Montaje Gaudí-Sagrada Familia
Cómo se gestó el proyecto de llevar a Gaudí a los altares: la intrahistoria del proceso canónico que le declara venerable
«Mi dueño no tiene prisa», decía Antoni Gaudí, cuando le preguntaban por la Sagrada Familia. «Ahora, nuestro dueño, Gaudí, tampoco tiene prisa. Hay que confiar; el milagro llegará de forma providencial», explica a El Debate el rector de la basílica y vicepostulador de la causa de beatificación
El santo existe y el trabajo más importante para desvelarlo está hecho. Una semana antes de su fallecimiento, el Papa Francisco firmó el decreto que reconoce las virtudes heroícas de Antonio Gaudí (Reus, 1852-Barcelona, 1926). El documento, de los últimos del pontificado de Francisco, sitúa al 'arquitecto de Dios' en una dimensión religiosa, por delante de la artística. El siguiente paso ahora es la verificación de un milagro divino por medio de su intercesión, tal como se reconoce en el Concilio de Trento.
«Mi dueño no tiene prisa», aseguraba el artista más representativo del modernismo catalán cuando le preguntaban por la finalización de las obras del templo expiatorio. «Ahora, nuestro dueño, Gaudí, tampoco tiene prisa. No hay que preocuparse. Hay que confiar, como era su costumbre. El momento del milagro llegará de forma providencial», explica a El Debate Josep María Turull, rector de la basílica y vicepostulador de la causa de beatificación.
Josep Maria Turull (derecha), rector de la Sagrada Familia, celebrando la Santa Misa en el templo
El rector subraya la relevancia mundial que ha tenido la declaración pontificia de venerable. Y añade: «Para los que vivimos en la Sagrada Familia tiene una gran trascendencia religiosa. Ayudará a mirar a Gaudí y la Sagrada Familia como esa Iglesia que crece y mira hacia el Padre Nuestro que está en el Cielo».
«Ha llegado la hora de beatificar a Gaudí»
El camino hacia los altares de Gaudí está en sintonía con la exhortación apostólica del Papa Francisco Gaudete et Exultate (Alegraos y regocijaos, primavera de 2018), que es una llamada a todos los laicos a la santidad, el apostolado y la plenitud de vida en Cristo. «El decreto del Papa es muy significativo porque se trata ante todo de un profesional, de un fiel laico», afirma Turull.
Detrás de la declaración de venerable de Gaudí hay un trabajo ingente y riguroso de más de 30 años de investigación. Tiene su génesis el Viernes Santo de 1992 en la iglesia de Riudoms (Tarragona) cuando el sacerdote e ingeniero del Opus Dei, Ignasi Segarra, se dirige a los feligreses con vehemencia y entusiasmo y les dice: «Ha llegado el momento de beatificar a Gaudí».
Comienzan inmediatamente los trabajos de documentación y verificación de información, primero a cargo de la asociación civil y, posteriormente, de la Asociación Canónica Pro Beatificación, que asume el cometido bajo la presidencia del cardenal Juan José Omella. El trabajo culmina con la presentación en Roma de una positio, un documento de más de 1.700 folios contenidos en tres volúmenes que se adentra en la intrahistoria de los hechos y virtudes heroicas más relevantes de la vida del arquitecto catalán.
Un largo, emotivo y ameno trabajo
Se trata de un documento sólido y muy bien argumentado cuyos artífices son Armand Puig (Tarragona, 1953), biógrafo de Gaudí, director de la Agencia Pontificia para la Evaluación y Promoción de la Calidad de las Universidades Eclesiásticas; Josep María Blanquet (Tortosa, 1937), licenciado en Teología por la Universidad Lateranense de Roma, doctor por la Facultad de Teología de Cataluña y responsable para las causas de los santos en la Archidiócesis de Barcelona, y Gaspar Mora (Sant Andreu de Llavaneres,1939), doctor en Teología, profesor emérito de la Facultad de Teología de Barcelona. Los tres fueron nombrados por el cardenal Juan José Omella y dedicaron un tiempo generoso a dar el impulso definitivo a la investigación y ponerla en manos del Vaticano.
Josep María Blanquet desgrana para El Debate algunos de los aspectos relevantes de este trabajo de búsqueda e indagación, que mereció la aprobación por unanimidad de todos los miembros que forman las comisiones de historiadores y teólogos del dicasterio de las Causas de los Santos. El plenario de obispos y cardenales también emitió su voto unánime antes de que el cardenal Marcello Semararo, que pilota el dicasterio, presentara el documento a la firma del Papa argentino a principios de abril.
Posteriormente, tras el fallecimiento de Francisco, durante los días previos y posteriores a la elección del nuevo Pontífice fueron muchos los cardenales que se interesaron por el proceso de santidad de Gaudí, según reveló el cardenal Juan José Omella, que se ha comprometido a invitar a León XIV a visitar la Sagrada Familia en junio de 2026, centenario de la muerte del arquitecto.
