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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Fernández

A los dos días se habían presentado muchos aspirantes, pero eligieron al propietario de una empresa gallega, a Loureiro. Estaba a punto de cerrar su negocio por creerse un rey de las finanzas cuando en realidad era todo lo contrario

Act. 01 dic. 2025 - 08:52

Fernández se casó con una mujer riquísima. Fue acusado de haber utilizado la Banca Fernández para enriquecerse. No obstante, lo que demostró Fernández fue una prodigiosa aborreción. Falleció ella, y Fernández ordenó a su secretaria –que era la peor secretaria del mundo– que publicara unos anuncios en los periódicos para seguir al mando de su empresa de ceniceros.

Fernández

Barca

Los anuncios decían:

–«Se ofrece el trabajo de Fernández a cambio de un curriculum vitae en el que se demuestre su incompetencia total».

Y su secretaria Raulita le informó a Fernández:

–Don Fernández, un día de estos tuvo usted una audiencia con su Majestad el Rey.

Ya os había avisado de su incompetencia.

–Raulita, una cosa es un despiste y otra cosa muy diferente es ser tan incompetente como usted y no avisarme.

Fernández tenía una empresa de importación de ceniceros incomodísimos. Él quería hacer partícipe de su fracaso a alguien, así que puso el siguiente reclamo publicitario:

–«Necesito con urgencia un incompetente total para hundir definitivamente a ceniceros Fernández».

A los dos días se habían presentado muchos aspirantes, pero eligieron al propietario de una empresa gallega, a Loureiro. Estaba a punto de cerrar su negocio por creerse un rey de las finanzas cuando en realidad era todo lo contrario.

–Raulita creo que al fin hemos encontrado la solución a mi tragedia. ¡Es un completo imbécil! Avise a Loureiro.

Y lo citó al día siguiente a las nueve en punto.

–Mi intención es deshacerme de todo y encomendárselo a un berzotas.

Al día siguiente:

–Raulita, ¿a qué hora viene Loureiro?

–Tenía que haber venido ayer pero tenía gripe.

Pero con un día de retraso se presentó. Leyó el currículum vitae. ¡Espantoso! Y amonestó al aspirante:

–Loureiro, me ha traicionado. Yo ponía que el aspirante fuera completamente incompetente, y veo que su sociedad de venta de pescado está en la ruina, pero no en la ruina total. Usted ha incumplido. No obstante, representar una empresa de conservas, con tantos beneficios, su fracaso empresarial tiene mérito. Así que, a partir de ahora, yo le regalo todo. La empresa, el chófer, el coche y mi propia casa. Así me libero de mis culpas.

Acudieron al notario y se firmó el desastroso negocio.

Curiosamente, la empresa salió adelante y empezaron a subir los precios de los ceniceros deficientes y la venta de pescados. A Fernández, se le mantuvo en su despacho, pero no le dejaban entrar en las reuniones. Un día, se atrevió a entrar, y les planteó a Loureiro y a Raulita recomprarles una parte de las acciones. Pero se dio cuenta de que era imposible porque no tenía ni un euro. Porque el chófer había sido instruido para llevarse el dinero y Raulita, pasó de ser una inútil a una avispada ejecutiva. Y cuando les pidió algo de dinero para sobrevivir, uno y otra le dijeron: «Santa Rita, Santa Rita, lo que se da, no se quita».

De Fernández nunca más se supo.

El nivel de incompetencia hay que medirlo con más rigor. Loureiro y Raulita se forraron y Fernández casi termina en un barril vacío para tapar sus vergüenzas.

En el fondo he resumido que el acto de la generosidad de vez en cuando es insoportable. Mejor ser un memo a un ladrón.

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