
La madre de Robert Prevost besa las manos de su hijo el día de su ordenación como sacerdote agustino,
La revista 'Time' dedica su portada a León XIV: «Una señora le dijo de niño que algún día sería Papa»
«Creo que era la persona más inteligente que jamás hayamos conocido», refiere un compañero suyo de Secundaria, que reconoce que acudían a él buscando ayuda «en los deberes de Matemáticas e idiomas»
Una foto en blanco y negro del niño de cuatro años Robert Prevost, ataviado con una vistosa camisa de gruesas rayas y con la cara algo enfurruñada, que contrasta con la sonrisa de sus dos hermanos mayores. Tras ellos, elegantemente vestida con una estola de piel y tocada con un sombrero, su madre, Mildred. La foto es de 1959 y ocupa toda la portada de la revista Time en su número de julio, que dedica un extenso reportaje a desentrañar «cómo se llegó a hacer el Papa», desde su nacimiento en Chicago el 14 de septiembre de 1955 hasta su nombramiento para ocupar la Sede de Pedro el pasado 8 de mayo.

La portada de julio de la revista 'Time'. A la izquierda, Robert Prevost
Aunque cae en algunos tópicos propios de quien conoce la Iglesia solo desde las periferias, la periodista Belinda Luscombe repasa la vida del primer Pontífice estadounidense de la bimilenaria historia de la Iglesia. «Desde muy temprano, el menor de los tres hijos de Mildred y Louis Prevost tuvo claro hacia dónde se dirigía», escribe Luscombe en su reportaje. «Hasta el octavo curso del colegio, lo único que se cuestionaba era si sería religioso o diocesano», afirma John Prevost, con quien ha hablado la periodista del Time. «Nadie le impuso nada. Fue su decisión», asegura el hermano del Papa.
Su padre se planteó el sacerdocio
«La familia era católica devota: su madre, bibliotecaria escolar, cantaba en el coro, al igual que el joven Robert. Tenían monjas entre su parentesco», refiere la periodista. Su padre «llegó a plantearse la vocación sacerdotal», pero después «se convirtió en director de escuela secundaria y superintendente de distrito». Previamente sirvió en la Marina durante la Segunda Guerra Mundial. «Las elecciones profesionales de sus hijos reflejaban las de su padre», observa agudamente la autora del reportaje: «Louis, el mayor, llamado así por su padre, se alistó en la Marina. John fue director de escuelas secundarias católicas. Y Robert tomó el camino que su padre podría haber tomado».

El niño Robert Prevost, futuro Papa León XIV
«Aparte de su devoción a la iglesia y de que estudiar le resultaba fácil, Robert era un niño normal: de día montaba en bicicleta por las calles de Dolton, un suburbio obrero del sur de Chicago, jugaba con linternas de noche y, de vez en cuando, exprimía la sustancia pegajosa de las luciérnagas para limpiársela a su hermano mayor», rememora Luscombe. «No le parecía extraño que, de vez en cuando, celebrara misa sobre la tabla de planchar y diera a su familia sacramentos de broma. John confirma que, incluso de muy joven, Robert tenía fama entre los vecinos, y una señora mayor le decía, mientras jugaban en el jardín, que algún día sería Papa».
Resulta significativo que la autora señale que el Chicago de los años 60 era «una ciudad lo suficientemente católica como para que los lugareños se identificaran por su parroquia, en lugar de por su barrio». Allí, «cuando los jóvenes mostraban inclinación por el sacerdocio en 1967, los visitaban representantes de las diversas órdenes, al estilo de los cazatalentos de fútbol americano, para ver dónde encajaban», asegura.

Robert, a la derecha, con su hermano Louis en la playa
Al joven Robert, el carisma que más le convenció fue el agustiniano, y por eso marchó al seminario menor de San Agustín, en Holland, Michigan, a completar su educación secundaria. «Era el tipo de lugar que separaba a los sacerdotes de los simplemente piadosos. Unos 50 chicos eran admitidos cada año, y una docena se graduaba cuatro años después», explica la autora del reportaje. «Era duro; era riguroso», recuerda el padre Becket Franks, quien cursaba el curso anterior al del futuro Papa. «Los estudiantes se levantaban a las 6 de la mañana y tenían actividades programadas hasta alrededor de las 20:30 horas, cuando tenían unas horas libres antes de retirarse a un amplio dormitorio con camas. Asistían a misa y a otros dos servicios de oración al día y pasaban mucho tiempo juntos», prosigue el sacerdote.
«Era el más inteligente»
«Tenía fama de ser una buena persona a la que recurrir para obtener ayuda con los deberes, especialmente de matemáticas o idiomas», señala el padre Franks. «Creo que era la persona más inteligente que jamás hayamos conocido», agrega el que ahora es monje benedictino. «Ya dominaba el francés a mediados de la secundaria», asegura. Los estudiantes debían realizar ciertas actividades extracurriculares (Prevost estaba en el coro con Franks; ambos cantaban como tenores y jugaban al tenis) y mantener un buen rendimiento académico, pero el enfoque principal de la escuela era cómo vivir en comunidad. «Todo lo que pasamos en la escuela secundaria del seminario San Agustín preparó a Robert Prevost para su puesto», subraya el monje benedictino. «No solo la educación, sino también el trato con la gente, practicar la paciencia y cómo comportarse», detalla.

Robert Prevost, el día de su graduación
Más adelante, tras cursar la carrera de Matemáticas, el joven agustino acudió a estudiar Teología en la Catholic Theological Union (CTU), también en Chicago, donde experimentó las turbulentas corrientes teológicas de los momentos posteriores al Concilio Vaticano II. «No nos formaron en una teología muy doctrinaria y rígida», señala el padre Mark Francis, compañero de Prevost, presidente de la CTU durante un tiempo y actual superior general de los Viatores. Muchos graduados de la CTU se hicieron misioneros, incluyendo a uno de los contemporáneos de Prevost, Ezechiele Ramin, asesinado en 1985 en Brasil mientras intentaba negociar la paz entre terratenientes y campesinos sin tierra y que ahora está en proceso de beatificación.
El reportaje de Time recorre después la llegada del futuro León XIV a Perú, su nombramiento como obispo, su compromiso con todos los feligreses que le tocó pastorear, especialmente los más pobres y desfavorecidos, y su elección como el Pontífice 267º de la Iglesia católica.