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18 de abril de 2024

En primera líneaRafael Puyol

Bisabuelos, abuelos, padres, hijos y demás familia

Hay padres que no solo no serán bisabuelos, sino ni siquiera abuelos mientras que hay personas que a las edades antiguas de ser abuelos estrenan su paternidad

Actualizada 09:53

Es cosa bien sabida que los modelos familiares han cambiado mucho. La familia nuclear o biparental compuesta por dos padres de sexo distinto y sus hijos (antes muchos más y ahora cada vez menos) sigue siendo mayoritaria, pero a ella se añaden otras modalidades como la monoparental, la adoptiva, la que no tiene hijos, la resultante de padres separados, la compuesta, la homoparental o la extensa. La complejidad es la nota dominante que define esa fórmula de convivencia que denominamos familia.
Comenzaré señalando que nunca como en estos momentos ha existido la posibilidad de que haya tantos bisabuelos. El aumento de la longevidad y el hecho de que los matrimonios fueran antes más tempranos y tuvieran sus hijos antes, permite la existencia de familias con cuatro generaciones vivas: los bisabuelos, sobre todo las bisabuelas debido a la mayor esperanza de vida de las mujeres que pueden tener 80-90 años, los abuelos, también más abuelas por la misma razón, que pueden estar en los 60, los padres entre 30-40 años y sus hijos, generalmente con menos de 15. Debido a una mortalidad más tardía crece la posibilidad de ser bisabuelo, pero por motivos de natalidad (en franca disminución) disminuye, produciéndose el hecho de que, por lo general, haya más bisabuelos que biznietos. Esta venerable condición (la de bisabuelo) se va a complicar en el futuro inmediato. La esperanza de vida va a seguir creciendo, pero hoy las parejas se casan con más edad y los hijos se tienen más tarde. En España la edad media del primer alumbramiento son los 32 años. Si se mantiene ese promedio, cuando ese hijo/a alumbre su primer vástago los padres estarán en torno a los 65 y los abuelos superarán los 90. Los bisabuelos, por lo tanto, serán centenarios. Algunos alcanzarán esa condición, pero otros no llegarán a ella, produciéndose un acercamiento entre el volumen de bisabuelos y biznietos, pero en ambos casos con cifras modestas.
Familia

Paula Andrade

Con los abuelos pasa una cosa parecida: que son más que los nietos existentes y que esa condición se va a ir alcanzando cada vez más tarde. Antes a los 40 se podía ser abuela; ahora a esa edad muchas madres alumbran su primer hijo. A esa edad o más tarde, ya que hay más niños de fecundidad asistida que nunca y muchos son concebidos a edades anteriormente impensables. Por lo tanto, hay padres que no solo no serán bisabuelos, sino ni siquiera abuelos mientras que hay personas que a las edades antiguas de ser abuelos estrenan su paternidad.
Y vayamos al núcleo duro familiar: los padres y los hijos. Aquí las variedades adquieren una riqueza inusitada. Hay menos padres que nunca porque los índices de soltería crecen sin cesar. Hay menos hijos que nunca porque la caída de los nacimientos no parece tener fin. Hay hijos engendrados que nunca verán la luz por el aumento de los abortos. Hay padres que no tienen hijos. Hay hijos que no tienen los dos padres, solo uno, normalmente la madre (familias monoparentales). Hay niños que tienen dos padres y otros dos madres. Hay padres que tienen hijos con madres distintas. Hay madres que tienen descendientes con padres diferentes. Hay vástagos de padre desconocido. No hay muchos hermanos, pero crecen los hermanastros. Hay familias con hijos de otros padres debido a la multiplicación de las adopciones. Y menos hijos que antaño repercuten sobre las otras condiciones familiares, provocando por ejemplo que haya más tíos o tías que sobrinos o sobrinas.
Muchas posibilidades, múltiples combinaciones, modalidades complejas: la diversidad es la nota dominante de lo que siempre hemos considerado como base fundamental de la sociedad. Todas han estado ahí siempre. Lo que resulta nuevo es su frecuencia estadística, la multiplicación de los casos de algunas de estas modalidades. Diferentes, pero con un común denominador que las engloba a todas: ninguna quiere estar excluida de lo que supone y significa el concepto familia. Remedando la frase del químico francés Antoine de Lavoisier, podemos decir que nada puede destruir esa unión básica y que, como tantas otras cosas en la naturaleza y la sociedad, también ella se transforma y complejiza. Pero como otros principios o instituciones, la libertad, la justicia o la universidad, la Familia, que escribo con mayúscula, nunca va a morir.
  • Rafael Puyol es presidente de UNIR
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