
El Papa León XIV durante la bendición Urbi et Orbi
Los siete grandes retos que va a tener que afrontar León XIV
Arranca un nuevo pontificado en la historia de la Iglesia, bajo la guía del hasta ahora cardenal Prevost. Pero no empieza de cero: toma sobre sus hombros una situación compleja en el plano social, eclesial y geopolítico, que tendrá que encarar con docilidad al Espíritu Santo y vigor apostólico
Desde que hace dos milenios Cristo confió en Simón la misión de guiar a la Iglesia —«tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará», le dijo—, es posible trazar una línea ininterrumpida que llega hasta nuestros días. Una misión que se resume en el explícito anuncio del Evangelio, y en anticipar en las realidades del mundo la construcción del Reino de los Cielos... que ahora toma sobre sus hombros León XIV.
El hasta ahora cardenal Robert Prevost, llegado desde Estados Unidos pero con una profunda mezcla de orígenes (tiene raíces francesas, italianas y españolas, además de largos años de misionero en Perú), empuña ahora el timón de la barca de la Iglesia para guiarla a lo largo del siglo XXI.
Un Papa para un cambio de época
Y lo hace en un momento especialmente complejo, que su predecesor el Papa Francisco definió como «un cambio de época, no una época de cambio», con implicaciones sociales, geopolíticas, eclesiales y, sobre todo, espirituales. Un momento cargado de desafíos para la Iglesia.
Además de su propio plan pastoral, en el que recoja sus prioridades apostólicas, y de su sello personal que ya pudo aventurarse en sus primeras palabras (relativas a la paz, la unidad y la acogida a todos), el Pontífice número 267 de la Iglesia tiene, al menos, siete grandes retos por delante.
1. Centrarse en la evangelización
«La Iglesia no es una ONG»: esas palabras de la primera misa del Papa Francisco a los cardenales, en 2013, resumen el sentido de la Iglesia que hereda León XIV. A pesar de los grandes desafíos sociales en los que habrá de pronunciarse, y de las categorías ideológicas en las que pretendan encerrarle tantos los medios como los poderes del mundo, la misión del nuevo Papa será llevar a cabo una evangelización explícita.
Sobre todo porque la pérdida de la fe en occidente, la falta de sacerdotes que merma la posibilidad de celebrar los sacramentos en muchos lugares del planeta, el abandono de los católicos hacia sectas protestantes en Hispanoamérica –realidad que conoce a la perfección gracias a sus años en Perú–, y la necesidad de impulsar los movimientos de primer anuncio (aquellos destinados a proclamar la fe a personas que la desconocen, sobre todo en países de antigua cristiandad), serán los retos más acuciantes para el Papa, que tendrá que encontrar el modo de hablar, con lenguaje nuevo, de las verdades de siempre.
2. El desafío antropológico
La enseñanza de la Iglesia transmite que el ser humano ha sido creado «a imagen y semejanza de Dios», que los creó «hombre y mujer». Por ese motivo, defender a Dios es tanto como defender la naturaleza humana —lo que el Magisterio llama, en palabras de san Juan Pablo II, una «antropología adecuada»—. Una idea cada vez más asentada dentro de la institución eclesial, por el desafío que supone la progresión de ideologías que promueven la transexualidad, el transhumanismo y las teorías de género. También aquello que tiene que ver con la equiparación al matrimonio de las uniones del mismo sexo, y la propia visión de la homosexualidad.
También el avance de la Inteligencia Artificial y el incremento de los problemas bioéticos (experimentación con embriones, vientres de alquiler, aborto, eutanasia, eugenesia) han hecho que voces de tanto peso como el cardenal Eijk hayan propuesto la necesidad de una encíclica que implique un pronunciamiento doctrinal claro y definitivo. Un documento valiente y audaz, capaz de trazar una línea clara tanto en la doctrina como en su aplicación pastoral, igual que fue la Humane Vitae de Pablo VI.
3. Mantener la defensa de «los descartados»: inmigrantes, pobres...
En un momento de profundas desigualdades sociales, con un clima bélico y graves conflictos en todo el mundo que generan oleadas de refugiados, y unos flujos migratorios que lanzan a la muerte a millones de personas por oscuros intereses políticos y económicos, la voz de un Papa misionero como León XIV resonará profética en su defensa de los descartados.
Una categoría creada por Francisco, que abarca no solo a los inmigrantes y a los pobres, también a los marginados, los enfermos, los ancianos, las personas solas, los niños no nacidos, las madres forzadas a abortar, y las personas víctimas de violencia.
