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TribunaJosep Maria Aguiló

El cielo abierto

Por muy densas y oscuras que puedan parecernos en ocasiones las nubes que divisamos en el horizonte, tras ellas se encuentran casi siempre las estrellas, la luna, el sol o el firmamento

Actualizada 03:38

En una tarde aún algo invernal de febrero de 2001, varias personas nos encontramos en el interior de una de las acogedoras salas de los Cines Renoir de Palma de Mallorca. Estamos en silencio y expectantes. Poco a poco se van apagando las luces y se ilumina la pantalla.

Tras varios tráilers, empieza por fin la película que hemos ido a ver. Coincidiendo con el inicio de los títulos de crédito, la primera imagen que aparece es la de un plano panorámico aéreo nocturno de Madrid, que nos muestra a un chico joven algo encogido que cruza una calle para intentar hablar con una chica. Parece que ella intenta evitarle, algo inquieta, pero no acabamos de estar del todo seguros de ello. De fondo, escuchamos la preciosa canción Again, interpretada por la gran cantante y compositora Olga Román.

Mientras seguimos escuchando Again, se suceden rápidamente brevísimos planos, todos ellos filmados también de noche. En un gran edificio de oficinas, una empleada de la limpieza está pasando un paño por un cristal de la fachada, mientras un administrativo aún está sentado en su mesa de trabajo y otro está a punto de irse, tras una jornada que intuimos que habrá sido de nuevo para los tres algo rutinaria. Muy cerca, varios autobuses semivacíos coinciden en una rotonda y en una avenida, momentos antes de empezar a separarse para recorrer cada uno distintas calles de la ciudad. Dos taxistas juegan al ajedrez sobre el capó del vehículo de uno de ellos, hasta que de repente empieza a llover. Ambos se despiden brevemente y se van.

Continúan los títulos de crédito. La lluvia poco a poco se va intensificando. Una mujer sale de un hotel y toma un taxi, mientras un hombre que caminaba detrás de ella se detiene y observa cómo ese vehículo rápidamente se marcha. Pensamos que ambos habrán tenido tal vez una cita secreta. Quizás no se vuelvan a ver jamás. Una chica joven espera sola, en una marquesina, a que llegue su autobús. Vemos que tiene frío. Lo tiene también la joven pareja inmigrante que está sentada justo enfrente, igualmente esperando. Un chico se acerca hasta un kiosco para comprar el periódico del día siguiente, que, seguramente, estará ya algo mojado.

Sigue lloviendo. Continúan sonando los hermosos acordes de Again mientras seguimos viendo retazos fugaces de vidas que quizás podrían ser también las nuestras o de las que de algún modo querríamos saber más. En el comedor de un edificio algo antiguo, un hombre mira la televisión, poco después la apaga y se va a descansar a su cuarto. En las afueras, unos camioneros se disponen a pernoctar en el interior de sus propios vehículos. La cámara nos muestra a continuación la habitación de la casa del protagonista de esta historia. Parece que poco a poco está dejando ya de llover. Terminan los títulos de crédito. Acaba de empezar la extraordinaria El cielo abierto. Su director es Miguel Albaladejo, uno de los mejores y más brillantes directores que ha dado el cine español en las últimas décadas.

En El cielo abierto aparecen todas las grandes virtudes del cine de Albaladejo, que no son pocas, siendo tal vez la principal la de presentarnos con gran credibilidad situaciones cotidianas con las que nos podríamos identificar muy fácilmente, potenciadas además con unos diálogos que denotan una gran frescura y naturalidad. En el caso concreto de esta película, todos los personajes que aparecen en la misma nos parecen además tan auténticos y reales, que creo que si en algún momento de El cielo abierto saliera de repente alguno de nosotros mismos en la pantalla, en el fondo no nos sorprendería demasiado.

Quienes hayan tenido la fortuna de haber visto alguna vez alguna obra cinematográfica de Albaladejo, seguramente estarán de acuerdo con esa apreciación personal. Estoy pensando ahora también en La primera noche de mi vida, Manolito Gafotas, Ataque verbal o Nacidas para sufrir, que ha sido la última que ha rodado hasta ahora, hace ya trece años. Desde entonces, por suerte, ha podido seguir demostrando su profesionalidad y versatilidad en varias series de televisión a lo largo de estos últimos años.

Las películas citadas y las que conforman el resto de la filmografía de Albaladejo reúnen otras dos grandes virtudes suyas como cineasta, como son su elegante manera de rodar y su gran dirección de actores. En el caso de El cielo abierto, así ocurre con Sergi López, Mariola Fuentes, María José Alfonso, Emilio Gutiérrez Caba, Elvira Lindo –excelente escritora y coguionista además del filme– o Geli Albaladejo, maravillosa actriz que tristemente nos dejó en septiembre del pasado año.

Si hoy tuviéramos que recomendar El cielo abierto a quien aún no la haya visto, le diríamos que es una agridulce historia de amor y de desamor, de encuentros y de desencuentros, pero sobre todo de personas que a pesar de los problemas que tienen deciden no resignarse, mientras al mismo tiempo buscan un poco de afecto y de felicidad. En cierto modo, el filme es sobre todo un canto a la esperanza y a la vida. Lo era ya en aquella lejana tarde aún algo invernal de 2001 y lo sigue siendo todavía ahora.

Con esta película, Albaladejo consiguió convencernos ya para siempre de que por muy densas y oscuras que puedan parecernos en ocasiones las nubes que divisamos en el horizonte, tras ellas se encuentran casi siempre las estrellas, la luna, el sol o el firmamento. Más pronto o más tarde, casi todos acabamos viendo siempre, a pesar de todo, el cielo abierto.

  • Josep María Aguiló es periodista
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