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29 de marzo de 2024

en primera líneaFernando Gutiérrez Díaz de Otazu

Regresión constante

Lo que está claro es que, para los problemas del presente, los «regres» tienen pocas soluciones y las pocas que aportan al debate público resultan tener consecuencias desastrosas

Actualizada 01:40

A la izquierda, en general, le gusta autodefinirse como progresista y avanzada. Sus adversarios políticos, de manera irónica y hasta cierto punto despectiva, les denominan por ello como «progres».
Sin embargo, existen pocas líneas argumentales más nostálgicas, repetitivas, cutres y hasta cierto punto casposas, que las incluidas en los argumentarios de izquierdas. Yo creo que cabría calificarlas más que de «progres», de «regres»
A los «regres» les gusta, por ejemplo, mantenernos en el análisis y el retorno a los conflictos superados, siempre y cuando aspiren a obtener rédito electoral de ello, claro está y siempre que no tengan por qué verse implicados.
Por ejemplo, el debate sobre el terrorismo de ETA y sus crímenes no resueltos, para los «regres» está superado, ya que, según afirman categóricamente, ETA ha desaparecido. Poco importa que haya más de 300 crímenes, presuntamente cometidos por miembros de la banda, sin resolver y que, en consecuencia, haya centenares de víctimas y allegados a las mismas, cuyos crímenes sean una incógnita, que, para los «regres», no merece la pena ser despejada, ya que ello les incomoda y les obliga a posicionarse ante problemas a los que hay que dar una solución real y efectiva y eso con los «regres» no va.
A ellos, a los «regres», les va más retroceder hasta la Transición, durante la cual muchos de ellos no habían nacido o, si lo habían hecho, no tenían aún uso de razón o, si lo tenían, menos del que tienen ahora. Sin embargo, saben, o dicen saber, que la Transición estuvo mal hecha y que fue un «trágala» de los unos, de los de siempre, de los malos, sobre los otros de siempre, los buenos. De nada les sirve que los propios Santiago Carrillo o Dolores Ibárruri, de los buenos, junto con Manual Fraga o Juan José Rosón, de los malos, se posicionasen a favor de la misma y que asumiesen, unos y otros, haber cometido errores lamentables y comprometerse a hacer lo posible por no volver, nunca más, ni ellos, ni sus herederos políticos, a las andadas. A los «regres» esto les da igual.
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Lu Tolstova

Y dentro de su proceso de regresión, el siguiente hito, claro está, es el franquismo, durante el cual, según expresión del propio presidente del Gobierno, se produjeron casi tantos asesinatos y enterramientos colectivos como en la Camboya de los jemeres rojos. Según él, ocupamos el segundo lugar en el ranking mundial, después de Camboya, de acuerdo con lo datos acreditados científicamente por los colectivos de expertos aportados por este Gobierno que tantos grupos de expertos acumula, aunque no se sepa dónde, ni de quiénes se trata. De cuando en cuando ocurre que, al descubrir uno de estos enterramientos colectivos, los enterrados resultan ser combatientes del bando de los malos, es decir, presuntos genocidas, exterminados antes de tener tiempo de cometer los genocidios que, sin lugar a duda, iban a cometer. En estos casos, nada, los «regres», sigilosamente, ordenan volver a enterrar y «pelillos a la mar».
En el camino de la regresión, esta pasada semana le ha tocado el turno a Simón Bolívar, que por algo se llamaría Simón y no Atahualpa, digo yo, y a su heroico movimiento de liberación continental, gracias al cual varias naciones iberoamericanas como Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, Perú o Bolivia obtuvieron su independencia de la horrible y genocida España. Se da la circunstancia de que Simón Bolívar era hijo de una familia de la aristocracia caraqueña, oriunda de la Puebla de Bolívar, en el Señorío de Vizcaya, en aquella época, cuando los Bolívar abandonaron la localidad hacia 1529, perteneciente al reino de Castilla. Pues bien, el proceso por el cual hoy se conmemora la independencia de los países denominados bolivarianos de la pérfida España fue el alzamiento de los criollos (descendientes de españoles) contra la metrópoli aprovechando el descalabro que en la vida nacional produjo la «amable visita» de los franceses al mando de Napoleón Bonaparte en los comienzos del siglo XIX. Los «regres» han corrido a posicionarse a favor de los que llevaron a cabo aquella hazaña en contra de los intereses de España y cuyos herederos, en la actualidad, reescriben la historia como a sus intereses actuales resulta de conveniencia.
Verán ustedes como el siguiente hito en este proceso de la «regresión constante» nos lleva a identificar a los comuneros de Castilla como héroes del pueblo alzados contra un monarca inmisericorde (Carlos I), cuyo único objetivo era masacrar al pueblo castellano, cuando, en realidad, las razones reales del descontento se cifraban más en la presunta pérdida de prebendas que la baja nobleza castellana veía en peligro con la llegada a la corona de Castilla de un Rey que procedía de Flandes y cuyas previsiones de distribución de las regalías inherentes a la nobleza no estaban claras. En cualquier caso, páginas de nuestra historia que, sacadas de su contexto histórico, pueden ser empleadas para promover cualquier tipo de reivindicación histórica que dé satisfacción a cualesquiera intereses espurios existentes en la actualidad. Típica táctica del manual «regre».
En este delirante proceso de reescritura de la historia no es de descartar que retornemos hasta el hombre de Atapuerca en cuanto encontremos algún vínculo entre él y alguna rama del comunismo o el fascismo prehistóricos. Y es que en célebre frase que yo atribuyo, no sé si acertada o equivocadamente, al reciente y tristemente desaparecido Fernando García de Cortázar, «en España el presente es inestable y el futuro es incierto, pero el pasado es impredecible».
Lo que está claro es que, para los problemas del presente, los «regres» tienen pocas soluciones y las pocas que aportan al debate público resultan tener consecuencias desastrosas. En su delirio por acabar con los ricos, allá donde parcialmente lo consiguen, porque con los ricos es muy difícil acabar del todo, lo que realmente producen es un crecimiento desmesurado y catastrófico de los pobres. Eso sí que se les da bien.
Seamos eficaces, busquemos soluciones viables a los problemas reales y olvidémonos de esta perniciosa obsesión por la regresión constante.
  • Fernando Adolfo Gutiérrez Díaz de Otazu es diputado nacional por Melilla del Grupo Parlamentario Popular
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