Desesperanza, desilusión, incredulidad
Nadie ve un futuro para España, al menos en los próximos años, pues el Gobierno que continúe tendrá que hacer tantos cambios, tantas anulaciones de leyes que, será un sacrificio en los años venideros. Solo pensar en la deuda externa pone los pelos de punta
En España hemos pasado, en pocos años, de la tranquilidad a un estado de desaliento; el desánimo se ha apoderado de las personas. Ya nadie piensa en un futuro amable.
Todo el mundo está descorazonado pensando que esto no tiene solución. Desde hace tiempo, y no sólo estas últimas semanas, desayunamos, junto con el café, unas noticias espeluznantes que hacen que nunca hubiéramos imaginado que llegaran a estas cotas. Mientras extendemos la mantequilla sobre la tostada, y buscamos la mermelada para acompañarla, pensamos en todo lo que ha cambiado en esta sociedad y en estos últimos años. Retrotraemos nuestro pensamiento a otras épocas en que la vida, con todos sus problemas, nos planteaba otras perspectivas diferentes. Desde luego mucho más placenteras y agradables. Algún amigo, en el café del mediodía, nos relata que la vida no sólo cambió en España, sino que el mundo está totalmente cambiado. Y esa afirmación, que tiene su razón, no nos justifica que en nuestro entorno más cercano ocurran estas cosas. La imaginación ya no da más de sí. Tanta inmundicia es imposible taparla y, por supuesto, comprenderla por el ciudadano de a pie. Relato tapa relato. El albañal espero, que pronto desaparezca. El efecto dominó sigue su curso y el castillo de naipes se cae.
Ya se nos olvidó lo que pasó hace dos semanas. La memoria es débil y el relativismo, de muchos, intenso. Frente a los que pensamos que han cambiado los pilares de la argamasa intelectual y moral, y los que creemos que el mundo debería moverse por otros senderos, están los que comprenden, justifican y defienden otros principios que, a los que tenemos un mínimo de integridad, nos asquean. Así dicho claramente: asco. Los políticos deberían tener entre sus mandamientos un objetivo de servicio y de responsabilidad hacia sus conciudadanos y, sin embargo, conducen en sentido contrario, anteponiendo sus intereses personales frente a los de la comunidad. Entendemos que se puedan equivocar y, en ciertas ocasiones, no tomar la decisión más correcta o mejor, pero lo que el pueblo no entiende es que el lodazal y la porquería aniden entre nosotros. Muchos políticos tienen como un primer, y a veces único, objetivo enriquecerse cuanto más, y más rápido, mucho mejor. En el momento de incertidumbre en el que estamos, es necesario plantear coherencia y valores morales. El Consejo de Ministros y parte del Parlamento no lo han demostrado hasta ahora, pues muchas de las decisiones tomadas han sido colegiadas, y aplaudidas cuando no aprobadas con sonrisas, gestos y otras menudencias. Los corifeos y palmeros son muchos. No he oído una opinión que no justifique esta situación y si alguno lo hizo con palabras, no fueron seguidas por hechos concretos. Son también responsables. Para muchos esta legislatura es buena y hay que seguir. El tú más ya no funciona. Es necesario que se demuestre honorabilidad, al menos en esta ultima etapa. Muchos lo harán por cansancio moral y otros por necesidad vital buscándose las lentejas en otro lugar. Ya es hora.
Cuando escribo estas líneas al albur de un agotamiento juicioso, espero que las dimisiones, las bajadas del barco, las huidas tácticas y las ratificaciones en lo que es legal, aunque tarde, será bienvenido. Poner tierra de por medio es el lema que circula. Ya nadie conoce a nadie, ya nadie se fía de nadie, todos se graban desde hace tiempo y la desconfianza anida en el barco que está a la deriva y en pánico los que navegan en la sentina.
Es posible que antes de que estas líneas vean la luz, la legislatura haya acabado.
La incredulidad da paso a la desilusión y esta a la desesperanza. Nadie ve un futuro para España, al menos en los próximos años, pues el Gobierno que continúe tendrá que hacer tantos cambios, tantas anulaciones de leyes que, será un sacrificio en los años venideros. Solo pensar en la deuda externa pone los pelos de punta y todos estos cambios no se podrán hacer sin renuncias y privaciones. Así será, pero tenemos que pensar en que un país que tuvo tantos logros en el pasado no puede hundirse en la ciénaga de la amargura y la frustración. Vendrán aires frescos, ideas nuevas, personas diferentes que nos devolverán la ilusión, a pesar de que en algunos momentos puedan generar desaliento y algún que otro desacierto, pero en líneas generales será diferente. Tendremos otras perspectivas. Al menos, así lo espero.
Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de doctores de España