La positio que ha permitido declarar a Gaudí venerable tiene su enjundia. El documento es largo, pero también ameno y a la vez emotivo por la riqueza de información contrastada y la diversidad de testimonios que desfilan por sus páginas. El trabajo recoge al menos cinco testimonios orales que conocieron a Gaudí en persona.
Pero en la investigación destacan sobre todo el testimonio de arquitectos, vecinos, joyeros y estudiantes, todos hijos o nietos directos de personas que lo habían tratado y conocido. Entre ellos destacan la nieta del arquitecto barcelonés Isidre Puig Boada (de la familia Puig Doria) y la hija del arquitecto tarraconense Josep Maria Jujol, ambos estrechos colaboradores y discípulos del arquitecto modernista.
«Nos hubiese gustado que Gaudí fuera masón»
Blanquet ha contabilizado un total de 34 testimonios vivos que incluyen a María Gaudí, descendiente del artista, y de una sobrina nieta del poeta Joan Maragall. Se escuchó también el testimonio del hijo del filósofo católico Ramon Sugranyes de Franch.
«Al tratarse de un personaje tan conocido ha exigido estudios muy precisos para abordar asuntos controvertidos y verificar la autenticidad de las informaciones», explica el rector de la Sagrada Familia. Entre las cuestiones polémicas figuran la atribución de homosexual o la de miembro de la masonería, ambas adjudicadas por el periodista barcelonés Josep María Carandell en los años setenta y ochenta, cuyo testimonio ante la comisión pro beatificación fue totalmente adverso.
Josep Maria Blanquet, responsable de la Archidiócesis de Barcelona para las causas de los Santos.
«La Iglesia juega limpio», señala Blanquet. Fue el propio responsable para las causas de los santos de la archidiócesis barcelonesa quien se encargó de desmentir las suposiciones de Carandell. Lo hizo a través del testimonio directo de miembros del círculo masónico de la biblioteca Arús, situada en el paseo barcelonés de San Juan. «No tenemos ninguna constancia de que Antoni Gaudí fuera masón», declararon. «Y nos hubiera gustado que lo fuera», comentaron al padre Blanquet.
Santo, piedra a piedra
Y en las antípodas ideológicas de Carandell, destaca el testimonio del periodista, casi centenario, Carlos Sentís (Barcelona, 1911-2011), uno de los organizadores en el exilio francés de la Guerra Civil del Servicio de Información de la Frontera Nordeste de España (SIFNE), creado por la Liga Regionalista de Francesc Cambó y en el que también colaboró activamente Josep Pla.
Plenamente integrado en la vida democrática española, Sentís fue tutor del príncipe Juan Carlos e intervino en el regreso del president Josep Tarradellas del exilio. A sus 90 años y con una lucidez extraordinaria, declaró ante la comisión pro beatificación y recordó los funerales de cuerpo presente del arquitecto. «Acompañado de su padre, pudo ver a Gaudí en el interior del féretro», explica Blanquet.
Retrato de Antonio Gaudí
«Vox populi, vox Dei», recuerda Armand Puig. Los testimonios populares del entierro de Gaudí en junio de 1926 dan fe de la fama de santidad del arquitecto catalán, cuya continuidad y amplitud le han llevado a ser declarado venerable. «El entierro fue la manifestación ciudadana más importante de la época en Barcelona, sólo equiparable al entierro de Jacint Verdaguer en 1902», explica el padre Blanquet.
La búsqueda de información y documentación se adentra en los actos de la celebración del Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Barcelona en 1952, bajo el pontificado de Pío XII, un acontecimiento que permitió a obispos y cardenales de todo el mundo descubrir a través del templo expiatorio el alma y la espiritualidad de Gaudí. «Mientras construía el templo el arquitecto se iba haciendo santo», señala Josep Maria Turull.
Hilar con armonía y esplendor
Una santidad que busca en todo momento la centralidad de Jesucristo como fundamento de todo. Lo simboliza artísticamente de forma muy clara en el interior de la basílica, que cuenta sólo con un altar central y prescinde de altares laterales: en el interior, la Cruz, San José y la Virgen María. «Era un hombre íntegro que no había estudiado teología pero que tenía una gran formación litúrgica que recibió cuando trabajó para los obispos Juan Bautista Grau Vallespinós (Astorga) y Pedro Campins (Mallorca)», recuerda El padre Blanquet.
En su afán por buscar la santidad, Gaudí quiere reproducir la Jerusalén Celestial en la Sagrada Familia, el lugar de encuentro real entre Dios y los hombres. «Y no da puntada sin hilo. Lo liga todo de forma armoniosa y espléndida. Todo tiene sentido. Esto sólo es posible en alguien que está muy unido a Dios», señala el rector del templo expiatorio.
Un recorrido visual por las fachadas de la Sagrada Familia refleja la imaginación desbordante y deslumbrante del arquitecto modernista, pero también la expresión viva de su espiritualidad y santidad, tal como recuerda la investigación presentada en Roma. «Tiene una gran capacidad artística para expresar la fe, la liturgia y la Biblia», asegura Turull.
