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23 de abril de 2024

tribunamanuel alfonseca

La fe de los científicos ateos contemporáneos

Creer en Dios y el ateísmo son, por supuesto, incompatibles. Pero la ciencia no tiene nada que ver con ninguna de las dos posturas, porque la ciencia jamás podrá demostrar ni que Dios existe ni que Dios no existe

Actualizada 03:47

Hace unos años dicté una conferencia sobre el tema del título, que a primera vista puede parecer paradójico, aunque en realidad no lo es; pues mucho, si no todo, de lo que los ateos contemporáneos dicen acerca de Dios, en cuya existencia no creen, puede considerarse fe, mala filosofía o cientificismo, pero no ciencia.
La ciencia se ocupa del mundo material, con el que podemos experimentar para obtener confirmaciones o refutaciones. La filosofía está hecha de especulación mental sobre cosas que pueden o no existir (por ejemplo, el multiverso). Es un campo importante del conocimiento humano, pero aquí hay un problema: aunque muchos científicos ateos desprecian la filosofía, hacen constantemente filosofía sin ser conscientes de ello.
El problema con muchos científicos ateos es que no saben filosofía. Stephen Hawking, al comienzo de su libro El gran diseño (2010), escribió esto: «La filosofía está muerta, los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda del conocimiento». Y a continuación propone una teoría del realismo de modelos que es filosofía, no ciencia. Es decir, se puso a hacer filosofía justo después de haber dicho que la filosofía ha muerto. La confundió con la ciencia.
Cuando hablan de filosofía, los ateos suelen mostrar su ignorancia. Sus argumentos están llenos de falacias, de las que a menudo no son conscientes. O bien parten de un concepto erróneo, como confundir la nada con el vacío, o bien se les escapa una premisa, como en el argumento del mal, y cuando se les señala ese olvido, para huir de esa premisa caen en falacias clásicas. O lo que es peor, recurren a la falacia ad hominem. Esto me ha pasado mucho. Pero es muy fácil pillarlos, y cuando se les dice que caen en falacias, no se lo creen y suelen enfadarse.
El ateísmo es una fe basada en el problema del mal, que se puede resumir así: «Si existiera un Dios Bueno y Todopoderoso, sería capaz de hacer cualquier cosa y no querría que existiera el mal. Por lo tanto, como vemos que el mal existe, se deduce que no existe un Dios Todopoderoso y Bueno.» Este es el argumento ateo más típico. Una vez, en un debate, alguien lo planteó y le respondí: «Necesitas un paso más: primero tienes que demostrar que es lógicamente posible hacer un universo en el que no exista el mal». Me respondió: «No, porque yo defino a Dios Todopoderoso como quien puede hacer cualquier cosa, incluso lo que sea lógicamente imposible». Esta es la conocidísima falacia del hombre de paja. Se define un Dios diferente del Dios en quien creemos. Después se prueba que ese Dios no existe. Cierto, ese Dios no existe, pero no se ha demostrado nada acerca del Dios en quien creen los cristianos, que es Todopoderoso, pero no puede hacer imposibilidades lógicas.
Si creemos en Dios, y creemos que Dios creó el universo, entonces nuestro universo resulta ser más probable, pues es altamente improbable que sea posible la vida en un universo que hubiese surgido por azar.
Este hecho, que se denomina ajuste fino, fue descubierto por la ciencia a finales de los años ochenta, y echó por tierra muchas hipótesis ateas. Para contrarrestarlo inventaron la teoría del multiverso, que afirma que nuestro universo no es único, que hay muchos, la mayoría de los cuales no son compatibles con la vida; y nosotros tenemos que estar en un universo compatible con nuestra existencia. Sin embargo, la teoría del multiverso no es ciencia, es filosofía. No se puede probar científicamente que existan otros universos, porque para hacerlo tendríamos que salir del nuestro.
Personalmente, soy agnóstico sobre la existencia del multiverso. De hecho, no me importa que lo haya o no. Si Dios ha hecho un universo, ¿por qué no varios?
El ajuste fino muestra que la vida es muy poco probable. Sin embargo, aquí estamos. Si Dios existe y creó un universo, es lógico esperar que crearía un universo donde la vida fuese posible. ¿Para qué querría Dios crear un universo vacío? Por eso creer en Dios hace que nuestro universo sea más probable, porque parece haber sido diseñado para hacer posible la vida. Muchos ateos, que niegan que Dios exista, suelen decir que el universo ha surgido espontáneamente de la nada. Esto es imposible, porque la nada no existe, y nada puede surgir de lo que no existe. Los filósofos griegos lo sabían perfectamente hace más de 2.500 años, pero muchos científicos ateos ni siquiera se han enterado de una idea filosófica tan sencilla.
Esta es una confusión atea típica. Cuando hablan de la nada, realmente se refieren al vacío. Pero el vacío no es la nada, es algo, pues tiene propiedades: espacio, tiempo, energía, existencia. Lo que tiene propiedades no puede ser la nada, tiene que ser algo, y por tanto queda pendiente el problema de su causa. Si aceptamos que el universo salió del vacío, la pregunta siguiente es esta: ¿de dónde salió el vacío?
La ciencia y la fe no son incompatibles. Los que son incompatibles son la fe y el ateísmo. Pero como muchos ateos dicen hacer ciencia cuando están defendiendo el ateísmo, ven incompatibilidad entre la ciencia y la fe. De hecho, lo que hacen no es ciencia, sino cientificismo. La verdadera incompatibilidad está entre la fe en Dios y la fe en que no hay Dios. Creer en Dios y el ateísmo son, por supuesto, incompatibles. Pero la ciencia no tiene nada que ver con ninguna de las dos posturas, porque la ciencia jamás podrá demostrar ni que Dios existe ni que Dios no existe. Por definición, la ciencia es el estudio del mundo material, y Dios no forma parte del mundo material, por lo que está fuera del alcance de la ciencia. En palabras de Joseph Ratzinger (después Papa Benedicto XVI): «Dios está esencialmente fuera de nuestro campo visual, por mucho que extendamos sus límites» (Introducción al cristianismo).
  • Manuel Alfonseca es profesor de la Universidad Autónoma de Madrid
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