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Agustín Laje

Agustín Laje ha participado en el 27º Congreso Católicos y Vida PúblicaEvelio Jiménez

27º Congreso Católicos y Vida Pública

Agustín Laje: «El 'wokismo' es tan ridículo que, si no tiene a la máquina estatal detrás, se diluye»

El escritor y politólogo argentino, que cuenta con millones de seguidores, asegura que lo conservadores manejan mejor las redes sociales, lo que ha propiciado el resquebrajamiento del pensamiento dominante

Ha sido uno de los ponentes más esperados en el 27º Congreso Católicos y Vida Pública que se celebra este fin de semana en Madrid. Agustín Laje (Argentina, 1989), escritor, conferenciante y politólogo argentino, fue uno de los pioneros en usar las redes sociales para divulgar un mensaje conservador, razonable y sensato, hasta convertirse en un referente en todo el mundo de habla hispana y en un azote para wokismo y progresismo. En Instagram le siguen ahora 1,2 millones de personas, y en YouTube, 2,6 millones. Hasta el presidente de Argentina, Javier Milei, tiene en cuenta sus puntos de vista.

– Últimamente se escucha con cierta frecuencia que el pensamiento woke está muriendo. ¿No le da la impresión de que algunos han querido enterrar demasiado pronto el cadáver?

– Mira, lo bueno es decir que está en crisis. Yo no diría jamás que el wokismo está muerto, que ya es historia pasada y que hay que ponerle el último clavo al ataúd. No, no, esos optimismos, esos triunfalismos, al final, terminan siendo contraproducentes.

Está en crisis. ¿Por qué está en crisis? En primer lugar, porque es profundamente irracional. Es insostenible. El wokismo supone que a cada individuo le corresponde una categoría identitaria que depende o de su color de piel, o de su etnia, o de su sexo, o de su orientación sexual, etcétera. O sea que si sos mujer, políticamente, de manera obligatoria, tenés que adscribirte a estas ideas políticas. Si sos homosexual, por ejemplo, tenés que votar a este partido político. Si sos afroamericano, no podés votar por Donald Trump o por Javier Milei en Argentina.

Bien. Esto tuvo su momento de éxito, pero empieza a ser cuestionado incluso por esos mismos grupos identitarios. Por ejemplo, la mujer en España, que apostó por un feminismo, porque le parecía que le representaba en sus demandas sociales, ahora ve cómo ese feminismo dice que un hombre disfrazado de mujer es tan mujer como ella. Y esto generó una ruptura interna en el feminismo o en la comunidad afro en los Estados Unidos. Empieza a ver que, al final, la reivindicación de la violencia que hacía Black Lives Matter era contraproducente para su situación personal de cara a la comunidad en la cual esa persona se inscribía. Todas estas faltas de racionalidad más mínima de sentido común han sido costosas para el wokismo.

Segundo punto: el wokismo depende esencialmente del apoyo del dinero estatal. Es tan ridículo que, si no tiene a la máquina estatal presionándolo en términos de difusión social y en términos de financiamiento económico, él mismo se diluye. Y eso es lo que está pasando ahora mismo en Estados Unidos desde que gobierna Donald Trump o en la Argentina, que era el país más feminista de la América hispana. Pues bueno, el feminismo ya es una broma de mal gusto porque no tiene ese apoyo económico.

Trump y Kamala

– Pero, si en lugar de Trump hubiera ganado Kamala, el wokismo gozaría ahora mismo de buena salud. Por lo tanto, podría recobrarse en un futuro.

– Es posible, porque al final son proyectos culturales que se imponen por vía del Estado. Por eso, cuando un proyecto conservador, patriota o de derechas o como le quieran llamar ustedes –a mí me da lo mismo– llega el poder, tiene que aprovechar esos años para desandar los desastres anteriores. Y en segundo lugar, para tratar de difundir en la sociedad buenos valores. No me basta con desarmar la radicalización de feministas. Necesito que la gente entienda por qué la familia importa y por qué es funcional para una sociedad tener familias sanas. Por ejemplo, necesito no solamente la reacción, sino ser proactivo. Y cuatro años en general son muy poco tiempo.

– Frente a esta máquina estatal que derrocha dinero, en las últimas dos décadas han salido –habéis salido– un puñado de buenos ideólogos con coraje, con valentía, que habéis utilizado las redes sociales para proponer ese buen mensaje. Y, lo que desconcierta a muchos, es que los jóvenes os siguen...

– Mira, podemos ponerlo de esta forma. El wokismo es un producto universitario. Las universidades, influidas por toda una corriente filosófica que viene desde el mayo francés del 68 y que tiene que ver con la penetración, por ejemplo, de las teorías de Derrida, entre otros, generan algo llamado egotismo. Tiene su militancia dura en la universidad, igual que la reacción es un producto de redes sociales. Esos dos son los ámbitos en disputa de hoy: las redes sociales y la universidad.

