate ha contado ahí con el articulista más libre, original, seguido y divertido de la prensa española, Alfonso Ussía. Simplemente hace felices a sus lectores, lo máximo a lo que puede aspirar un columnista. La sección de Opinión que dirige Ramón Pérez-Maura se ha convertido en la más leída en España.
La información exclusiva de El Debate ha jugado un papel destacado a la hora de destapar la corrupción de lo que se ha dado en llamar «sanchismo» (labor nada sencilla, pues se hizo soportando los insultos y el acoso del propio Gobierno). Publicar noticias incómodas para el poder resulta imposible sin un editor de verdad, con principios y que ejerza de garante de la libertad de sus periodistas, y El Debate hoy lo tiene. Esa es la figura clave en cualquier periódico, la que hace posible todo lo demás.
Los «bulos y más bulos» con que nos insultaba el Gobierno ha resultado ser verdades y más verdades, contadas por las informaciones de Ana Martín, Alejandro Entrambasaguas, María Jamardo, Antonio y Julio Naranjo, Almudena Martínez-Fornés, Ana Mellado, Jordi Benítez, Unai Mezcua… y tantos otros compañeros que cada día aportan lo mejor que tienen. Por último, no hay éxito sin una buena estrategia digital y un diseño grato y que funcione, y para ello ahí están Julio Pomar y Ángel Ruiz, desconocidos para el gran público, pero imprescindibles en nuestras calderas y hoja de ruta.
Sin embargo, todo lo anterior no serviría de nada sin el apoyo diario de los auténticos protagonistas, los lectores como usted que nos acompañan a diario. Y cada vez son más, pues el denominado «tráfico directo» -los usuarios que acuden directamente a El Debate- experimenta un crecimiento interanual del 70%, algo que no había visto ni de lejos en ninguno de los periódicos donde he trabajado. Ese dato muestra una fidelidad asombrosa a la marca.
Tras todo lo anterior, espero que me disculpen la dosis de autobombo en este feliz día de cumpleaños del que probablemente es hoy el periódico más libre de España, El Debate.
Muchísimas gracias a todos por un sueño cumplido y disculpas si alguna vez no logramos estar a la altura de sus expectativas, que es lo que se intenta cada día.