el peregrinaje «es un encuentro consigo mismos, un momento de reconciliación, el cumplimiento de una promesa...» «A nosotros, como comunidad franciscana que estamos en el monasterio, lo que nos toca es ofrecer hospitalidad a los que lo hacen con los pies, con los ojos o con el corazón, ofrecerles un espacio de acogida consigo mismos y con Dios», añade. El prior no cree que vayan a atravesar la Puerta del Perdón los dos millones de visitantes que espera el Gobierno de Cantabria, pero sí un millón, una cifra que ya se alcanzó en el último Año Santo, el de 2017. Y no teme que el Año Jubilar acabe con la tranquilidad de su comunidad, que no se dedica a la vida contemplativa sino a «estar en el mundo, en contacto con la gente». De hecho, es tan activa en su día a día que entre las misiones de los franciscanos de Santo Toribio está ejercer como párrocos de los 22 núcleos rurales que hay en el entorno del monasterio.«Para nosotros es una buena oportunidad de ofrecer lo que somos y los que nos hace vivir», afirma