
El Papa Francisco y monseñor Luis Argüello, entonces obispo auxiliar de Valladolid, en 2022
El presidente de los obispos españoles: «El Papa Francisco no era de derechas ni de izquierdas»
Monseñor Luis Argüello apunta para El Debate cómo «Francisco quería que la Iglesia, en esta hora, se centre en lo esencial» y explica que la composición del actual colegio cardenalicio puede generar sorpresas
El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Luis Argüello, explica para El Debate que, además de insistir «en transmitir a la Iglesia y al mundo el anuncio del Evangelio», el pontificado de Francisco se ha caracterizado por desarrollar «una propuesta integral», incluso para cuestiones como la política o los modos de superar el capitalismo, que tenía por objetivo «superar el descarte: en el seno materno, en la economía, en las políticas que excluyen y no incluyen…»
— ¿Qué balance hace de estos 12 años de pontificado?
— En todo este tiempo, lo que el Papa ha tratado de transmitir a la Iglesia y al mundo es el anuncio del Evangelio, el anuncio del amor de Cristo. Y no un anuncio sólo con palabras, sino con obras y palabras. Sobre todo, ha puesto el acento en eso que él llamaba la dimensión social del Evangelio, y que se expresaba, primero en la comunión de la Iglesia, llamada a caminar unida (eso que el propio Papa ha llamado sinodalidad), y en la dimensión social del kerygma, a través de una propuesta de cercanía a los pobres. Porque toda esa propuesta del Papa sobre la cercanía a los pobres tenía detrás una propuesta antropológica, y también una propuesta económica y política, que pone la dignidad humana en el centro y estaba basada en el diálogo, en el encuentro y en la amistad social.
— Hay quien ha querido definir a Francisco como un Papa de izquierdas. ¿Lo era?— No era ni de izquierdas, ni de derechas. Esas son categorías superadas incluso en la vida política actual, porque el contexto global que vivimos hace que sea muy difícil definir qué entendemos por una cosa u otra. La propuesta de Francisco es una propuesta integral. Él hizo una propuesta de persona que superaba el individualismo; ese individualismo aceptado hoy por derechas e izquierdas. Un individualismo que pretende hacer que se acepte el derecho absoluto sobre el propio cuerpo, el derecho a una autonomía radical y desvinculada, que de un modo u otro es lo que defiende tanto el liberalismo de derechas como el nuevo progresismo cultural de la izquierda. E hizo una propuesta de familia, abierta a la vida, que se ha subrayado poco.
— ¿Y en qué consistía?
— En los últimos cuatro años, el Papa ha convocado en Roma unos llamados «Estados generales de la natalidad», para tratar de fomentar el matrimonio abierto a la vida. En una ocasión me dijo que lo que más le extrañó al llegar a Europa fue ver un conjunto de países cerrados a la vida, como cerrados a la esperanza. Sin embargo, una de sus últimas grandes propuestas fue una alianza social por la esperanza, que tiene como centro la de natalidad. Eso, por ejemplo, es algo en lo que los partidos de izquierdas no se sentían nada cómodos.
— Hay quien ha asegurado que el Papa se ha pronunciado de forma cuestionable en temas de economía y de política…
— Es curiosos que cuando hablamos de la Economía de Francisco empiezan a sentirse más incómodos otros políticos, y más cercanos a él los que habitualmente se llaman «de izquierda», aunque en realidad sus partidos no acaban de encontrar maneras de superar al capitalismo. Desde 2008 venimos escuchando a los políticos, de uno y otro lado, que es necesario repensar el capitalismo, pero no saben cómo hacerlo. E incluso cuando vienen convulsiones como las actuales, que ponen en cuestión la globalización, todo el mundo se sorprende y no se sabe por dónde actuar. Hoy la política busca la confrontación por encima de las legítimas discrepancias. Y en este contexto, el Papa ha hecho un llamamiento a construir el bien común desde el encuentro y la posibilidad de diálogo, pero poniendo en el centro la suerte de los más empobrecidos. Sólo si se ve esta posición integral del Papa se le entiende. Pero claro, los que ven sólo un aspecto le llaman de un modo, y los que ponen el acento en otros temas, le llaman de otra manera. En realidad, el acento fuerte del Papa ha sido superar el descarte: en el seno materno, en la economía, en las políticas que excluyen y no incluyen…
— Usted ha dicho que el cónclave puede dar sorpresas. ¿Qué quería decir?
— Que hemos de tener el espíritu de acoger a quien venga sin prejuicios y con sorpresa. El actual colegio cardenalicio está formado por un grupo muy internacional de miembros, por los nombramientos que ha hecho el Papa de múltiples países incluso donde la presencia del catolicismo es muy pequeña. Y al tratarse de un grupo numeroso y bastante diferente al de otras ocasiones, a la hora de encontrar un consenso de dos tercios, veremos a ver lo que ocurre. En todo caso, debemos recibir al nuevo Papa con espíritu de asombro, de sorpresa, de novedad. Sin juzgar a la persona a la media hora de salir, con las etiquetas al uso, que tratan de delimitar, desde fuera, el corazón y la forma de sentir y obrar de una persona. Porque el solo hecho de asumir la sede de Pedro supone siempre un revulsivo de sorpresa incluso para la propia persona, que se transmite a los demás.
— ¿Cree que el próximo Papa abordará cuestiones que el Papa ha evitado fijar, pero en las que ciertas voces insisten, como el diaconado femenino, la bendición a parejas del mismo sexo, o la comunión de los divorciados vueltos a casar?
— Lo que fundamentalmente ha abierto el Papa han sido procesos. Él ha puesto en marcha dinámicas que tienen que ver con la misión de la Iglesia, con el pulso de la comunión y de la misión. Estos temas que has citado, que sin duda están en la mesa, son temas periféricos. Yo he estado en los dos últimos sínodos y he visto que la relevancia que han tenido ha sido muy pequeña, aunque siempre aparezca en el eco mediático. El Papa, por el contrario, nos ha pedido centrarnos en lo esencial: en el anuncio de la misericordia de Jesucristo, en vivir como pueblo en comunión, en apreciar el valor de cada una de las vocaciones, en evitar toda forma de clericalización de los laicos. Él ha abierto procesos, que han de continuarse, o cerrarse, desde el discernimiento de lo que Dios quiere. Francisco quería que la Iglesia, en esta hora, se centre en lo esencial: la dignidad de la persona y el anuncio del Evangelio.
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