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En primera líneaEmilio Contreras

La proletarización de la clase media

La clase media está viendo mermados sus ingresos y su estabilidad profesional en un proceso lento pero implacable que empuja a muchos de sus miembros a la expulsión de la clase a la que han pertenecido

No nos engañemos, la democracia es un sistema de gobierno que solo es posible en países con una amplia clase media y una llamada clase trabajadora con un nivel satisfactorio de justicia y protección social. Esos son los cimientos de un régimen democrático. Alexis de Tocqueville lo vio cuando hace casi dos siglos visitó los Estados Unidos y escribió: «La democracia no sólo es una forma de Estado, es un estado de la sociedad».

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El Debate (asistido por IA)

En España, el liberalismo y la democracia no tuvieron un sustento social sólido durante siglo y medio por la endeblez de sus clases medias y la pobreza de su clase trabajadora. Y esa es la razón por la que fracasaron a lo largo del siglo XIX y en el primer tercio de siglo pasado.

El éxito de la transición en paz a la democracia se debió esencialmente a que en sólo quince años, entre 1960 y 1975, la economía española tuvo un crecimiento sin precedentes y alumbró por primera vez en nuestra historia una amplia clase media y una clase trabajadora que había salido de la pobreza.

Pero desde hace algunos años las clases medias están viendo mermados sus ingresos y su estabilidad profesional en un proceso lento, con un goteo casi imperceptible en el día a día que empuja a muchos de sus miembros a descender por los escalones que les conducen a la expulsión de la clase a la que han pertenecido.

Con este panorama, el malestar social de fondo está servido. Para decirlo con claridad, son muchos los españoles que, expulsados de la clase media, se han «proletarizado». No es un hundimiento súbito, es una lenta degradación, el trasvase de una clase a otra casi imperceptible en el día a día pero implacable a medio plazo.

Se me dirá que este peligro sólo lo ve alguien que quiere ignorar la realidad económica de España o hace un ejercicio de sectarismo político, porque somos el país cuya riqueza más crece de la UE. Y es cierto que crece en cifras globales y macroeconómicas, pero hay unos datos que revelan con toda claridad que esa riqueza cada vez llega en menor cuantía a la clase media y a la trabajadora.

A las cifras triunfalistas que exhibe el Gobierno se enfrentan otras tan contundentes o más que nos muestran la otra cara de la realidad social de España.

El Informe Foessa, publicado en La Vanguardia el 9 de enero, daba unos datos estremecedores: 3,4 millones de españoles viven hacinados o en 'nanopisos'; el 7% de la población reside en espacios con menos de 15 metros por persona; y viven en «exclusión social», especialmente por la vivienda, casi 9 millones de españoles, el 20% de la población.

El 4 de julio se publicó en El País un informe del Colegio de Comisarios de la UE, según el cual el 40% de los inquilinos españoles dedica el 40% de sus ingresos al alquiler, frente al 27% de media en la Unión Europea. Y unos meses antes, el 13 de diciembre, el gobernador del Banco de España afirmó en Antena3 que en España se construyen anualmente 100.000 viviendas y se rehabilitan 20.000, mientras que el número de hogares que se crean al año más que dobla esa cifra.

El gobierno exhibe como un gran avance haber subido el salario mínimo, pero tan importante como éste o más, es el salario medio. Porque en nuestro país hay 12,5 millones de españoles –casi el 60% de quienes tienen un empleo– que reciben un salario mensual de 1.200 euros; y el salario medio es de 2.290 euros. Esos datos son un ejemplo claro del declive de la clase media, muchos de cuyos miembros nutren ahora la clase trabajadora.

La desigualdad está servida. Y es el Estado el que tiene en sus manos los medios para acabar con ella. Pero no parece que el gobierno esté haciendo mucho para combatirla. Según el informe de Fedea, publicado en El País el 3 de febrero, el gobierno recauda ahora más impuestos que nunca, pero está en mínimos la reducción de la desigualdad. Está claro, el incremento de la riqueza se queda en las capas altas y medias altas de la sociedad española. Y se da la paradoja de que hay más riqueza pero somos más desiguales con el gobierno más a la izquierda, o eso dicen ellos, que ha tenido España desde 1977. Y el pagano es la clase media.

Estamos viviendo un proceso de regresión social que reduce y debilita a la clase media. Desde la década de los 60 del siglo pasado y hasta hace unos años, los españoles ascendían, generación tras generación, por la escalera social, y ahora, por primera vez, la tendencia se ha invertido. Algo que, además de injusto, es una riesgo para la estabilidad del país.

La experiencia histórica enseña que los conflictos políticos y sociales se avivan cuando la clase media ve que sus problemas no tienen solución. Y el de la vivienda es sólo un ejemplo. Cuando la desesperanza se apodera de un sector significativo de la ciudadanía, se acaba convirtiendo en una amenaza.

Emilio Contreras es periodista

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