Sánchez debe dimitir tras el varapalo a su hermano protegido

La juez Biedma ha dado por concluida la instrucción del caso que afecta al hermano del presidente del Gobierno y, entre otros, al presidente socialista de la Diputación de Badajoz, Miguel Gallardo, con una decisión que no por esperada es menos demoledora: ambos deberán sentarse en la Audiencia Provincial de Badajoz, en calidad formal de procesados por delitos muy graves.

Que un familiar de Pedro Sánchez se enfrente a problemas tan serios con la Justicia sería siempre impactante, pero no necesariamente un problema político para él si los presuntos delitos cometidos fueran de carácter personal y ajenos a toda relación de parentesco.

El problema para Sánchez es que, en este caso, nada de lo que hubiera podido hacer su hermano para lograr un puesto de trabajo a dedo hubiese prosperado de no ser porque tiene como protector al presidente del Gobierno actual y, en aquellos momentos, secretario general del PSOE.

Es decir, David Sánchez pudo beneficiarse de la sumisión de los socialistas extremeños a su jefe, sorteando los filtros inevitables en todo proceso de selección de personal, para obtener un premio impúdico, beneficioso e hiriente en un país con las peores cifras de paro de Europa.

Que Sánchez se dedique a coaccionar a jueces y periodistas al grito de «bulo», o a insultar a rivales impolutos como Isabel Díaz Ayuso, mientras tiene en el banquillo o cerca de él a su hermano, a su esposa y a su mano derecha, José Luis Ábalos, es inadmisible. Y que, en lugar de dimitir o como poco comparecer en público a intentar dar alguna explicación razonable, se concentre en legislar contra la Justicia y la Prensa, es además un peligro contra el que hay que rebelarse democráticamente con todas las energías.

Sánchez agoniza en directo. Pero su final puede ser aún más doloroso que toda su Presidencia, un compendio de trampas, atajos, mentiras y desdoros que han de acabar con urgencia. Ya está bien.