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01 de mayo de 2024

José María Contreras es columnista de El Debate

José María Contreras, columnista de El Debate

José Mª Contreras: «Desde Frankenstein, los 'Prometeos' de la ciencia ficción han ido eliminando a Dios»

El filólogo analiza la antropología del mito de la creación del hombre artificial en la ficción contemporánea a través de la novela Klara y el Sol

El mito de Prometeo sigue vivo en la generación TikTok. Resurgió en la cultura moderna cuando Mary Shelley publicó su Frankenstein o el moderno Prometeo en 1818, y desde entonces no han dejado de aparecer en la ficción personajes que ansían usurpar las capacidades divinas y crear a un semejante. Hace un par de semanas, sin ir más lejos, se estrenaba M3GAN, una exitosa comedia de terror protagonizada por una muñeca asesina con conciencia propia que se suma a una larga lista de imitadores del monstruo victoriano.
El filólogo y columnista José María Contreras, colaborador de El Debate, lleva varios años estudiando a los androides y hombres sintéticos surgidos de esta corriente. «Hay una usurpación por parte del hombre de atribuciones divinas», escribe el investigador en el libro colectivo Autores en busca del Autor. Volumen II, recién publicado por CEU Ediciones. Se propicia –añade Contreras– una confusión ontológica, al difuminar «la frontera entre la criatura y el creador».
El también autor de Confesiones de un padre sin vocación o Niños apocalípticos analiza en este volumen colectivo la última novela –hasta la fecha– del premio Nobel Kazuo Ishiguro, Klara y el Sol. Es la historia de una inteligencia artificial creada para sustituir a una niña, y en ella –escribe Contreras– se ve reflejada «una maquinización de lo humano aparejada a una humanización de la máquina».
–Lleva unos años estudiando la creación del hombre artificial en las ficciones contemporáneas, ¿qué le llamó la atención de este tema?
–Me interesa la mito-crítica, analizar cómo las ficciones contemporáneas van actualizando los mitos griegos y grecolatinos. Es curioso cómo permanece lo esencial, pero las variaciones delatan el espíritu del tiempo: los cambios sirven para tomar la temperatura de la época. Así, me interesaba mucho el mito de Prometeo, en el sentido de la creación del hombre artificial, y comencé a estudiar el tema a raíz de la serie Black Mirror, especialmente a partir del capítulo Ahora mismo vuelvo, donde una chica crea una especie de muñeco para el duelo que es una réplica de su novio, que ha muerto.
Fotograma de la serie 'Westworld'1

Fotograma de la serie Westworld

La redención se busca directamente en la ciencia

–Muchos expertos sitúan el origen de la ciencia ficción moderna en una historia de este tipo, el Frankenstein de Mary Shelley.
–Sí. Esa fue la primera vez en la historia que –gracias a los avances técnicos y científicos– empezó a ser plausible la hipótesis de que el hombre podría crear a otro hombre, en lugar de engendrarlo, que sería lo establecido –por así decirlo– por la ley divina. Y esos avances científicos, que fueron brutales en la época de Shelley, no han ido decreciendo. El optimismo de los positivistas y la fe en la ciencia han hecho que el mito de la creación del hombre artificial haya tenido un protagonismo creciente en la ciencia ficción, a la vez que se va eclipsando a Dios en estas obras.
–¿En qué sentido?
–Shelley representa perfectamente el vértigo existencial de la usurpación del rol del Creador por parte del hombre. El propio doctor Frankenstein, por ejemplo, dice expresamente que la fealdad de la criatura es consecuencia de la aberración de su pecado. Pero desde entonces esto se ha ido diluyendo. Se ha ido eliminando a Dios de la ecuación, y también ha ido palideciendo el desafío a la divinidad, la hybris. Ya no se concibe al hombre como una criatura, y el problema deja de ser vertical para volverse horizontal: la redención se busca directamente en la ciencia y el debate es qué tratamiento merecen los hombres artificiales.
–En muchas historias recientes, el androide aparece como una metáfora del otro, del marginado. La relación se plantea en términos de lucha de clases.
–Bueno, el origen del término robot significa «esclavo»; así aparece por primera vez en la novela R.U.R., de Karel Čapek. Aquí la ciencia ficción plantea dos cuestiones. Primero, si ese ser artificial tiene autoconciencia, ¿qué es la humanidad? Porque esto era lo que nos distinguía de los animales. Y segundo, si podemos adjudicar humanidad a esa creación, ¿puede ser utilizada como un medio o debe ser tratada como un fin? Esto se ve claramente en la serie Westworld, donde los androides están siendo usados como prostitutas o para dar salir a las pulsiones más bajas del hombre. Y, claro, se rebelan.
Joi una inteligencia artificial con conciencia propia en 'Blade Runner 2049'.

