Laicidad, laicismo y cristianismo
En un Estado laico de orientación laicista, el cristianismo es la gran referencia antropológica humanista a eliminar, siendo su raíz religiosa un objetivo secundario de la estrategia laicista, al ser el cristianismo una creencia en declive y compartir el principio de libertad religiosa con un islamismo en auge
Estado laico es el que no otorga carácter estatal a ninguna religión y reconoce el hecho religioso dentro del derecho fundamental de la libertad religiosa. El concepto de Estado laico se inscribe en el principio de separación entre Estado e Iglesia, que deriva de la separación entre potestas y auctoritas. El «reconocimiento del hecho religioso» es interpretado de acuerdo con las circunstancias históricas, sociales, culturales y políticas de cada Estado. En el caso de España, la Constitución española recoge que «los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la iglesia católica y las demás confesiones», por lo que podríamos calificar al Estado español como aconfesional. La diferencia entre Estado laico y aconfesional es actualmente muy difusa como consecuencia del acusado proceso de secularización que sufren las sociedades occidentales. Actualmente, de los 193 Estados miembros de la ONU, 160 son laicos y 33 confesionales, siendo estos últimos los que asumen una creencia religiosa como religión oficial del Estado.
La laicidad del Estado no impide el que sus principios constitutivos y sus instituciones se establezcan sobre la base antropológica, cultural y religiosa de una determinada religión, que en la Civilización Occidental es el Cristianismo. El humanismo cristiano es el origen de la civilización de los derechos humanos y de las libertades individuales. En sentido opuesto, el Estado laicista es orgánicamente antirreligioso por estar sustentado en una antropología materialista y antihumanista. En Occidente, el laicismo discurre paralelo a la hipertrofia de un Estado colectivista y omnipresente, que vulnera el democrático principio de subsidiariedad y erosiona gravemente los derechos y libertades individuales.
En un Estado laico de orientación laicista, el cristianismo es la gran referencia antropológica humanista a eliminar, siendo su raíz religiosa un objetivo secundario de la estrategia laicista, al ser el cristianismo una creencia en declive y compartir el principio de libertad religiosa con un islamismo en auge. No obstante, los cristianos, sus lugares de culto y sus símbolos, sufren, en grado creciente, la presión laicista y su derivada de agresiones de toda clase. El laicismo es en realidad un ideario de eliminación de las raíces cristianas y de promoción de un multiculturalismo producto de la progresiva implantación de creencias y cosmovisiones colectivistas liberticidas.
Ante la ofensiva laicista, en la mayoría del clero católico y en gran parte de sus fieles, se manifiesta una corriente involuntariamente reduccionista que se limita a contemplar la fe religiosa, la creencia, dejando de lado la cosmovisión humanista cristiana, raíz de la civilización occidental, la de las tres colinas: la Acrópolis, el Capitolio y el Gólgota. La fe religiosa debe de estar activamente presente en la vida pública a través de lo religioso, pero también de lo cultural, alcanzando con determinación el ámbito de lo prepolítico y diferenciando la fe, un don personal, de la cultura humanista cristiana, un bien moral perteneciente a toda la sociedad y que constituye la piedra angular de la civilización occidental.
En una sociedad crecientemente dominada por élites laicistas, fruto de la hegemonía cultural del materialismo nihilista, es un notorio error el limitar la defensa de los principios y valores del cristianismo a razones de fe, minusvalorando o eludiendo la batalla cultural, una tarea imprescindible para restablecer la cosmovisión del humanismo cristiano, que ha vertebrado la civilización occidental de las libertades individuales y los derechos humanos, la que está siendo frontalmente asaltada desde hace ya medio siglo por las numerosas y poderosas fuerzas de la antropología antihumanista.