El castellano nos abre el futuro
El Instituto Cervantes confirma que en 2024 los hispanohablantes superaron los 600 millones y que más de 24 millones de personas estudian español como lengua extranjera. No es solo cultura; es toda una oportunidad de captación de talento, de atraer investigación, de desarrollo económico y social, etc...
El pasado día 7, El Debate publicaba una interesante información de Sandra Ordóñez titulada «Las familias quieren que sus hijos estudien en español en Navarra: se dispara la lista de espera en castellano».
En mi condición de exconsejero de Educación del Gobierno de Navarra, al hilo de la misma, me gustaría formular algunas reflexiones que ratifican el acierto de las familias que fomentan que sus hijos dominen nuestra lengua común:
Afrontamos un crudo invierno demográfico. Este golpea de lleno, entre otros, al sistema educativo en casi todas sus etapas preuniversitarias. Y ya está a las puertas del campus: en los próximos cursos llegarán menos jóvenes a las universidades porque, tras 2008, nacieron menos niños. En 2023 hubo 320.656 nacimientos (-2,6% respecto a 2022) y la fecundidad cayó a 1,12 hijos por mujer, mínimos históricos. La estadística mensual de 2024 no modifica el diagnóstico. Llevamos decenios apuntando a la luna, mientras algunos se quedan mirando el dedo. Tremendo. Hablamos mucho del calentamiento global, pero poco del invierno –y envejecimiento– demográfico. La consecuencia es obvia (y no sólo va a afectar a la sostenibilidad de las pensiones): vienen cohortes más pequeñas y va a haber mayor competencia entre universidades por atraer a ese más reducido sector de población.
En este contexto, conviene atender con realismo y ambición a una de nuestras mayores ventajas competitivas: el castellano. Una gran ventaja que algunos –cortos de miras o colmados de sectarismo– parecen despreciar.
El Instituto Cervantes confirma que en 2024 los hispanohablantes superaron los 600 millones y que más de 24 millones de personas estudian español como lengua extranjera. No es solo cultura; es toda una oportunidad de captación de talento, de atraer investigación, de desarrollo económico y social, etc. Como escribió Octavio Paz, «las lenguas son realidades más vastas que las naciones». El español, así, nos abre a un mercado educativo global que España debe liderar.
Una noticia esperanzadora es que la demanda internacional ha crecido: en 2023-24 el 11,4% del alumnado universitario era extranjero (6,9% en grado, 27,1% en máster y 29% en doctorado). Y, por ello, aunque nuestra población joven (18-28 años) se ha reducido un 20% desde 2008, la matrícula total ha aumentado. La internacionalización ha amortiguado el golpe demográfico, pero eso ya no bastará sin un impulso decidido.
El INE proyecta para 2024-2074 una España más envejecida (30,5% de mayores de 65 años hacia 2055) y con menor peso de la población nacida en nuestro país. Para la universidad, esto significa –ya– competir globalmente por estudiantes internacionales de calidad o resignarnos a perder escala, ingresos y una diversidad cultural que nos enriquece.
¿Qué hacer desde Navarra y desde España? Tres palancas: 1) visados exprés para estudiantes y titulados extracomunitarios –plazos predecibles y trámites digitales–; 2) becas y ayudas competitivas, con financiación público‑privada orientada a STEM, salud y otros sectores estratégicos; 3) un ecosistema residencial y de prácticas laborales que vincule universidad, empresa y territorio: alojamiento profesionalizado, con garantías y calidad; y pasarelas a un trabajo cualificado. La prioridad: convertir la formación en empleabilidad y ésta en arraigo (retención y captación de talento) y convivencia.
Existe, además, una oportunidad singular para la cooperación iberoamericana: dobles titulaciones, campus compartidos y captar investigadores en origen. Si reforzamos la marca España como país amigable para estudiar y emprender, el descenso demográfico podría ser un acicate –triste acicate, pero real– para hacer de la necesidad virtud. Navarra, por tamaño y trayectoria, merece ser punta de lanza: alianzas universidad‑empresa y política residencial atractiva y asequible –ojo– para jóvenes y familias. Eso sí: no podemos ahuyentar fiscalmente ni a talento ni a empresas. En todo esto, el Gobierno foral debería tomar nota.
Hablo como exconsejero de Educación de Navarra que creó una sección específica de castellano cuando llegué al cargo (antes sólo las había de euskera y de lenguas extranjeras), y lo hago hoy, además, como profesional en contacto diario con estudiantes de setenta y cuatro países: el capital humano es una gran infraestructura productiva. La demografía marca, sí, una peligrosa pendiente, pero unas políticas inteligentes pueden controlar la dirección. El castellano nos ofrece una gran ventaja; más, si tenemos en cuenta la realidad actual de EE.UU. y sus políticas hacia la población latinoamericana o de otros países.
Gestionar esa ventaja con seriedad, rigor y urgencia es la tarea. Los responsables competentes han de serlo. Y aprovechar esa ventaja competitiva. O, cuando menos, no poner palos en la rueda.
José Iribas Sánchez de Boado es director de Relaciones Institucionales de CampusHome y ex consejero de Educación de Navarra