El laberinto de Begoña

El archivo judicial del delegado del Gobierno es apenas un espejismo en el desierto ético que rodea a la esposa del presidente. Mientras el foco político celebra alivios procesales, el núcleo del «caso Begoña» sigue ardiendo en frentes que dibujan un elitismo institucional sin precedentes.

La indignación social nace en la Universidad Complutense. Allí, Gómez dirigió una cátedra creada a medida sin la titulación académica exigida al resto de los mortales, y se investiga si se apropió de un software financiado por gigantes como Telefónica e Indra. ¿Es ético registrar a nombre personal una tecnología nacida en el seno de la universidad pública? La propia institución ha pedido al juez que aclare si hubo un perjuicio patrimonial.

Pero el vuelo de las sospechas no se detiene en las aulas. El frente de Air Europa es el más punzante: Gómez mantuvo encuentros privados con el CEO Javier Hidalgo y el comisionista Víctor de Aldama mientras el Consejo de Ministros cocinaba un rescate de 475 millones de euros. La coincidencia de fechas entre los patrocinios a su centro y el auxilio millonario a la aerolínea no es una «suposición»; es una realidad documentada que huele a conflicto de intereses.

Desde el tráfico de influencias con el empresario Barrabés hasta la gestión de fondos en la sombra, el caso no es una persecución, sino una impugnación al mérito. Frente a la meritocracia sangrante del ciudadano común, el laberinto de Begoña Gómez muestra una «agencia de atajos» donde el apellido pesa más que el expediente.