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23 de abril de 2024

Editorial

Sánchez gestiona el Sáhara como un asunto personal

Una decisión así, que afecta a la posición internacional de España, no se puede tramitar de manera unilateral, como una decisión personalísima del presidente y sin consultárselo y pactarlo con nadie

Actualizada 13:33

El presidente del Gobierno ha sorprendido a todos con la difusión de una carta en la que, básicamente, renuncia repentinamente a mantener la posición histórica de España en el conflicto del Sáhara y le entrega a Marruecos una jerarquía inquietante sobre el territorio.
Aunque técnicamente Sánchez no renuncia a la autodeterminación de la antigua colonia española, reconoce por primera vez el concepto de «autonomía», que es el eufemismo esgrimido desde hace décadas por Rabat para subordinarlo en realidad a Marruecos.
La satisfacción del Gobierno alauí, que ve reconocido su discurso, es la mejor prueba de que la misiva de Sánchez suena a lo que quiere que suene Marruecos. Y de que sus consecuencias, más allá de la literalidad, van en la línea reclamada por el país vecino.
Ya de entrada, conviene repudiar el procedimiento utilizado por Sánchez: algo así, que afecta a la posición internacional de España, no se puede tramitar de manera unilateral, como una decisión personalísima del presidente y sin consultárselo y pactarlo con nadie: se trata de intereses estructurales nacionales, y no de una prebenda personal del jefe del Ejecutivo de trascendencia limitada.
La sensación de improvisación y frivolidad se extiende al constatar los bandazos presidenciales en materia internacional: si hace un año acogía al líder del Frente Polisario de manera clandestina y con probables irregularidades de las que ha dado cuenta El Debate en una profusa investigación; ahora hace justo lo contrario con la misma ausencia de explicaciones.
Resulta evidente que el fin es reconciliarse con Marruecos y, a la vez, con Estados Unidos, Alemania o Israel, tres actores decisivos cuyos lazos con Rabat son más que notorios. Y también es razonable pensar que ese sacrificio obedece a la imperiosa necesidad que tiene Sánchez re recuperar su maltrecha credibilidad como socio de Washington y de Bruselas; lastrada en lo político por su sociedad con un partido bolivariano y en lo económico por su desastrosa gestión de la crisis.
Pero Sánchez no puede pagar deudas personales con activos nacionales, y eso parece estar haciendo con el Sáhara y lo que ese volantazo alimenta: si Marruecos ve cesiones ahí, ¿cómo no va a entusiarmase en el futuro con su viejo anhelo de integrar a Ceuta y Melilla?
La mera duda es suficiente como para sancionar las formas y el fondo de la decisión del Gobierno, errática siempre en el frente internacional y deudora de la inestabilidad diplomática que Sánchez ha generado por sus alianzas internas y sus posicionamientos externos. Urge que justifique este asunto, pues. Y que lo haga en sede parlamentaria.
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