Porque para la Iglesia, la pobreza es una virtud si se abraza voluntariamente, pero una estructura de pecado que se debe combatir a partir de la visión de las Bienaventuranzas.
4. Garantizar la unidad tras el sínodo
Los doce años del pontificado de Francisco y los procesos sinodales abiertos, tanto a nivel universal como, sobre todo, en Iglesias locales como la de Alemania, han generado notables divisiones doctrinales y pastorales. Tanto como para que cardenales como Müller hayan hablado de un riesgo abierto de cisma.
El sínodo de la Familia, el de la Amazonía y el de la Sinodalidad han sido aprovechado por grupos, externos e internos, para poner en cuestión temas de tanto calado como el acceso a la Comunión, la ordenación de las mujeres, el fin del celibato, la bendición a homosexuales o la independencia de la Iglesia frente a los grupos de presión, que no sólo piden cambios en la forma de comunicar el Magisterio sino en su propio contenido.
León XIV encuentra una Iglesia más dividida que hace doce años. La misma división que han evidenciado los cardenales durante las congregaciones generales y que ha dado lugar al nombramiento de un nombre de consenso, capaz de aglutinar en torno a Cristo las diferentes sensibilidades.
Tal y como recoge su lema episcopal (que habrá que ver si mantiene como Papa): In illo uno unum («En el único Cristo somos uno»).
5. Restaurar el Derecho Canónico
Además de misionero, León XIV es licenciado en Matemáticas y doctor en Derecho Canónico. Un perfil más que necesario para restaurar las dinámicas habituales del derecho eclesial, y poner fin a prácticas poco ortodoxas que se han empleado en la Iglesia en los últimos años.
Por ejemplo, mecanismos de intervención en realidades eclesiales tildadas en ocasiones de «arbitrarias», destituciones de obispos como el de Lyon, o incluso del episcopado chileno en bloque, sin que mediasen motivos severos o públicamente argumentados; o comisariados de seminarios o instituciones de Iglesias locales.
En su camino hacia la ansiada unidad interna de la Iglesia, el hasta ahora cardenal Robert Prevost a buen seguro rescatará sus conocimientos legislativos.
6. Garantizar la independencia de la Iglesia
Hasta ahora, había un acuerdo tácito por el cual el Papa no era norteamericano, para que aquella nación no coincidiese guiando al país más importante del mundo, y a la Iglesia. Sin embargo, la biografía y trayectoria pastoral de León XIV permite adivinar a un hombre libre, más católico (universal) que estadounidense. Algo que puede ser providencial.
Tanto en Perú como en Estados Unidos, el cardenal Prevost ha plantado cara, sin agresividad pero con firmeza, a los diferentes poderes políticos, para defender la doctrina de la Iglesia. Una Iglesia que, por otra parte, es vista como el último «dique de contención» contra una reforma social de cuño ideológico y ariete globalista.
Así, tanto o más que en los momentos más complejos de la Historia, la voz del Sucesor de Pedro debe garantizar una independencia evidente frente a las cadenas del mundo: desde el control económico (eliminando, por ejemplo, prácticas como la cuasi simonía alemana), a las colonizaciones ideológicas impuestas en África y Asia.
7. La voz de los cristianos perseguidos
Más de 400 millones de cristianos viven hoy en países donde son perseguidos a causa de su fe. De hecho, el cristianismo es la religión más perseguida del planeta y la Iglesia cuenta con más mártires contemporáneos que durante las épocas de Diocleciano o Nerón. Sin embargo, la sangre derramada de los mártires en países como Siria, Irak, India o Nigeria es ignorada, cuando no silenciada con complicidad, por los medios de comunicación y los principales líderes políticos.
También hay que tener en cuenta el «martirio incruento» que se padece en occidente para quienes quieren vivir su fe católica con coherencia y radicalidad (es decir, yendo a la raíz). De modo que esta realidad va a marcar el devenir de la Iglesia del siglo XXI, pues aunque «será semilla de nuevos cristianos» —en la célebre cita de Tertuliano—, el Sucesor de aquel apóstol que dio su vida por Cristo tendrá que prestar su voz, sus ojos y sus manos a todos aquellos que siguen, hoy, padeciendo el mismo martirio.
Todo un conjunto de retos que exceden las capacidades de cualquier hombre y que, por tanto, León XIV sólo conseguirá enfrentar si se fía y entrega a Aquel a quien representa. Justo lo que ya ha expresado en su primera intervención desde San Pedro: «Sin miedo (...) El mal no prevalecerá (...) si estamos unidos a Dios y entre nosotros».
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