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26 de abril de 2024

luis sánchez navarro

La Cuaresma como camino de conversión

Cuando el «pan» se vuelve ídolo ponemos la criatura por delante del Creador, y en consecuencia perdemos de vista lo humano

Actualizada 04:30

La cuaresma se abre con una poderosa palabra de Jesús, en la que resuena la enseñanza de Moisés: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4). Esta palabra ¿no puede suscitar escándalo, sobre todo en un tiempo en que tantas personas carecen de lo esencial, incluso, del alimento necesario?
Sin embargo, lejos de ello, esa palabra del Señor nos marca el camino cuaresmal. Porque según revela la primera tentación del Señor, el pan puede convertirse en ídolo: vivir para trabajar, en lugar de trabajar para vivir. Olvidamos el horizonte de nuestra vida, fundada en un don gratuito (la vida) al que siguen otros dones no menos gratuitos (la fe, la familia, los amigos, los medios para vivir…). Cuando el «pan» se vuelve ídolo ponemos la criatura por delante del Creador, y en consecuencia perdemos de vista lo humano. Pero cuando nos volvemos al pan como lo que es en verdad, un don prodigioso que nos desvela el sentido de la vida, entonces todo empieza a encajar. Por eso la Cuaresma nos invita a convertirnos al pan.
Convertirse al pan es abrirse a la gratuidad; Benedicto XVI nos exhortó a «dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad» (Caritas in Veritate, 34). El pan es «fruto del trabajo del hombre», sí; pero es ante todo «fruto de la tierra», una tierra que acoge la semilla, luego germinada con agua y madurada por la luz del sol – todos, dones inmerecidos. El pan es don de Dios antes que fruto de nuestra laboriosidad. Por eso, el pan recibido nos invita a dar – también gratuitamente. «Gratis recibisteis, dad gratis» (Mt 10,8); «dadles vosotros de comer» (Mt 14,16). ¿Cómo voy a darme en esta Cuaresma a quienes tengo cerca?
Convertirse al pan es renovar la pasión por el trabajo. Frente a la visión aburguesada del trabajo (un «mal necesario» frente al deseable «ocio» del «fin de semana»), la Cuaresma nos enseña la dignidad y el gozo del «ganarse el pan»: la labor bien hecha, enseñó san Juan Pablo II, nos permite crecer en humanidad (valor subjetivo del trabajo) y aportar lo mejor de nosotros mismos al crecimiento de nuestra familia y de la gran «familia humana» (valor objetivo: Laborem exercens 5-6). El Padre creador quiere hijos creativos. ¿Cómo puedo abrir mi trabajo a la acción del Padre?
Convertirse al pan es redescubrir la oración: «Pedid y se os dará… Si a uno su hijo le pide pan, ¿le dará una piedra?» (Mt 7,7-9). Volver a la oración significa resituar a Dios en el centro, para que así todo lo demás encuentre su lugar justo. El cónyuge, los padres, los hijos, los amigos… adquieren todo su brillo cuando nuestro día brota de la relación con el Padre. Al enseñarnos a orar, Jesús nos exhortó a pedir el pan de cada día (Mt 6,11); y a pedirlo en plural: no para mí, sino para nosotros: «danos». Abriendo el corazón al Padre, aprendemos a buscar lo que de verdad necesitamos. ¿Cómo renovar mi oración cotidiana esta Cuaresma?
Convertirse al pan es, en fin, vivir desde la Eucaristía. Este pan de los pobres y de los hijos, el maná verdadero, es camino y a la vez meta de la Cuaresma. Cuando olvidamos la Eucaristía, nos cerramos a la vida grande y bella. A veces parece que ser «cristiano no practicante» sea una forma más de vivir la fe – cuando en realidad constituye un fracaso, casi una ironía farisaica. Porque la Eucaristía celebrada y recibida es la fuente de nuestra vida. En el s. IV, unos cristianos de Abitinia (norte de África) fueron martirizados por empeñarse en celebrar el domingo, prohibido por la ley imperial; y afirmaron: sine Dominico non possumus – sin el Sacramento del Señor no podemos vivir. ¿Cuánto tiempo hace que no me confieso? ¿Qué medios voy a poner para hacer de la Eucaristía familiar el centro del domingo?
«Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación» (2 Cor 6,2). Es el tiempo de la gratuidad, del trabajo, de la oración: de la Eucaristía. Es el tiempo de convertirnos al pan.
  • Luis Sánchez Navarro es Catedrático de Nuevo Testamento Facultad de Teología de la Universidad San Dámaso
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