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29 de marzo de 2024

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David y teresa buscaron la ayuda sobrenatural, tras agotar la médica.Twitter

¿Es santo Isidoro Zorzano? Esta es la historia real de un milagro

Lo que parecía una lesión normal en la mano derecha, necesitó una operación que se complicó y le hizo entrar en una espiral de enfermedad y operaciones. Su salud empeoró. Los dolores eran cada vez más intensos. Todo cambió tras rezar una novena

Como un suceso «desconcertante» señala la página del Opus Dei la extraña curación de David, el profesor de Vallecas que al no encontrar solución para su enfermedad, decidió rezar una novena a Isidoro Zorzano: un ingeniero de la primera hornada de la Obra y que se encuentra actualmente en proceso de canonización.
Según información del portal de Aleteia, hace cinco años David se hizo daño moviendo un mueble. Lo que parecía una lesión normal en la mano derecha, necesitó una operación que se complicó y le hizo entrar en una espiral de enfermedad y operaciones. Su salud empeoró. Los dolores Los dolores eran cada vez más intensos. Le colocaron un neuroestimulador que pareció funcionar, pero que su cuerpo terminó rechazando, hasta perder la sensibilidad, y finalmente, quedar postrado en silla de ruedas.
Isidoro Zorzano

Isidoro Zorzano

David y Teresa se casaron en la parroquia de San Alberto Magno, en Vallecas, donde está enterrado Isidoro Zorzano, un compañero de clase de san Josemaría Escrivá de Balaguer.
«En mi casa, somos muy de pedir cosas a Isidoro Zorzano. Nos ha hecho favores cotidianos. Y dijimos, ‘¿por qué no?’ Ya que nos ha ayudado en pequeñas cosas, que haga algo más gordo», testimonia David.
De este modo, y tras recibir noticias poco esperanzadoras de los médicos, comenzaron a correr por grupos y redes sociales el mensaje invitando a unirse a la novena de Isidoro Zorzano para pedir la curación, ya que él «quería volver a trabajar».
Oración para la devoción privada

Oración para la devoción privada

Último día de la novena

El último día de la novena, David pide a un amigo que lo lleve en coche a hacer unas gestiones a El Escorial. Entonces, David comenzó primero a sentir un hormigueo en la pierna; después, a sentir los dedos y se lo dijo a su amigo, quien le recordó que aún quedaba por rezar la última oración de la novena.
Pararon en una gasolinera. Rezaron la estampa y David salió del coche por su propio pie: el equilibrio que perdido, había vuelto. La sensibilidad, también. El dolor había desaparecido, y se abrazó emocionado a su amigo e inmediatamente llamó a Teresa para contarle el acontecimiento.

«Siga tomando novenas»

Después, David acudió a la consulta que tenía prevista antes del milagro, pero el médico no le reconoció, ya que efectivamente él tenía un paciente con ese nombre, pero ese paciente apenas podía moverse y, sin embargo, David entró en por su propio pie.
En vista de que los medios humanos no daban más de sí, el matrimonio le contó al médico que habían decidido intensificar los sobrenaturales y que habían empezado a rezar una novena a Isidoro Zorzano.
El médico, tras hacer distintas pruebas, repetía: «no me lo puedo creer, no me lo puedo creer». Al finalizar el nuevo informe, les dijo a David y Teresa: «lo único que tengo claro es el nuevo tratamiento: siga usted tomando novenas».

Isidoro Zorzano

Isidoro Zorzano nació en Buenos Aires (Argentina) el 13 de septiembre de 1902. Era el tercero de cinco hijos de unos emigrantes españoles. Sus padres habían conseguido una posición económica acomodada y regresaron a España en 1905, aunque con la intención de volver a Argentina. Se establecieron en Logroño, donde Isidoro cursó la enseñanza elemental y el bachillerato. En 1912 falleció inesperadamente su padre, y su madre decidió quedarse allí.

En enero de 1916 conoció a Josemaría Escrivá, un nuevo compañero de curso, proveniente de Barbastro, con el que entabló amistad. Isidoro terminó el bachillerato en 1918 y comenzó a prepararse para el ingreso en la Escuela Especial de Ingenieros Industriales de Madrid, ciudad a la que se trasladó en octubre de 1919.

​En 1924, con motivo de la quiebra del Banco Español del Río de la Plata, los Zorzano perdieron casi todos sus ahorros. Isidoro y su hermano menor, Francisco, pensaron en dejar los estudios para sostener a la familia con su trabajo. Sin embargo, la madre y sus dos hermanas quisieron que ambos continuaran sus carreras. Isidoro comenzó también a dar clases particulares.

En junio de 1927, Isidoro obtuvo el título de ingeniero industrial. Después de dar clases en una academia de preparación para el ingreso en ingeniería industrial y tras una breve experiencia en los astilleros de Matagorda (Cádiz), se trasladó a Málaga, para trabajar en la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces y dar clases en la Escuela Industrial de esa ciudad.

