Tiempos peligrosos

Nos hemos situado en un campo de minas, donde resulta imposible pensar en llegar a la tierra de la verdad y el consenso. Tan lejos queda que gran parte de los españoles han comenzado a añorar tiempos pasados, que no tan peligrosos como nos los dibujan algunos.

¿Acaso pensamos en otros tiempos?

Cuando los políticos aceptan este juego de «toma y daca», hoy te señalan a ti, mañana me señalan a mí, la corrupción pasada, presente y futura, se convierte en un mal endémico. Es una corruptela que ya no considera las consecuencias ni las responsabilidades que genera por sí misma. Steinbeck decía que el miedo a perder el poder corrompe.

¿Es que ya tenemos miedo?

Entonces... se acercan tiempos peligrosos.

Tomar decisiones de salvamento de sí mismos, sin asumir la realidad objetiva, es una muestra de la usurpación de poder a cualquier precio. Y el precio somos nosotros, con nuestras familias, empleos y un afán de prosperidad desgastado.

¿Salvese quien pueda?

Construir un poder judicial es una tarea encomiable, larga y dura, para cualquier Estado que se precie.

Destruirlo es cuestión fácil, rápida, si el poder de gobierno es desmedido de ambición y perversión.

¿Tenemos un poder político ambicioso y perverso?

Entonces... se acercan tiempos peligrosos.

Nos obsequian con un honor enfundado en un falso porvenir de democracia: los demócratas somos así, llamados por las fuerzas progresistas y liberales de cualquier signo.

¿Una democracia progresista?

Como decía Tácito: «en un espíritu corrompido no cabe el honor».

Entre la izquierda democrática y la «fachosfera», porque desde el zapaterismo, en este país ya no hay más opción... ¿Cuántos exiliados se han creado?

Pobre Aristóteles y su virtud del término medio.

¿Nos están exiliando nuestros propios políticos?

Entonces... se acercan tiempos peligrosos.

Y yo me pregunto: ¿Y todas aquellas manos blancas que se alzaron para salvarle la vida a Miguel Ángel Blanco, y el entendimiento de Fraga, Suarez, González, Carrillo...? ¿Eran de la extrema derecha o de la izquierda? No. No, señores políticos, a quienes, por cierto, les pagamos nosotros. Esas manos blancas pertenecían al espiritu del consenso y generosidad de unos con otros, en definitiva: el espíritu de Ermua.

Ahora ya estamos contando las monedas de nuestros bolsillos, para pagar el rescate de un pueblo encerrado en el poder político.

Manos blancas... no. Manos negras que nos recuerdan las vergüenzas de nuestro presente, de una tradición rota.

Ya sé que mencionar, la palabra tradición es objeto de clasificación. Pero... sí. Tradición rota por unos tiempos peligrosos.

Da vergüenza tener que escuchar las declaraciones, vociferaciones y exclamaciones de estos políticos medievales que solo sirven a sus señores feudales, mientras devoran el venado de nuestro país.

Hoy, comienza a terminar el año. Ya veran lo que sucederá cada día. Vendrán tiempos peligrosos porque ustedes, señores políticos, han hecho de la política un oficio y enterraron al servidor público. Las excepciones... confirman la regla.

Vuelvan a sacar el portal de transparencia del arcón del polvo y veamos quién pasa la prueba del algodón. De un algodón democrático.

Se acercan tiempos peligrosos.