Cartas al director
¿Se nace corrupto o se hace corrupto?
Esta pregunta es la que más me ha llamado la atención en la comparecencia del señor Santos Cerdán ante la Comisión de Investigación del Senado por el caso Koldo.
Una pregunta retórica que la plantea un servidor, porque proviene de un senador socialista, excompañero de Cerdán y a quien no le tiene, precisamente, mucho cariño y respeto.
Personalmente, no creo que nadie, ni siquiera un político en activo, viene ya corrompido «desde casa». Puede venir con una predisposición natural a corromperse, eso sí. Y, como está la política hoy en día, pues, se culmina su tránsito a la corrupción moral, económica y política en general, con el ejercicio del poder.
Cerdán es un investigado que goza de derechos constitucionales, incluyendo el derecho a mentir descaradamente. Procesalmente, este derecho no está textualmente previsto ni en la Constitución ni en ninguna Ley Orgánica. Fue una interpretación proveniente, como no, de nuestro Tribunal Constitucional, tan prestigioso. Esto es ironía.
Como procesalista, con cerca de 40 años de experiencia profesional, tanto en los juzgados como en la vida académica, siempre me ha horrorizado esa afirmación. Derecho a enredar, a mentir, sin compasión ni escrúpulos de conciencia, con daño a las víctimas, por parte de los investigados y condenados. Una cosa es el derecho a no declarar, a no responder y permanecer en silencio, a no declararse culpable de los hechos, que sí son derechos previstos en la Constitución y en la Ley de Enjuiciamiento Criminal, y otra cosa bien distinta, lo de ser un mentiroso compulsivo. Al menos, moralmente, que para mí es prioritario en la escala ética, como valor y principio metajurídico.
Ahora bien, y respondiendo a la afirmación del senador socialista. Pues no, no creo que Santos Cerdán viniera corrompido desde casa. Su presunta corrupción, qué habrá aún que probarla (recuerden la presunción de inocencia), de probarse, la habrá desarrollado y curtido en su vida política, en el seno del PSOE y con su secretario general al lado, que fue el responsable de su nombramiento.
Ética y política no son, desgraciadamente, muy compatibles. Pero también hay políticos honrados, a la derecha y a la siniestra, si somos justos. La afirmación del senador socialista me ha parecido, en este momento procesal, inoportuna y cruel, máxime con un excompañero de filas. Ahora bien, «quien en política esté libre de corromperse, que tire la primera piedra», haciendo una relectura adaptada del Nuevo Testamento.