Cartas al director
El peligroso viaje del 'útero errante'
Atenas, 380 a.C. – Platón, una figura cúspide de la filosofía occidental, nos legó obras maestras sobre política, ética y metafísica. Sin embargo, en su influyente diálogo Timeo, también sembró una semilla que florecería en siglos de malentendidos y represión: la teoría del «útero errante». Lejos de la brillantez que caracterizaba gran parte de su pensamiento, Platón describió el útero como un animal vivo dentro de la mujer, capaz de moverse libremente por el cuerpo y causar estragos si no era «saciado».
Esta peculiar idea, heredada y adaptada de teorías hipocráticas previas, postulaba que la abstinencia sexual provocaba que el útero, hambriento de descendencia, se desplazara y oprimiera otros órganos, dando origen a lo que siglos después se conocería como «histeria femenina». ¿La cura? El matrimonio, el coito y la concepción. Es decir, el destino de la mujer quedaba intrínsecamente ligado a su función reproductiva, relegando su propio deseo y placer a una patología.
Esta visión platónica, pese a su origen en un pensador tan venerado, sentó las bases para la marginación de la sexualidad femenina. Al asociar el deseo de la mujer con una enfermedad que solo el matrimonio y la maternidad podían aplacar, se silenció su conocimiento sobre su propio cuerpo y se hizo sospechosa a cualquier mujer que expresara su sexualidad fuera de esos confines. La mujer dejó de habitar su propio cuerpo y su sexualidad quedó, durante milenios, en la sombra del desconocimiento y el prejuicio.