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Perro come perroAntonio R. Naranjo

La cacería

Sánchez ha dado una orden cinegética y ahora toca sufrir antes de que todo su chiringuito se desplome

Ninguno de los abusos antisistema y predemocráticos de Pedro Sánchez serían viables sin una conjunción de factores, silencios, complicidades e indecencias de la fauna subalterna que habita en el ecosistema sanchista y le ayuda a blanquear la insoportable cadena de tropelías perpetradas para lograr su impunidad y, a ser posible, su perpetuidad en el poder.

Y dado que ninguno de esos excesos puede ser justificado con un argumento razonable, una explicación sensata o una alternativa presentable a las evidencias que jalonan cada crítica al peor presidente de la historia y el más ilegítimo de todos ellos, no cabe otra que apelar a factores emocionales, acusaciones nominales y desprecios genéricos; fabricando todo tipo de enemigos ficticios para sustituir el debate genuino en una democracia por una atroz cacería en la que el rival se transforma en una bestia codiciosa, voraz e inhumana frente a la cual todo vale por la causa mayor que supone evitar su éxito.

A estas alturas nadie en el Gobierno, y desde luego no su presidente, ha sido capaz de contraponer una explicación medianamente decente al cúmulo de preguntas que, en una democracia sana, hubiera tenido que responder hace mucho tiempo. ¿Cómo justifica usted que su esposa mantuviera relaciones comerciales con una empresa rescatada con su firma o que citara al rector de la Universidad Complutense para pedirle la creación de una 'cátedra' con fines empresariales? ¿Puede hacer pública la declaración de bienes, renta y patrimonio de Begoña Gómez tal y como propone el Consejo Europeo a través del Grupo de Estados contra la Corrupción?

¿Por qué renovó como diputado a Ábalos tras destituirlo como ministro y a Santos Cerdán en la Secretaría de Organización del PSOE pese a que, en ambos casos, habían sido publicadas durante meses incontables informaciones, perfectamente documentadas, sobre comportamientos que finalmente les llevaron a prisión?

¿Cómo se explica que el mismo grupo de personas, representadas por Víctor de Aldama, consiguiera de su Gobierno, varios ministerios y alguna Comunidad Autónoma el plácet para negocios tan distintos como la venta de mascarillas, el comercio de hidrocarburos, la obra pública o el rescate de compañías? ¿Qué papel tiene Zapatero en China, Venezuela o Marruecos y cómo justifica usted el aparente viraje diplomático de España en todos esos países? ¿Por qué su hermano se empadronó en Portugal tras lograr en Extremadura un puesto de trabajo de manera presuntamente delictiva según una causa judicial en curso?

¿Quién financió sus Primarias exactamente y por qué incumple su propio compromiso de detallar el origen de sus patrocinadores? ¿Está o no su suegro en ese listado? ¿Cómo se compadece, a su juicio, presentarse como abolicionista de la prostitución y haber vivido 15 años en un chalet en Pozuelo comprado con el dinero de esa actividad? ¿Le informó la Fiscalía General de investigaciones a Koldo o del expediente del novio de Ayuso? ¿Cómo explica que los mismos personajes que le engrasaron sus acuerdos con Bildu o el PNV desarrollaran actividades empresariales en esos territorios?

La lista de preguntas es formidable y, por decencia, hasta los más forofos de Sánchez deberían tener ganas de escuchar alguna respuesta, aunque solo fuera para que su defensa posterior del personaje tuviera algún argumento que llevarse a la boca y no un mero insulto al oponente o una indigente apelación a una supuesta conspiración del fascismo.

En una democracia, la rendición de cuentas no se puede sustituir por una buena pelea, que es lo que Sánchez busca ante su manifiesta imposibilidad para defenderse dentro de los parámetros del Estado de derecho. Y si es lamentable ver a todo un presidente transformado en un camorrista, no se queda atrás el espectáculo de pistoleros de toda laya llenando de balas el tambor para dar cobertura al capo. Y así llegaremos hasta el desenlace final, que será, pese a todo, la victoria de la Justicia y del sentido común. La única duda es cuánto dolor causará y qué heridas dejará en este inevitable camino hacia la destrucción.

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