El gesto de este Viernes Santo era muy claro. Se trataba de un mensaje de reconciliación que el Papa ha recalcado en la ceremonia. En la oración final, Francisco pidió a Dios Padre que «lleve a los adversarios a darse la mano, para que aprecien el perdón recíproco» y que «desarme la mano levantada del hermano contra el hermano, para que donde está el odio florezca la concordia».
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