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27 de abril de 2024

En primera líneaAlfonso Ibáñez Solano

Políticos de baja estofa

El ejercicio de la política requiere ser muy consciente del bien o mal que podemos provocar con nuestras decisiones y sin duda la política y los políticos se engrandecen cuando toman decisiones que facilitan la vida a los ciudadanos

Actualizada 01:30

Decía Albert Rivera hace unos días en una entrevista que para él el momento de apretar un botón para aprobar una ley era un momento de auténtico vértigo. Y apoyaba tal afirmación con el argumento de que cuando se aprueba una ley, automáticamente se cambian muchas vidas, para bien o para mal, pero esos cambios tienen lugar. Reconozco que me gustó leer esa declaración porque a veces ciertamente necesitamos que venga alguien a decirnos que no vivimos en un mundo de locos e irresponsables, que hay personas que saben dar trascendencia a los actos que a diario acometen.
Y así ocurre también en la política y lo hemos visto estos últimos días con la ley del «solo sí es sí». Ha sido aprobarse la ley y automáticamente empezar a ver reducidas sus condenas numerosos delincuentes sexuales ante el escándalo y estupor del conjunto de la ciudadanía.
Esto ha sido así porque las consecuencias de dicha ley han tenido lugar de manera inmediata, pero se están aprobando otras leyes tan perniciosas o más que la anteriormente mencionada y no han provocado prácticamente reacción alguna siendo la explicación principal, a mi modo de ver, que sus nefastas consecuencias tendrán lugar a medio/largo plazo.
La ley trans facilita el cambio de sexo a edades demasiado tempranas a juicio de los expertos y sus nefastas consecuencias ya las conocemos por lo ocurrido en otros países como EE. UU. Con la supuesta bondad que vende la izquierda basada en el argumento de que se conceden más derechos a los jóvenes al permitírseles abortar o cambiar de sexo siendo menores de edad, en realidad lo que se está haciendo es un acto de pederastia política. La mayoría de edad no existe sólo para prohibir a los menores la toma de ciertas decisiones, sino que también y no menos importante, como barrera para evitar que los adultos abusen de una u otra manera de dichos menores imponiéndose sobre ellos con la autoridad que les da la edad, lo que jurídicamente se denomina prevalimiento.
Así, con la ley trans se les incita a tomar una decisión sin posibilidad de retorno como es el cambio de sexo, a una edad en la que no tienen la madurez para tomarla. Pueden cambiarse de sexo pero no ir a votar, conducir o comprar alcohol. La experiencia de otros países nos dice que, pasados los años, muchos de estos jóvenes se arrepienten de aquella decisión que tomaron en su edad inmadura y sufren con gran intensidad graves trastornos físicos y psicológicos derivados de su nueva realidad no deseada.
Algo muy parecido pasa con la ley del aborto, donde se les anima a mantener sexo en minoría de edad y a abortar con total libertad si así lo decide la menor. Una vez más se asaltan los derechos de los menores en aras de una ideología concreta sin contemplar los sufrimientos psicológicos que provoca en la mujer un aborto. Porque aunque no sea políticamente correcto afirmarlo, el aborto supone la eliminación de una vida real e independiente de la madre, el asesinato de su propio hijo. Es curioso que a la vez que se aprueba dicha ley del aborto, se tramita otra ley, la de bienestar animal en la que la ministra ponente Ione Belarra afirma que hay que proteger a las mascotas legalmente porque son «seres vivos y sintientes». Por lo visto para este Gobierno, un perro, un loro o un hámster son sujetos a los que hay que proteger, pero los humanos no nacidos no tienen esos derechos al no ser sujetos «vivos ni sintientes» y su valor existencial por lo tanto, es mucho menor que el de una mascota.
La naturaleza es sabia y la ley natural siempre se acaba imponiendo, es por ello que no me cabe ninguna duda de que llegará el día, más pronto que tarde, que la humanidad contemplará con auténtico horror el aborto, al igual que hoy contemplamos horrorizados las masacres del circo romano o la esclavitud.
Ilustración: manos izquierda derecha

Lu Tolstova

Nos dicen que estos y otros desatinos son culpa de la parte podemita del Gobierno, pero nada más falso. Todas estas leyes son debatidas y aprobadas en el Consejo de Ministros en el que tienen muy amplia mayoría los socialistas. Sin ellos, sin el visto bueno de Sánchez y el apoyo de sus ministros, estas leyes simplemente no existirían.
Sorprende además que entre dichos ministros haya tres magistrados que han sido incapaces de parar la tramitación de la ley del «solo sí es sí» a sabiendas de que suponía una auténtica vía de escape para tantos depredadores sexuales puestos a buen recaudo en las cárceles.
Se ha dicho de Irene Montero que su ley es un desastre porque ella es una indigente intelectual, sectaria y soberbia. Indigente intelectual por el desastre de ley que ha promovido, sectaria por razones obvias y soberbia por no haber querido contemplar los avisos de alarma que le llegaban de estamentos como el Poder Judicial o el Consejo de Estado. Y yo creo que no es justo acusar a la ministra Montero de todo ello, al menos no es justo acusarle a ella sola cuando dicha ley ha sido aprobada en el Consejo de Ministros a la que llegó propuesta por tres Ministerios diferentes. Así pues, tan responsable es Montero como Sánchez y el resto de su Gobierno.
Hoy vemos escandalizados cómo gracias al Gobierno de Sánchez depredadores sexuales salen a la calle con el riesgo que supone para cualquier mujer o niño que se cruce en su camino, y ponemos el grito en el cielo.
Lo que hoy todavía no vemos pero sí lo veremos con el paso del tiempo es el sufrimiento de tantos adultos, hombres y mujeres, que decidieron siendo todavía niños cambiar de sexo. O los traumas psicológicos de tantas mujeres que de niñas decidieron abortar porque les dijeron que «eso» que llevaban en su seno era una «cosa» que ni estaba viva ni sentía.
En esto coincido con Albert Rivera, el ejercicio de la política requiere ser muy consciente del bien o mal que podemos provocar con nuestras decisiones y sin duda la política y los políticos se engrandecen cuando toman decisiones que facilitan la vida a los ciudadanos.
Por el contrario, cuando los colectivos que están encantados con el Gobierno de turno son pederastas, depredadores sexuales, terroristas, golpistas, malversadores… podemos afirmar sin ninguna duda que estamos ante un grupo de políticos que solo provocan vergüenza y rechazo en los ciudadanos a los que dicen gobernar.
  • Alfonso Ibáñez es consultor político
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