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editorial

Juan Carlos I y la democracia

Cómo y quiénes fueron capaces de recuperar para la nación lo que durante tiempo faltó: la democracia, la libertad, la igualdad. Entonces y ahora incomprensibles sin apuntar lo que en su historia aportó la Monarquía de Juan Carlos I

Fue el 22 de noviembre de 1975 cuando en el Congreso de los Diputados Juan Carlos de Borbón juraba sus responsabilidades como Rey de España con el título de Juan Carlos I. Francisco Franco había fallecido apenas cuarenta y ocho horas antes y una lógica y expectante duda embargaba a los españoles sobre el futuro del país tras cuatro décadas de régimen autoritario. En sus medidas palabras ante los diputados, el recién entronizado Monarca afirmó: «La institución que personalizo integra a todos los españoles y hoy, en esta hora tan trascendente, os convoco porque a todos nos incumbe por igual el deber de servir a España. Que todos entiendan con generosidad y altura de miras que nuestro futuro se basará en un efectivo consenso de concordia nacional».

Pocos meses después, el 2 de junio de 1976, el que fuera último presidente de Gobierno bajo el franquismo y primero durante los meses iniciales de la Monarquía, Arias Navarro, fue sustituido siguiendo la voluntad real por Adolfo Suárez. Tras ello el Rey visitaba los Estados Unidos y en su alocución ante la Cámara de Representantes en Washington, la única que a esos niveles había tenido lugar en las relaciones entre España y los Estados Unidos, Juan Carlos I mantuvo: «La Monarquía española se ha comprometido desde el primer día a ser una institución abierta en la que todos los ciudadanos tengan un sitio holgado para su participación política, sin discriminación de ninguna clase… La Monarquía hará que bajo los principios de la democracia se mantengan en España la paz social y la estabilidad política, a la vez que el acceso ordenado al poder de las diversas alternativas de “gobierno, según los deseos del pueblo libremente expresados».

Propósitos que fueron cuidadosamente puestos en práctica durante todo el prolijo, largo, complicado, pero al mismo tiempo ejemplar período de la Transición hacia la democracia, para obtener lo que la nación desde hace cincuenta años contempla: un sistema político, económico y social caracterizado por la libertad, la igualdad y la prosperidad que perfilan los sistemas democráticos occidentales. Durante todo el cuál la presencia, la orientación y la iniciativa de Juan Carlos I fue en verdad determinante. Sería imposible exponer o explicar cómo España consiguió transitar de la manera en que lo hizo de la dictadura hacia la democracia, sin que en ello constara de manera relevante la orientación y el empuje que al respecto prestó de manera sistemática y continua el Rey Juan Carlos I.

Es evidente que el anterior Rey, en la práctica exilado, cometió errores varios y significativos en los años posteriores de su mandato, tanto en el terreno personal como en el público, y que ha sido la misma Institución, en representación visible de lo que la ciudadanía sentía al respecto, la que se ha visto obligada a tomar las medidas correspondientes de exclusión y alejamiento. Pero ello no debe ni puede hacer olvidar, en el respeto que la historia y la convivencia nacional exigen, las significativas y en verdad imprescindibles aportaciones que Juan Carlos I supo y pudo aportar a la normalización democrática de España.

Resulta por ello incomprensible que en las llamadas celebraciones públicas de los cincuenta años que la Institución monárquica, y con ella la democracia, cumple en la vida española haya sido excluida la presencia de Juan Carlos I. Entre otras cosas porque España era legalmente un Reino desde 1947, por lo que de verdad ocurrió hace cincuenta años fue la proclamación de Don Juan Carlos como Rey de España. No otra cosa. Su aportación a la vida en libertad de todos los españoles fue y sigue siendo decisiva. Nadie, ni en el relato histórico, ni en la percepción ciudadana, ni en el respeto institucional, gana nada con la manifiesta voluntad de exclusión que tal decisión entraña. Que, si bien mira, coincide culposamente que lo que la sanchista «memoria democrática» persigue: conseguir que los españoles olviden lo que han conseguido bajo la Monarquía de Juan Carlos I, y siguen gozando bajo la de Felipe VI, y embarcarlos en las falsedades y desvíos progresistas a los que la coalición comunista/separatista/terrorista nos tiene acostumbrados. El cuerpo institucional español, en todas sus todavía respetables variantes, tiene todavía tiempo para corregir el error de esa ausencia y recordar a los españoles lo que su historia acredita. Es decir, cómo y quiénes fueron capaces de recuperar para la nación lo que durante tiempo faltó: la democracia, la libertad, la igualdad. Entonces y ahora incomprensibles, sin apuntar lo que en su historia aportó la Monarquía de Juan Carlos I.

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