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TribunaMaika Fornielles

El Señor sobre las aguas

Y es que no éramos los únicos. En el mismo ferry viajaban otros cientos de jóvenes que habían partido de Sevilla y también de Valencia, que acudían peregrinando con el Camino Neocatecumenal

Una pasarela para el desembarco de tripulantes

Una pasarela para el desembarco de tripulantes

Estos días Roma se llena de jóvenes. Es el Jubileo convocado en su momento por el Papa Francisco, el jubileo de la juventud, en el que León XIV se reúne por primera vez con miles y miles de jóvenes convocados por su fe, para dar testimonio. En esta peregrinación, en este acudir a Roma convocados por el Papa, los jóvenes peregrinan y en esa peregrinación llevan todo lo que son. Su alegría, su fe, su esperanza. También su ilusión, sus ganas de dar, la certeza de todo lo que van a recibir,…

Yo peregrino en esta ocasión con esos jóvenes. Salimos el día 30 de Madrid rumbo a Roma. Y por necesidades del guion, no volamos a Roma, si no que nos dirigimos a Barcelona en autobús. Allí se nos unieron los universitarios que venían de Valencia, y entre tres de las universidades del CEU –la San Pablo, San Fernando III y la Cardenal Herrera– y alumnos de ciclos de FP, juntamos a un centenar de jóvenes, que, con autobús incluido, embarcamos en el ferry.

Es la primera vez que hago este trayecto. Estos barcos tienen una capacidad de unos 2.500 viajeros y tardan algo menos de 24 horas en realizar la travesía. La verdad es que, para los que no estamos habituados, impresiona un poco.

Ya salíamos con la idea de tener reuniones y algún rato de oración durante el trayecto, para lo que habíamos pedido espacios para poder realizarlos con el suficiente «ambiente». Pero lo que ocurrió es que el barco se convirtió en un templo flotante, en el que no podía dejar de recordar al Señor sobre las aguas, que venía a nuestro encuentro, y nosotros navegábamos al suyo.

Y es que no éramos los únicos. En el mismo ferry viajaban otros cientos de jóvenes, que habían partido de Sevilla y también de Valencia, que acudían peregrinando con el Camino Neocatecumenal.

Por una parte, inmediatamente se hizo un ambiente festivo, de celebración, de compañerismo, de alegría y cantos, propio de la edad y del carácter de los jóvenes en cualquier caso. Jóvenes que se reconocen sin haberse visto antes. Que hablan y comentan entre ellos porque, siendo muy distintos, tienen tanto en común y les llama la misma fe.

Por otra, el barco entero se convirtió en un lugar de oración. Esa noche la Hora Santa tuvo un carácter muy especial. Muchas veces he oído a mis amigos marinos decir que en la inmensidad del mar, y quizá especialmente en la tranquilidad de la noche (aunque no sé si esta era muy tranquila), el hombre, consciente de su pequeñez y su fragilidad, vuelve los ojos y el pensamiento a Dios. Quizá en un ferry es algo distinto y solo eres consciente de ello en cubierta, pero en esa Hora Santa, en esa inmensidad del mar, aunque sea el Mediterráneo, la adoración se hizo más profunda.

Y la mañana siguiente también fue sorprendente. Nosotros tuvimos la Santa Misa a las nueve de la mañana. Pero es que a las 10 celebraba el sacerdote de otro de los grupos. Y a las 11, el de otro tercero. Estoy segura de que esto no es lo más habitual en estas travesías. De hecho, el resto del pasaje nos miraba con cierta curiosidad, al mismo tiempo complaciente por el buen ambiente que se respiraba.

Ya estamos en Roma. Estoy segura de que los frutos de este Jubileo serán muchos. Pero tengo para mí que el testimonio del día pasado en el barco es ya parte de él, que ha tocado a muchos, y que forma parte de esta peregrinación diferente.

Maika Fornielles es la directora de Pastoral y Voluntariado Fundación Universitaria San Pablo CEU.

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