Las quintas columnas de la segunda Guerra Fría
El trípode para vencer a las quintas columnas en esta nueva guerra fría es: fortalecer la comunidad trasatlántica, fortalecer la Unión Europea, fortalecer las democracias liberales y los valores que las sustentan
Sea cual sea el desenlace de la guerra de Ucrania, tenemos ya una certeza: es el inicio de la segunda Guerra Fría, que se había larvado en los últimos tiempos, aunque –como suele suceder a lo largo de la historia– una venda, con la que vivíamos apaciblemente, nos impedía verla con claridad. Nos había cegado «el fin de la historia». Quitada la venda con la brutal invasión a Ucrania, el nuevo escenario supone un cambio radical del mundo en el que hemos vivido en los últimos treinta años.
La primera Guerra Fría se inició cuando Churchill, en Fulton el 5 de marzo de 1946, avisó que «un telón de acero había caído sobre el continente». Concluyó cuando, cuarenta y tres años después, aquel telón se derribó: fue la «caída del muro de Berlín». En aquel memorable discurso –que habría que volver a leer en estos días– Churchill contrapuso libertad a tiranía. La Guerra Fría fue la contraposición de dos modelos antagónicos e incompatibles: el mundo soviético frente al orden liberal. Aquel implantó en sus dominios una economía planificada y centralizada (el «socialismo real») y un sistema político que, bajo la etiqueta ideológica de la «dictadura del proletariado», eran férreas dictaduras dominadas por los partidos comunistas. El orden liberal se basaba en una economía de mercado libre (la llamaban también «capitalismo») y en un sistema político de democracias representativas, en las que se desplegaban el conjunto de las libertades. Sí, era libertad frente a tiranía.
Pero en aquella guerra fría hubo un fenómeno que no podemos olvidar: las «quintas columnas». Estaban formadas por quienes, en el mundo libre y gozando de sus libertades, bendecían, a veces claramente y otras solapadamente, el orden soviético y erosionaban el orden liberal. Estaban entonces al frente de las «quintas columnas» los partidos comunistas, poderosos en algunos países, a los que acompañaban el «frente cultural», que hacía de altavoz a la «vulgata marxista», que seducía a los felices medios universitarios de aquel Occidente crecientemente próspero. Sartre, al frente de los mandarines de la época, con el criterio «moral» de que a veces «había que ensuciarse las manos» justificaba los crímenes de Stalin. Todos ellos propagaban los males del capitalismo y se sumaban a las proclamas a favor de la paz que Moscú impulsaba de vez en vez. Aquella «batalla cultural» parecía estar casi perdida en algunos momentos. Albert Camus, Raymond Aron, Salvador de Madariaga y otros dieron el grito de alarma y con tenacidad combatieron los cantos de sirena de aquellos «quintacolumnistas». Al final cayó el muro de Berlín.
En la segunda Guerra Fría se van a enfrentar también dos modelos antagónicos e incompatibles: democracias liberales frente a regímenes dictatoriales. Es decir, el mundo libre (Estados Unidos, la Unión Europea con Gran Bretaña a estos efectos) frente a Rusia y China, con el liderazgo de esta en el bloque de las autocracias. El pacto entre Putin y Xi Jinping del pasado 4 de febrero ha creado una alianza que no se va a resquebrajar. El mundo basado en las sociedades abiertas, el multilateralismo con reglas y en los principios del derecho internacional de la Carta de las Naciones Unidas ha saltado por los aires y ha dado paso a esta segunda Guerra Fría.

También en esta va a haber quintas columnas, que van a librar (lo están haciendo ya) una intensa batalla cultural y política en el Occidente libre, que va a ser determinante en la vida política de las democracias liberales. No se podrá prescindir de ella a la hora de determinar prioridades, líneas de acción y alianzas entre las fuerzas políticas. ¿Cuáles son estas quintas columnas? Contemplemos, al menos, cuatro: el derrotismo, el antieuropeísmo, el nacionalismo y el pacifismo.
Llamo derrotismo a todas las voces, algunas de sesudos analistas, que propagan los males del Occidente libre: está en decadencia, carece de líderes, ha abandonado sus principios, es incapaz de enfrentarse a los retos de nuestra época, vive ensimismado. Pero si estos males existen, también hay que hablar de sus fortalezas. El PIB de todo el mundo occidental alcanza los 34 billones de euros, el doble de las autocracias china y rusa. Su ciencia y tecnología son punteras. Ha desarrollado un envidiable sistema de bienestar. Sus democracias funcionan, aunque sean deficientes. Con todos estos elementos hay que hacer un balance razonado. La auto flagelación solo favorece a los enemigos de la democracia.
El antieuropeísmo y el nacionalismo se nutren de parecidos argumentos: Europa es un proyecto fracasado, está dominado por unas élites burocráticas, asfixia a sus pueblos, traiciona a sus principios; hay que volver a la primacía de las naciones soberanas, al America first aplicado a cada nación. Pero hay que recordar que la unidad de Europa fue la más eficaz herramienta frente al imperialismo soviético en la primera guerra fría. Todo lo que contribuya a debilitar a la Unión Europea y ponga trabas a su fortalecimiento y exalte el nacionalismo es dar armas a los poderes autocráticos.
El pacifismo es el de los que claman el «no a la guerra» en abstracto, se oponen a los gastos en defensa, llaman «partidos de la guerra» a quienes hacen frente a las amenazas y muestran su simpatía a cualquier régimen autoritario. Se parecen demasiado a quienes lanzaban sus soflamas por la paz, cuando la bota de Moscú pisoteaba a los pueblos europeos en la primera guerra fría.
Estas quintas columnas se extienden a lo largo de la izquierda y de la derecha. Identificarlas y combatirlas es el primer deber. El trípode para vencerlas en esta nueva guerra fría es: fortalecer la comunidad trasatlántica, fortalecer la Unión Europea, fortalecer las democracias liberales y los valores que las sustentan. Estas son las prioridades y es la ruta por la que deben caminar los defensores del orden liberal frente a la tiranía.
- Eugenio Nasarre fue diputado a Cortes Generales