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en el recuerdoAlfonso Ussía

Doña Contagios Patina

Doña Contagios, que es la misma que Doña Niñera y Doña Ignorante, será también a partir de ahora Doña Patines, porque no se puede patinar tanto y peor que esta pobre mujer superada por ella misma

Todo es relativo. En los inicios del esplendor de Hollywood, invitados en el piso alquilado por Pepe López-Rubio, se juntaron algunos de los talentos españoles interesados por el Cine. Además de López-Rubio, Antonio de Lara «Tono», genio autodidacta y creador en colaboración con Miguel Mihura de comedias del nuevo humor que heredó «La Codorniz». El formidable Enrique Jardiel Poncela, que precisamente afeaba a Miguel Mihura su afición por plagiar sus textos. Que así se lo escribió a su casa de Fuenterrabía. «Miguel, en este mundo, todo tiene un límite, hasta la provincia de Badajoz». Y en la casa de López-Rubio se hallaba el ingenio joven de un talento español metido en un cuerpo juncal que terminaría multiplicando su peso por cuatro, Edgar Neville, amigo de Charlot. Y estaba Charlot, muy enfadado, porque en un concurso millonario de París, en el que el ganador se embolsaba 100.000 francos de aquellos tiempos y que consistía en imitar a Charlot, Charles Chaplin se apuntó con una identidad falsa, y después de que Charlot imitara a Charlot, quedó el segundo. «¿Cómo es posible- se preguntaba-, que un tipo haga de Charlot mejor que yo?». Y también asistió un personaje con una melena blanca que hablaba y hablaba con Tono, el autodidacta, y asentía con interés a las palabras del humorista español. Aquel invitado de la melena blanca se llamaba Albert Einstein. Y López Rubio preguntó a Tono. -¿De qué hablabas tan apasionadamente con Einstein?-. Y Tono respondió: -Le explicaba que en la vida, todo es relativo-. Y se lo explicaba al autor de la Teoría de la Relatividad, que incidía en la condición relativa, no solo de la vida, sino del éxito y el fracaso. «Si mi Teoría de la Relatividad es exacta, los alemanes dirán que soy alemán, y los franceses que ciudadano del mundo. Pero si es inexacta, los franceses dirán que soy alemán y los alemanes que soy judío.»

En aquella cena tan relacionada con la Relatividad, Einstein estalló de risa cuando Jardiel le contó el sentido de lo relativo de un gran torero, Rafael «El Gallo», que había dado un petardazo en la Plaza de Toros de Madrid, abandonó el ruedo protegido y amparado por la Policía, y al ser preguntado por la violenta reacción del público, respondió: «División de opiniones. Unos en mi padre y otros en mi madre. Todo relativo».

Desde que ascendió por méritos del amor de cajera de tienda de electrodomésticos a ministra, doña Irene Montero ha recibido toda suerte de apodos. La Marquesa, Doña Niñera, Doña Contagios, y Doña Ignorante.

Es, efectivamente y con muchas pruebas en su contra acumuladas, una pobre mujer que no sabe casi nada de casi todo. Y es ministra de Igualdad y Contagios, y ha presentado una ley, relativamente necia, que ha merecido el varapalo de todos los miembros del Consejo General del Poder Judicial, un varapalo unánime. No obstante, como ella es relativamente osada, ha respondido a los jueces que le da igual su dictamen y que presentará la ley, digan lo que digan y pase lo que pase. Una ley tan abrumadoramente anticonstitucional que se carga la presunción de inocencia. Hasta el feminismo se ha revuelto contra ella. Pero ella, que no sabe quiénes eran ni Einstein, ni López Rubio, ni Jardiel Poncela, ni Tono, ni Edgar Neville, ni Rafael «El Gallo», aunque quizá y con suerte le suene de algo Charlot, ha adoptado la relatividad analítica del torero. «Si mi ley provoca una división de opiniones, la mía es la que vale».

Para colmo, pretende convocar una manifestación feminista el 8 de marzo. Su anterior convocatoria, el 8 de marzo de 2020, fue un éxito. Las feministas acudieron en masa y se contagiaron miles de ellas y de ellos. De ahí lo de Doña Contagios. Pero en esta ocasión sus compañeros de Gobierno socialistas se han situado en la emoción relativa, y le han dicho que no. Que después de lo de antaño, lo de hogaño no es admisible. Y la nueva ministra de Sanidad, que no quiere ser presidente de la Generalidad y tiene mucha más vergüenza y sentido común que su antecesor fracasado en Cataluña, le ha advertido que con la salud de los españoles está feo jugar.

Es decir, que Doña Contagios, que es la misma que Doña Niñera y Doña Ignorante, será también a partir de ahora Doña Patines, porque no se puede patinar tanto y peor que esta pobre mujer superada por ella misma, y no relativa, sino absolutamente dependiente de la oquedad intelectual que transporta su hombre debajo del moño.

Y todo, por convertir un ministerio carísimo y absurdo en una «Pijama Party» con sus asesoras, asesores, niñeras, tontas y tontos.

No es relativamente inútil. Es inútil total.

  • Publicado el 27 de febrero de 2021 en la web de Alfonso Ussía
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