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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El que avisa no es traidor

Cuando se habla del 'ABC' de aquellos tiempos no puede olvidarse –Mingote, por supuesto– a un extraordinario escritor y poeta que entregó su vida al periódico y que me enseñó que en 'ABC' triunfaba la paciencia, José Miguel Santiago Castelo

Hoy no estoy para escribir aceptablemente. Me duele todo. Pero ante la realidad es mejor acogerse a los mejores tiempos para salir del paso. Mi escuela, la que me formó, en la que entregué todo durante prolongado tiempo, fue el ABC. Luis María Ansón de director, Guillermo Luca de Tena de patrón y fue el lugar en el que conocí a periodistas y escritores excepcionales.

Cuando se habla del ABC de aquellos tiempos no puede olvidarse –Mingote, por supuesto– a un extraordinario escritor y poeta que entregó su vida al periódico y que me enseñó que en ABC triunfaba la paciencia, José Miguel Santiago Castelo. Ahí estaban Ramón Pérez-Maura, Luis Ventoso y de director Bieito Rubido –cuando yo había tenido ya serias distancias con los nuevos socios mayoritarios. Grandes editores de periódicos sin ideología. Intentando convertir un periódico centenario, militante, nacional y formidablemente cerrado cada día, y las grietas que se abrieron entre el entonces director José Antonio Zarzalejos y el concepto de mi libertad fueron la causa de mi destrucción.

Luego diez años en La Razón y posteriormente en El Debate, que experimentó toda suerte de amenazas cuando se confirmó que yo era uno de los elegidos.

Hay muy buenos escritores que no escriben más que tonterías. Y les recuerdo la petulancia de Pedro de Lorenzo: «Estéticamente, escribir era como un dibujo sin formas. Pero bien dotados de la palabra». No era el colmo de la modestia. José Miguel Santiago Castelo fue muchas veces reclamado a la mesa de Pedro de Lorenzo al despacho, que dirigió interinamente ABC sin ser director de ABC y adornaba los pies de foto en las que aparecía.

—«A ver Castelo, no soy solo Pedro de Lorenzo, soy el ilustre escritor Pedro de Lorenzo, no se olvide de estos pequeños detalles que acompañan a la vanidad de los escritores en trance de desaparición. Porque ahora sois todos un grupo de jóvenes aprendices que nunca llegarán a mi altura».

No recuerdo qué pasó con Pedro de Lorenzo, que estaba muy contento con un programa de televisión titulado Los Ríos en el que se repetían continuamente el preferido de sus poemas:

—«Del Río al río van/ De Roca en roca/ arlanzón, carrión/ /campos del Duero»

Y cuando te lo recitaba te miraba y preguntaba:

—¿Qué?

Y yo le contesté un día:

—Pues poca cosa.

Me marcó como víctima para el futuro.

Es una máxima que los periódicos centenarios o poderosísimos, como El País, de Juan Luis Cebrián, solo necesitan un gran empresario para sostenerlos. Juan Luis Cebrián es antipatiquísimo, pero demostró ser un gran director de periódico. Ahora es más de derechas que el Gitanillo de Triana y así, a lo tonto, he terminado el artículo, esperando que los lectores encuentren todavía una villa de luz en mis palabras.

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