Por entonces, Isidoro comenzó a sentir con más profundidad inquietudes espirituales. El 24 de agosto de 1930, tuvo en Madrid una larga conversación con Josemaría Escrivá, su compañero de bachillerato, que era sacerdote desde hacía cinco años. Josemaría le explicó el mensaje del Opus Dei, fundado en 1928: buscar la santidad y hacer apostolado a través del trabajo profesional y del cumplimiento de los deberes ordinarios. Isidoro advirtió enseguida que aquel panorama respondía plenamente a sus aspiraciones y decidió formar parte del Opus Dei.

​Regresó a Málaga y volvió a sus tareas acostumbradas, pero ahora todo había adquirido una luz nueva. Fomentó su vida de oración, madrugaba todos los días para asistir a Misa y comulgar, colaboraba generosamente con obras asistenciales; entre otras, dedicaba horas a dar clases a niños pobres en algunas escuelas llevadas por las religiosas Adoratrices y por el P. José Manuel Aicardo, de la Compañía de Jesús.

Uno de sus alumnos en la Escuela Industrial, que le acompañaba también en los paseos de la Sociedad Excursionista, recuerda que era simpático, agradable en el trato, equilibrado; aprovechaba cualquier oportunidad para servir a los demás y acercarles a Dios.

Todos conocían su sentido de justicia y su cercanía con los obreros que trabajaban bajo su dirección. No discriminaba a nadie por sus ideas políticas, atendía y servía a todos, tanto en las oficinas como en la escuela. Sus alumnos recuerdan que, en ocasiones, impartía clases particulares gratuitas para que todos aprendieran la materia y lograran aprobar el examen.

En 1936 se difundió una exacerbada actitud antirreligiosa y el ambiente de la ciudad se hizo muy peligroso. En el mes de junio, unos dependientes comunicaron a Isidoro que algunos grupos políticos habían decidido su muerte por ser católico, por lo que se trasladó a Madrid.

​Poco después estalló la Guerra Civil y, en las regiones dominadas por comunistas y anarquistas, se desató una violenta persecución religiosa. San Josemaría y el puñado de jóvenes pertenecientes al Opus Dei tuvieron que esconderse o fueron encarcelados por su condición de católicos. Isidoro habría podido salir de España, pero decidió quedarse en Madrid para no desentenderse de los demás: amparándose en una documentación precaria —una partida de nacimiento en Buenos Aires— y sabiendo que su vida estaba continuamente en peligro, contribuyó a mantener unidos con san Josemaría y entre sí a los miembros del Opus Dei.

En aquellos años socorrió a muchas personas no solo espiritualmente, sino también procurándoles provisiones y alimentos que conseguía con gran sacrificio, renunciando en buena parte a lo suyo.

En aquellos meses, se puso de manifiesto su amor a la Eucaristía: a pesar de las restricciones, proporcionaba a san Josemaría y a otros sacerdotes el pan y el vino para que pudieran celebrar la Misa en la clandestinidad, guardaba en su habitación las sagradas formas para que comulgaran los refugiados y reunía a los conocidos para que asistieran a la celebración eucarística en algún piso.

Terminada la guerra, Isidoro obtuvo en Madrid un puesto de trabajo en la Compañía Nacional de Ferrocarriles del Oeste. Un colega declaró que «ejerció un ascendente notorio sobre todos sus subordinados, primero porque se destacó como un hombre de gran talento y de extraordinaria competencia, y segundo porque su trato era tan dulce y paternal que no había quien se resistiera».

San Josemaría le nombró administrador de las obras de apostolado del Opus Dei: desempeñó ese encargo con disponibilidad y humildad, sin perder la paz ante las constantes dificultades económicas de las distintas iniciativas, que eran siempre deficitarias.

Meditaba detenidamente la vida de Cristo, acudía a la santísima Virgen con afecto filial, manifestaba su amor a Dios en el servicio a los demás y en el cuidado de las cosas pequeñas. Un testigo que le trató en Madrid escribió que había visto «en sus acciones, palabras, comportamiento y en las expresiones de su alma una admirable manera de vivir con sencillez y con toda naturalidad la heroicidad de la vida corriente entrañada en Dios. Al tratar con Isidoro, yo me sentía como sencilla y casi insensiblemente envuelto en la presencia de Dios».

A comienzos de 1943 le diagnosticaron una linfogranulomatosis maligna. Sobrellevó la dolorosa enfermedad con fortaleza y abandono en la voluntad de Dios. Una de las enfermeras que le asistió declaró: «Nunca necesitaba nada; para él todo estaba bien; nunca se quejó». Falleció con fama de santidad el 15 de julio de ese mismo año, a la edad de cuarenta años, y fue enterrado en el cementerio de La Almudena. «Era frecuente entre nosotros —relata uno de sus compañeros en los Ferrocarriles del Oeste— cuando hablábamos de unos y otros jefes el decir: «Don Isidoro es un santo»».

En 2009 sus restos fueron trasladados a la parroquia de San Alberto Magno de Madrid, Calle Benjamín Palencia, 9, donde reposan actualmente.

El 21 de diciembre de 2016, el Papa Francisco, con el voto favorable de la Congregación de las Causas de los Santos, autorizó que se publicase el decreto por el que se declaraba «venerable» a Isidoro Zorzano.
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