Fundado en 1910

Cartas al director

El valor perdido de la espera

Hoy vivimos en una sociedad que ha convertido la inmediatez en una cualidad y el silencio en algo casi imposible de encontrar. Queremos respuestas incluso antes de hacernos las preguntas, resultados antes del esfuerzo y seguridad allí donde antes había paciencia. La prisa, que antes era solo una herramienta, ahora se ha convertido casi en una obligación.

Lo vemos a diario: nos desesperamos cuando alguien tarda en contestar, sentimos presión por alcanzar el siguiente objetivo y nos cuesta entender que todo proceso, ya sea una amistad, un trabajo o un cambio personal, necesita tiempo. La tecnología nos ha acostumbrado a conseguir todo con un clic, pero también nos ha quitado la costumbre de esperar, de mirar con calma y de confiar en el proceso.

El problema no es avanzar, sino hacerlo sin profundidad. Cuanto más rápido vamos, menos comprendemos. La pausa no es una pérdida de tiempo, es el espacio donde crecen las ideas, donde se asientan las emociones y donde maduran las decisiones. Sin ese espacio, vivimos reaccionando en lugar de eligiendo.

Esperar, hoy, parece una forma de rebeldía. Requiere fe en que lo que aún no ha llegado puede merecer la pena. La espera nos enseña a confiar, a observar y, sobre todo, a escucharnos. En un mundo donde todo parece urgente, quizá lo más valiente sea aprender a detenerse.

Porque solo quien sabe esperar, de verdad, sabe vivir.

Cristina Barbero Romero

tracking

Compartir

Herramientas