El arquitecto trata de enriquecer al máximo el exterior del templo para transmitir a la gente de la calle el primer mensaje de trascendencia y espiritualidad. «La Fachada del Nacimiento refleja el Hijo de Dios que se hace hombre; La Fachada de la Pasión, a Jesucristo con cuerpo humano que puede morir; y la fachada de la Gloria, describe la Resurrección», explica el padre Blanquet. «Pero es la cripta la síntesis de todo el templo, de la Jerusalén Celestial: la llave de bóveda con el medallón que representa la anunciación del ángel Gabriel a la Virgen María. Es el misterio de la encarnación», tercia Blanquet.
Armand Puig aporta un argumento concluyente para sustentar la declaración de venerable del arquitecto: «Arte y santidad van unidos y, en el caso de Gaudí, se fecundan mutuamente porque su arte va siempre acompañado del simbolismo cristiano». Lo vemos en la Sagrada Familia, pero también en los edificios civiles de La Pedrera, la casa Batlló (Paseo de Gracia) o el parque Güell. O en los trabajos que realizó en Astorga, Mallorca y Cantabria.
Estructura del techo de la Sagrada Familia, ideada por Antonio Gaudí
Caridad ante todo
La positio presentada en el Vaticano subraya la vida santa de Gaudí a través de la práctica de las virtudes teológicas vividas en grado heroico: la fe, la esperanza y la caridad. Pero también la fortaleza, la prudencia, la templanza y la justicia. «Gaudí es un modelo de castidad y en su caso, además, hay que añadir la humildad y la pobreza, por su vida austera», agrega Puig.
Y es que Gaudí quiso morir en el viejo Hospital de la Santa Cruz de Barcelona, el hospital de los pobres de la ciudad, tal como se recoge en la investigación. «Sé que allí me cuidarán por caridad», dijo a sus colaboradores. Por ello renunció a la atención de sus familiares y se negó a ser trasladado a un hospital privado. Lo dejó claro: «Allí sólo me cuidarán por el dinero que paguéis», comentó.
Con el tiempo han llegado a la archidiócesis de Barcelona numerosos favores y gracias de todo el mundo atribuidos a la intercesión de Gaudí. Blanquet destaca al menos seis casos, recogidos en la positio, susceptibles de ser examinados como milagros. Oficialmente no se ha iniciado ningún proceso, pero son casos dignos de estudio que hay que poner en manos de médicos independientes, reconoce el delegado diocesano para las causas de los santos.
Ahora ha llegado el momento de la convivencia, sin cortapisas, entre la teología y la medicina. «Intrínsecamente la santidad ya está demostrada», asegura el padre Blanquet. «Seguimos los pasos de la confirmación, que es el milagro, pero ya es cosa de Dios». Y algunos quisieran que fuera el año que viene, centenario de la muerte de Gaudí, pero Roma no tiene prisa.
La Sagrada Familia: un milagro que viene de Dios
El Concilio de Trento, celebrado entre 1545 y 1563, revalidó la importancia de los santos en la Iglesia Católica, destacando su ejemplaridad como modelos a seguir y su papel como intercesores de los fieles ante Dios. «Hay que abrir un espacio al Espíritu Santo», explica Armand Puig. «Que haya muchas personas que tengan presente a Gaudí en sus oraciones. Invocar a Gaudí es los mejor que podemos hacer», añade el director de la agencia vaticana para la calidad de las universidades.
«Hay milagros que no computan en la causa de beatificación, pero que muestran la sintonía entre Gaudí y la eternidad de Dios, que supera momentos puntuales y concretos», recuerda el rector de la basílica «Que la Sagrada Familia se esté terminando, a pesar de todas las dificultades históricas, es en sí un milagro». Entre ellas: la persecución religiosa en la Guerra Civil, con la quema de la cripta, las maquetas del templo y el archivo de Gaudí. O la oposición durante los años sesenta y setenta de la élite cultural y religiosa de Cataluña.
Imagen virtual de las torres de Jesucristo y de la Virgen María, las más altas de la Sagrada Familia.
Dieciocho torres conformarán el templo expiatorio, cada una con un significado definido: doce de los apóstoles, cuatro de los evangelistas y una de la Madre de Dios. El broche final lo aportará en otoño la torre central de Jesús, la más alta del skyline de Barcelona (172 metros), acabada en cruz de cuatro brazos, con focos que iluminarán la ciudad. Un auténtico faro de cristiandad en una Europa ostensiblemente en crisis.
Es la alianza entre arte y fe, como gusta recalcar al cardenal Juan José Omella. Ocurre en tiempos en que la comunicación de la fe ya no se hace como antaño: en familia, la escuela o la parroquia. El rector Turull lo sintetiza muy bien: «El modo en que la Sagrada Familia abre el corazón a gente de todo el mundo ya es un milagro moral, es un signo que viene de Dios».