Joi una inteligencia artificial con conciencia propia en Blade Runner 2049

El problema es dar por sentado que la ciencia no tiene que respetar ningún límite

–En el capítulo de Autores en busca del Autor, habla de que los hombres artificiales se convierten en un «extraño espejo», ¿en qué sentido?
–En el de que cuando surge el otro, el extraño, esto hace que te preguntes necesariamente por ti mismo. Los avances –incluso exagerados– que proponen las ficciones hacen que nos planteemos qué somos realmente los hombres, e incluso cuáles son los límites de lo humano: además de la oposición entre hombre y androide, está el cíborg, o las transformaciones del propio ser humano. Nos lleva a cuestionarnos cuáles son los límites, ¿cuándo dejamos de ser hombre para ser otra cosa? ¿Qué fronteras vamos a cruzar? ¿Estamos preparados para ello?
–Y esto supera el ámbito de la ficción.
–La ficción manifiesta –con más o menos optimismo, con más o menos cautela– la temeridad de manejar o alterar una sustancia, la humana, que en realidad no comprendemos del todo. Todo parte del hecho de si entendemos la conciencia humana: si lees la prensa científica da la sensación de que el cerebro y la conciencia están ya perfectamente manejados, pero en realidad es un gran misterio; lo han explicado autores como Juan Arana o Thomas Nagel. Es la idea de que antes de haber comprendido lo que somos, ya estamos transformándonos.
Detalle del cuadro 'Prometeo lleva el fuego a la humanidad' de Heinrich Friedrich Füger

Detalle del cuadro Prometeo lleva el fuego a la humanidad, de Heinrich Friedrich Füger

Las amenazas se plantearán como fines nobles: por ejemplo, crear embriones para salvar a un ser vivo

–¿El desarrollo tecnológico puede ser neutral o tiene concepciones antropológicas de base?
–Esto conecta con el asunto de Prometeo y los límites. En el mito, él recibe un castigo por infringir una frontera establecida por los dioses, por soberbia. El problema es dar por sentado que la ciencia no tiene que respetar ningún límite; que todo lo que sea factible debe ser hecho. Y las ficciones muchas veces plantean si algunos límites no serán, en realidad, bendiciones, pero esta es una idea que cuesta, porque la ciencia está ensoberbecida gracias a sus logros. Cuesta entender que hay ciertos males que no son tal, o que erradicarlos llevaría a consecuencias aún más nefastas.
–¿Cuál es el papel de los cristianos en este panorama?
–La cosmovisión cristiana –y católica– al respecto creo que está bien definida. El problema es que surgirán nuevas circunstancias que –aunque no creo que varíen mucho los planteamientos– exigirán una respuesta concretada y encarnada. Y será difícil: lo estamos viendo con principios como la sacralidad de la vida, que es fundamental en este asunto, y que parece que incluso se empieza a decir que si en ciertos supuestos, que… En fin, empezamos a poner asteriscos y a agrietar la postura, y eso puede ser peligroso. Será muy importante la bioética, entender la vida como un don y un derecho, y esto no es ciencia ficción: los principios ya están incoados. Las semillas ya son árboles que nos dan sombre, y va a ser espinoso, porque las amenazas se plantearán como fines nobles: por ejemplo, crear embriones para salvar a un ser vivo.
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