80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa
En la explosión de las hostilidades se situó una nación culta y vanguardista. Alemania, tierra de grandes compositores musicales como Richard Wagner y de brillantes filósofos, entre otros, Immanuel Kant o Friedrich Hegel, adoptó con furor un movimiento dictatorial y criminal
Este 8 de mayo se conmemora el octogésimo aniversario de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial en Europa, cuyo inicio se produjo el 1 de septiembre de 1939 con la invasión alemana de Polonia.

Dos días antes de la toma de Berlín por parte del Ejército Rojo, Adolf Hitler se suicidó junto a su esposa Eva Braun. Aconteció el 30 de abril de 1945 en el búnker de la Cancillería en Berlín, capital del Tercer Reich. De ese modo, el Führer quiso evitar la humillación de su captura por parte del Ejército Rojo. En su testamento, había designado presidente del país al almirante Karl Dönitz.
El nuevo Jefe del Estado Mayor del gobierno provisional nazi en Flensburgo, el general de la Wehrmacht, Alfred Jodl, se encargaría de firmar el acta de capitulación incondicional de Alemania ante el Ejército Aliado. El hecho tuvo lugar en la sede del Cuartel General Supremo Aliado, comandado por el general estadounidense Dwight D. Eisenhower, en Reims (Francia), a las 02:41 horas del 7 de mayo de 1945. No obstante, el dictador soviético Josef Stalin exigió una rendición ante sus tropas, refrendada un día después por el mariscal Wilhelm Keitel ante su homólogo comunista, Gueorgui Zhúkov, en Karlshorst (Berlín). Así, esta nueva rúbrica se produjo a las 22:43 del 8 de mayo de 1945. Sin embargo, no entraría en vigor hasta las 23:01, horario en Europa Central, correspondiente ya al 9 de mayo en Moscú. Por ello, los rusos celebran el Día de la Victoria en esa fecha distinta a los países europeos.
Sea como fuere, la noticia voló por todos los rincones del planeta. Y tras conocerla, cientos de miles de ciudadanos se echaron a las calles para expresar su júbilo. Se acababa así una pesadilla en Europa, extendida durante casi seis años. No obstante, deberían transcurrir cuatro meses más para que el conflicto concluyera definitivamente, con la rendición del Ejército de Japón, formalizada ante Estados Unidos el 2 de septiembre de 1945.
La guerra más mortífera
Considerado el conflicto bélico más sangriento de la Historia, la Segunda Guerra Mundial dejó a su paso un reguero de muerte, destrucción y crueldad jamás antes contemplado. Prueba de ello lo constituye su escalofriante número de muertos, unos 60-70 millones de soldados y civiles, según las estimaciones más extendidas por los expertos.
Pero al margen de las aterradoras estadísticas, la confrontación armada causó unas profundas cicatrices morales en el Viejo Continente. Considerado hasta entonces una cuna de la civilización avanzada y garante de los valores universales, por el contrario, reveló la cara más oscura de la Humanidad.
Sorprendentemente, en la explosión de las hostilidades se situó una nación culta y vanguardista. Alemania, tierra de grandes compositores musicales como Richard Wagner y de brillantes filósofos, entre otros, Immanuel Kant o Friedrich Hegel, adoptó con furor un movimiento dictatorial y criminal. Así, el nacional-socialismo (que no se obvie este último término), movimiento político creado por Adolf Hitler, se extendería como un virus desde los años 30.
Las falsas tesis del nazismo
Apoyado en el lebensraum, principio geopolítico que le confería derecho a expandir sus fronteras para ampliar el denominado espacio vital de la nación, el Führer se autoconcedía la potestad de invadir o anexionarse aquellos territorios que considerara oportuno.
Como habitualmente todo régimen totalitario se apoya en algún falso mito, introdujeron el concepto de superioridad racial aria frente al resto de seres humanos, considerados inferiores.
Esos principios, sazonados con una crisis económica galopante, el orgullo nacional mancillado por la derrota humillante en la Primera Guerra Mundial y las duras condiciones impuestas por sus naciones vencedoras a través del Tratado de Versalles (1919), prenderían la mecha del nazismo. Así, el populismo y la demagogia de un 'Mesías' que prometía devolver el orgullo y la prosperidad perdidos a Alemania, arrastró al abismo no sólo al país, sino al resto de Europa y del planeta.
Continuando con el manual clásico de todo dictador, Hitler, tras acaparar un poder omnímodo, se inventaría un culpable externo de todos los males que asolaban a su patria: los judíos. Su persecución y asesinato masivo dio lugar al tristemente famoso Holocausto, que causó el exterminio de entre seis y doce millones de personas. El Tercer Reich se convertía en una industria de la muerte a través de los campos de concentración. En sus cámaras de gas, también serían asesinados decenas de miles de opositores políticos, discapacitados, homosexuales y miembros de minorías étnicas como la gitana.
- Javier Prieto Pérez es periodista