La universidad tiene, digamos, una lógica muy distinta, y es que hay toda una jerarquía dentro de la universidad, hay reglamentos, hay examinación, hay disciplina. Es un régimen disciplinario, no es un régimen libre. Ahí, si vos tenés un profesor que te adoctrina en este tipo de ideologías, hasta que vos no te muestres perfectamente adoctrinado, no vas a pasar esa asignatura. En muchas universidades ocurre esto.

En cambio, las redes sociales son un ámbito de libertad. Me hago una cuenta de red social y digo lo que pienso. No es una casualidad que, justo en el momento en que las redes sociales viven su mejor momento de libertad de expresión, el wokismo esté en crisis.

Sin contendientes a la vista

– Da la impresión de que, enfrente, no tenéis demasiados contendientes en las redes sociales que sean de izquierdas y que arrastren a tantos jóvenes...

– No, porque nosotros aprendimos, desde hace mucho tiempo, que las redes sociales eran nuestra última trinchera. Ellos tenían un montón de aparatos comunicacionales abiertos de par en par para permitirles decir lo que ellos quisieran. Medios de prensa, radio, televisión, insisto, universidades, colegios. Tenían los estrados listos para que ellos vayan a decir cualquier pavada.

Me acuerdo, hace poco, en una universidad, una psiquiatra fue a dar una conferencia donde afirmaba que todos los hombres son, por naturaleza, violadores en potencia. Bueno, esas pavadas las han podido decir en todas partes.

– Aquí, en España, algo parecido afirmó la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena...

– En el caso del sector conservador o el sector de derechas, todos esos ámbitos siempre estuvieron cerrados en las últimas décadas. El único ámbito que estuvo abierto, o relativamente abierto, fue el de las redes sociales. Por eso aprendimos a usarlas mejor que ellos. En Estados Unidos hay un dicho que se dice: Left can't meme, que significa que la izquierda no sabe hacer memes. Y es cierto: le falta esa gracia, esa espontaneidad, esa autenticidad de los influencers de redes sociales de derechas.

El asesinato de Charlie Kirk

– Lo que algunos –puntuales, gracias a Dios– sí saben es terminar los debates a tiros... ¿Qué sintió usted cuando tuvo noticia del asesinato de Charlie Kirk? Al final, él era un perfil similar al suyo para el mundo anglófono.

– Mira, el día que mataron a Charlie Kirk, yo acababa de llegar a Lima, Perú, para dar una conferencia, e ingresé en el cuarto del hotel. Me llaman por teléfono y me dicen: Acaban de matar a Charlie Kirk. Fue un shock. Fue un shock tremendo. Ese día me llamó un montón de gente diciéndome: Reforzá tu seguridad, porque esto no es una broma. Es decir, uno cae en la cuenta de que lo que llamamos batalla cultural es una batalla de verdad.

Charlie Kirk no ha sido el único. A Miguel Uribe, que era amigo mío, candidato presidencial en Colombia, yo lo había visto hacía apenas un año en una de mis conferencias en Colombia. Y si vos te fijás, hay un denominador común: siempre es una persona de izquierdas que mata a una de derechas. En este siglo, los asesinatos políticos han ido en ese sentido. A Bolsonaro lo quisieron asesinar, lo apuñalaron durante su campaña en Brasil y terminó internado. Casi, casi pierde la vida. Se salvó de milagro. A Donald Trump, literalmente, hubo un milagro. Es decir, la bala le rozó la oreja y por un milímetro no le quitó la vida. En el caso del presidente Javier Milei en su campaña, siempre tenía que andar con chaleco antibalas.

– También Cristina Fernández de Kirchner tuvo un intento de asesinato...

– También a Cristina... Bueno, eso hoy está en duda. Eso está en duda. ¿Cuán real fue? Fue una cosa muy, muy, muy rara. Es decir, van, le gatillan una pistola y al final la pistola no activa la bala. Hay mucha gente que lo pone en duda. Pero bueno, te tomo el caso. Si querés ponemos uno.

¿Yo a qué me dedico? A cosas muy parecidas a las que hacía Charlie Kirk. Yo estoy 15 días por mes fuera de mi casa, dando conferencias en cualquier país que no es el mío. Y eso implica riesgos. Hoy estoy acá. Ahora en diez días tengo que estar en México, en cuatro ciudades mexicanas, y he tenido que reforzar mi seguridad, porque ayer fue Charlie, antes de ayer fue Miguel Uribe.

– Aquí en España, también, hace no mucho, dispararon a Alejo Vidal Quadras...

– En Ecuador ha pasado también. Fernando Villavicencio fue asesinado recientemente. A quien llamaban el Bukele mexicano, una persona que quiso hacer políticas públicas de lucha contra el narcotráfico, como las que usó Bukele en El Salvador, le mataron a la semana. Sí, hay un proceso de violencia política e ideológica, porque el asesinato de Charlie no fue partidario, fue ideológico. Así que, bueno, a mí me impactó muchísimo. Estuve muy, muy triste mucho tiempo, pero no quise bajar el ritmo. Al contrario: creo que el mejor homenaje que uno puede hacer al trabajo de Charlie es duplicar el propio trabajo.

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