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28 de abril de 2024

En primera líneaIgnacio Camuñas

Nos han declarado la guerra

La guerra de los enemigos de España ya está en marcha. O las fuerzas de la derecha se entienden y advierten de la gravedad de la situación o entraremos en un período muy triste y bochornoso para el futuro de nuestro país

Actualizada 08:49

De nuevo como en los tiempos de la pasada República, el PSOE en coalición con los comunistas y merced a la entente alcanzada con el nacionalismo separatista y anti español ha lanzado una declaración de guerra a la mitad del país con la pretensión de acaparar el poder sin importarle, en realidad, la ruptura de España y la convivencia entre los españoles. No nos engañemos pues, el PSOE vuelve a ser el gran problema de España en la hora actual.
Habíamos creído que el Partido Socialista encabezado por Felipe González iba a ser otra cosa. Pensábamos que por fin España tendría un gran partido socialdemócrata al estilo europeo, respetuoso con la Constitución y firmemente responsabilizado con la unidad de España, pero el Partido Socialista hoy no guarda relación alguna con el PSOE que conocimos en la transición. Convendrá reconocer, sin embargo, que esta transformación sufrida por el PSOE ha venido labrándose a lo largo de estos últimos cuarenta años.
Es preciso recordar que tan pronto como se hizo cargo de la gobernación del país, el PSOE dio unos primeros pasos preocupantes a los que no les quisimos dar la importancia que revestían. Ya habíamos aceptado con cierta ingenuidad durante los debates constitucionales el término «nacionalidades» en el artículo 2 de nuestra Constitución que se ha demostrado muy equívoco y perjudicial, debido a sus diversas y polémicas interpretaciones. Otros compañeros suyos defendían también la idea de España como «nación de naciones», de tal manera que podríamos decir que ya entonces dentro del socialismo español existía una dudosa y confusa idea de la realidad nacional de España.
Poco tiempo después el PSOE presionaría descaradamente al Tribunal Constitucional para que fallara a favor del decreto de expropiación de RUMASA que acabó produciendo la dimisión del propio presidente de dicho Tribunal. Pero no tardaríamos en comprobar cómo el PSOE daría un nuevo manotazo a la Justicia cambiando las reglas establecidas por la propia Constitución para el nombramiento de los miembros del Consejo General del Poder Judicial en la nueva ley de 1985. Por aquel entonces se hizo popular la frase pronunciada por el vicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra cuando llegó a afirmar que Montesquieu había muerto.
Pero habrá que esperar a la llegada de Rodríguez Zapatero para que el PSOE finalmente se quite la careta y deje traslucir su verdadero propósito de poner en solfa los presupuestos de la Transición arruinando el espíritu de concordia que había presidido los primeros años de nuestra andadura democrática. La propuesta de condenar el régimen de Franco en una sesión plenaria del Congreso de los Diputados, sin que la izquierda asumiera responsabilidad alguna en lo acontecido en España antes de la Guerra Civil, suponía ya de forma manifiesta el intento de arrinconar a la derecha y hacerla responsable de todo lo acontecido durante la Guerra Civil y posteriormente durante el régimen del general Franco. El PP, increíblemente, se avino a participar en esa encerrona y naturalmente dejó abierta la puerta para la inmediata aprobación de una Ley de la Memoria Histórica que ha propiciado ya en nuestros días el injustificado asalto al Valle de los Caídos y el macabro traslado de los restos de Franco al Cementerio del Pardo, entre otras varias iniciativas de discutible y muy dudosa necesidad.
Ilustracion psoe

Lu Tolstova

Pero naturalmente las cosas no habrían de quedarse ahí. El Partido Socialista de Cataluña, muy pronto después, concluiría el Pacto del Tinell, junto con el resto de fuerzas de la izquierda de Cataluña prometiendo Zapatero a Maragall que aceptaría sin más en el Congreso de los Diputados el proyecto de Estatuto que aprobara en su momento el Parlamento de Cataluña, proyecto que resultó en muchos de sus artículos manifiestamente anticonstitucional.
No quiero extenderme en más detalles pues lo que en realidad pretendo dejar bien claro es que el PSOE y no simplemente Pedro Sánchez es el que ha puesto en marcha la deriva de nuestro país que padecemos actualmente. El intento de ruptura de España ya está en marcha. Sus autores no pretenden realizarlo de golpe y violentamente –pues ya tienen aprendida la lección– sino por etapas y a través de las concesiones que día tras día vayan obteniendo del Gobierno dejando en papel mojado lo escrito y refrendado en la Constitución.
No estamos, en verdad, en el 36 sino en 2023 pero el camino que lleva España en estos momentos se parece demasiado a la situación vivida entonces. Fuerte polarización en la vida cotidiana del país. Proyecto de exclusión de la derecha del panorama político. Fuerzas separatistas al frente de dos regiones del territorio nacional de particular significación. Un nivel de enfrentamiento y grosería en los debates parlamentarios que asusta. La calle cada vez más movida. Europa observándonos impávida, sin hacer nada de relieve. Una derecha, por último, fragmentada y fuera de juego.
No habrá tiros ni fuego como ocurrió aquel entonces porque el Ejercito ya no está para eso. La Corona corre el riesgo de servir de trampantojo a un Gobierno sedicioso que la utilizará para blanquear su proyecto totalitario. Los ciudadanos confundidos y sin saber qué es lo que realmente pasa y sobre todo sin saber qué hacer. Manifestarse sí y después ¿qué?
La guerra de los enemigos de España ya está en marcha. O las fuerzas de la derecha se entienden y advierten de la gravedad de la situación o entraremos en un período muy triste y bochornoso para el futuro de nuestro país. Y este entendimiento que propugno es solo el principio de lo que conviene hacer porque será necesario articular otras muchas medidas que me parecen imprescindibles y que no es el momento de enunciar; pero insisto, con una derecha sin estrategia común y empeñada en no entenderse, va a resultar que el país quede a la deriva.
  • Ignacio Camuñas Solis fue ministro para las Relaciones con las Cortes (1977-1979)
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