Los diputados de Cádiz

En la Real Isla de León, ahora San Fernando (Cádiz), a 24 de septiembre de 1810. Los 104 diputados elegidos, menos de la mitad de los designados, ya que el resto no pudo acudir a tiempo al estar el país completamente ocupado por las tropas de Napoleón y media América levantada, juran sus cargos en la iglesia mayor de San Pedro y San Pablo, iniciando una asombrosa y extraordinaria andadura que duraría tres muy intensos y fructíferos años.

Con bombardeos diarios, fiebre amarilla y un no acabar de dificultades, fueron capaces de dirigir una guerra tan dura y ganarla, mantener la unidad nacional, avanzar con botas de siete leguas en el camino de las libertades y confeccionar una Constitución. Tremendo. Liberales y absolutistas, que no formaban partidos políticos y muchísimo menos practicaban la acomodaticia disciplina de voto, mostraron en los tres años siguientes sus diferencias claras y meridianas, aunque jamás se faltaron al respeto, según se puede comprobar en el Diario de Sesiones, durante los tres años de trayectoria de estas Cortes. Diferente sería lo ocurrido después del 4 de mayo de 1814, fecha del golpe de estado de Fernando VII.

Una reflexión me produce la consideración de los hechos citados. ¿Estamos hoy en España a la altura de los diputados de Cádiz? ¿Estarían ellos orgullosos de esta nación si pudieran conocer nuestra paupérrima realidad? ¿Es el concepto de nación «discutido y discutible» como afirmó aquel presidente del Gobierno en el ejercicio del cargo? ¿Por qué ya no se puede dialogar y exponer pareceres sin que caiga la mundial? ¿De verdad hemos avanzado? Y, ¿hacia dónde vamos?

Gloria a los diputados de Cádiz.