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29 de marzo de 2024

Frailes menores capuchinos trabajando

Frailes menores capuchinos trabajandoCathopic

La vida consagrada: «Paz, justicia, verdad, transparencia y humildad con nuestras limitaciones»

La Jornada Mundial de la Vida Consagrada de este año, en medio del proceso sinodal, tiene el reto de averiguar las vías para saber estar en este tiempo y frenar el decrecimiento de las vocaciones religiosas

Hoy, 2 de febrero, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Desde el comienzo del proceso sinodal, que busca identificar el rol del Pueblo de Dios en la sociedad actual, los religiosos de los institutos y realidades eclesiales que conforman esta gran familia en el mundo entero –más de 680.000 según los datos del Anuario Pontificio– están reflexionando sobre su papel y trabajo ante una vocación que, año tras año, sigue decreciendo. 
Hace unas semanas, el dominico Jesús Díaz Sariego, presidente de CONFER (Conferencia Española de Religiosos) contaba cómo el principal reto de los consagrados en este momento es  «conectar mejor con la realidad del mundo, sus heridas, sus descartes –como bien gusta decir al Papa Francisco–, y sus dificultades».
Precisamente el Santo Padre ha dedicado su último vídeo pidiendo una oración especial por la vida religiosa, por su trabajo «con los pobres, con los marginados, con todos los que están esclavizados por los traficantes». «Las invito a luchar –decía Francisco– cuando, en algunos casos, son injustamente tratadas, incluso dentro de la Iglesia; cuando su servicio que es tan grande se lo reduce a servidumbre». 
Vida Religiosa 3

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«Caminando juntos»

A propósito de esta Jornada, la comisión encargada de esta realidad de la Iglesia en la Conferencia Episcopal ha recordado en los documentos y materiales aportados para el día de hoy el discurso de Francisco al inicio del proceso sinodal: «La vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia».  Su rico caudal, su herencia conciliar y su trabajo en primera línea de la actividad pastoral y caritativa, además de sus aportaciones teológicas, es, a juicio de la CEE,  «un don precioso y necesario para todos los cristianos». 
Uno de los testimonios que ha recogido la comisión episcopal es el de Pilar, monja cisterciense, que cuenta cómo fue darle ese sí definitivo al Señor. «Recuerdo que cuando dije que me sentía llamada a seguir a Cristo en la vida monástica, los comentarios no se hicieron esperar. Bastantes personas, incluso de la Iglesia, me cuestionaron la decisión y el argumento más repetido era que siendo monja contemplativa me desentendía de la vida real, del mundo, de mi familia, de mis amigos y de un trabajo con una implicación social importante». 
La hermana Pilar Germán, del monasterio de Alloz, en Navarra, cuenta cómo en la vida de una comunidad cisterciense, hay «personas venidas de lugares diferentes, con diferente estatus social, económico, cultural…; en definitiva, personas muy distintas que si no fuese por haber sido convocadas por el Señor a una vocación y a un lugar determinados, posiblemente nunca se hubieran relacionado o, al menos, no de un modo tan intenso».
Para esta religiosa, el camino sinodal es una gran oportunidad para hacer cada vez más visible la aportación de la vida contemplativa «en plena comunión con toda la Iglesia» y que esperar aportar su carisma de forma activa. 
Los benedictinos de la comunidad del Valle de los Caídos

Los benedictinos de la comunidad del Valle de los CaídosPaula Argüelles

Cuidando de 12.000 peregrinos al año

Fray Federico es un fraile menor capuchino, proveniente de Italia. Desde hace cuatro años vive en el convento que esta orden tiene en León. Esta fraternidad ofrece su servicio de acogida a los albergues que llegan a diario de todo el mundo. «Son unos doce mil al año, aproximadamente, y todos los días por la tarde me dedico a encontrarme con ellos para recibirlos e invitarlos a visitar nuestra iglesia y nuestro convento. Es una oportunidad para exhortarlos a hacer un camino interior y espiritual y, como Francisco de Asís, tener el valor de buscar y encontrar el espíritu de Dios en contacto con la naturaleza. Para los que quieren, los frailes estamos disponibles para un servicio de diálogo y escucha, donde normalmente se comparte algo sobre el camino, sus motivaciones para realizarlo y sobre la vida».
A petición del obispo de León, Luis Ángel de las Heras, estos frailes están ofreciendo su tiempo y recursos para propiciar en la diócesis el diálogo ecuménico e interreligioso, lo que ejemplifica la multitud de ámbitos donde la Iglesia, también la vida del claustro, se esponja para atender las necesidades espirituales del hombre de nuestro tiempo. 
Por su parte, Maite Almandoz, del Instituto de Misioneras Seculares, cuenta su compromiso desde su estado de vida para ayudar a la «construcción de una sociedad diferente al servicio de los más pobres, según los valores del reino de Dios: la paz y la justicia, la verdad y la transparencia, la fraternidad y el respeto a cada persona». Siempre desde «la alegría y la discreción, la comunión y la participación, aceptando con humildad mis propias limitaciones».  Recuerda a este propósito la importancia de vivir la misión recordando al Papa Francisco sobre lo que significa ser consagrado en un instituto secular: «no es refugiarse en una tierra media sino compartir, como Jesús, la condición de la gente común». 
Madre Paloma

Renovarse o morir

La madre Paloma Ruiz, de las Madres de los Desamparados, va a ver uno de los sueños de su congregación hecho realidad. Este viernes se estrena en España la historia de Petra de San José, una película dirigida por Pablo Moreno que cuenta la historia de la fundadora de las Madres. A propósito de la cinta, hablamos de su día a día como consagrada y sobre la cotidianeidad en esta institución de la Iglesia que tiene por tarea estar con los últimos, con los descartados. 
Desde hace más de un siglo, las Madres de los Desamparados se ocupan de estar juntos a los jóvenes y los ancianos, y desde hace diez años acompañan a las madres que piensan en abortar, habiendo abierto un hogar en Gijón para que estas familias monoparentales dispongan de una alternativa y un futuro para los dos. «Ya hay muchas ONG que hacen una labor estupenda. Nosotros estamos aquí porque hemos tenido una experiencia de Dios que luego, desde ahí, dándole mi vida, la entrego a los demás, pero con los pies en la tierra. Tenemos que desmitificar la figura de los religiosos, que somos gente que, igual que otras personas tan buenas, nos entregamos a los más pobres», señala la madre Ruiz. 
Nos cuenta durante la conversación su experiencia en Barcelona en uno de sus hogares para menores. «He estado muchos años con chavales tutelados con los que tan pronto me ha tocado jugar al fútbol con ellos como ir a recogerlos en comisaría», quitándole hierro a lo que es estar en el día a día en contacto con el mundo desde su condición de religiosa. 
La madre Paloma Ruiz pide para la vida consagrada «dar un mayor testimonio sobre el gran tesoro que es la Iglesia y las realidades que la componen». 
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