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20 de abril de 2024

TribunaJosep Maria Aguiló

Los Beatles y yo

A pesar de los años transcurridos, siguen siendo mi banda preferida y su música continúa siendo todavía hoy un referente para millones de personas en todo el mundo

Actualizada 01:25

El 10 de abril de 1970, el diario británico Daily Mirror publicó en portada un titular que para millones de personas supuso, en cierto modo, el final no deseado de una época musicalmente maravillosa: «Paul deja Los Beatles». Como bien dice un buen amigo mío, a veces parecería que los periódicos nacimos casi sólo para dar malas noticias.
Personalmente, siempre me he considerado un fan incondicional de Los Beatles, aunque, en sentido estricto, no puedo ser considerado un «beatlemaníaco» de primera generación, pues cuando el gran cuarteto de Liverpool se formó yo aún no había nacido y cuando se separó yo apenas tenía seis añitos y ocho meses recién cumplidos. Lo más correcto y exacto sería decir que soy un seguidor totalmente entregado a Paul, John, George y Ringo desde 1979, año en que compré y escuché por vez primera el disco The Beatles: 20 éxitos de oro. Fue justo entonces cuando me convertí en un auténtico devoto del grupo.
Cada vez que escuchaba ese increíble vinilo, me entraban ganas de emular fielmente a sus primeras fans, pues sentía unos incontenibles deseos de gritar, de llorar, de tirarme de los pelos e incluso de desmayarme lánguidamente, aunque quizás no siempre con esa misma intensidad.
Fue también a finales de los setenta cuando descubrí a otros grandes grupos británicos o norteamericanos de la década prodigiosa, como Los Searchers, Los Dave Clark Five, Los Beach Boys, Los Byrds o Gary Lewis y Los Playboys, que también me gustaban mucho. Entre mis favoritos se encontraban igualmente dos excelentes grupos españoles de la época, Los Brincos y Los Pekenikes. Todos ellos formaban parte de mi «top ten» musical particular, pero aun así he de reconocer que no consiguieron desbancar nunca a Los Beatles del lugar preeminente que han ocupado de manera invariable en mi corazón.
De Los Beatles me fascina especialmente su primera época, la de canciones maravillosas como Love me do, She loves you, A hard day's night, Help!, Yesterday, I feel fine o Ticket to ride, por citar sólo algunas pocas. Sus melodías, sus armonías y sus coros de entonces me parecían realmente insuperables. Podríamos decir que esa fue la época más «yeah, yeah» del grupo, no sólo a nivel musical, sino también a nivel de imagen, pues los cuatro llevaban el pelo largo hasta las cejas y tenían un punto rebelde, aunque también es verdad que a la vez iban siempre muy arregladitos, conjuntados en todos sus trajes, con corbata –¡ojo!– y perfectamente afeitados.
Por lo que respecta a lo que podríamos definir como su segunda época, en ese periodo se percibe con claridad una progresiva evolución de Los Beatles en todos los sentidos. Dejan de hacer giras, sus nuevas canciones se van alejando poco a poco del vibrante pop de sus inicios, empiezan a sentirse atraídos por la psicodelia, entran en contacto con la cultura de la India y se dejan crecer la barba y el bigote, ahorrando aún algo más en peluquerías y barberos. Sí, Los Beatles cambiaron muy profundamente entonces, pero siguieron componiendo temas igualmente excelentes, como In my life, Girl, Paperback writer, Eleanor Rigby o Here comes the sun.
Tanto en una época como en otra, mi favorito fue siempre Paul McCartney, aunque admiraba también mucho a los otros tres integrantes de la banda. El origen de mi mayor sintonía con Paul estaba relacionado con el hecho de que ambos teníamos en común una misma particularidad. Como es bien sabido, Paul tocaba la guitarra con la mano izquierda. Y como yo también soy zurdo, si alguna vez hubiera aprendido a tocar dignamente la guitarra eléctrica que de niño me regalaron los Reyes Magos, la hubiera tocado también siempre con la mano izquierda. Ya saben ustedes que las pequeñas complicidades personales siempre acaban uniendo mucho.
Imbuido por esa complicidad, soñé durante un tiempo con crear un grupo de música pop en mi tierra natal, la isla de Mallorca, fantaseando con la idea de triunfar primero en toda España y luego ya fuera de nuestras fronteras. Sin embargo, no conseguí convencer a mis dos hermanos ni a ninguno de mis amigos de entonces para crear ese grupo. Yo creo que un hándicap casi decisivo fue que no sabía cantar, ni tocar la guitarra, ni la batería, ni el órgano eléctrico. En realidad, sólo sabía tocar la armónica y la pandereta, y además con un repertorio algo limitado, compuesto esencialmente por boleros y por villancicos que interpretaba en Navidad.
Ha pasado ya algo más de medio siglo desde aquel histórico titular del Daily Mirror que preludiaba la separación de Los Beatles y algo menos de tiempo desde que felizmente los descubrí en un primer vinilo recopilatorio. Pero a pesar de los años transcurridos, siguen siendo mi banda preferida y su música continúa siendo todavía hoy un referente para millones de personas en todo el mundo. Raro es el día en que alguna emisora no pone una canción suya o en que algún diario no nos recuerda lo grandes que fueron. Lo grandes que aún son.
Cuando rememoramos hoy todo lo que hicieron creativamente Los Beatles y otros grandes grupos británicos, americanos o españoles en los años sesenta, nos damos cuenta de que, de algún modo, aún seguimos un poco anclados en esa década prodigiosa. La diferencia principal entre entonces y ahora quizás sea que cuando hoy tenemos ganas de gritar, de llorar, de tirarnos de los pelos o de desmayarnos lánguidamente suele ser ya, normalmente, por otras cosas.
  • Josep Maria Aguiló es periodista
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