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El Papa Francisco acompañado por su equipo de seguridad y periodistas para tomarse el café

El Papa Francisco acompañado por su equipo de seguridad y periodistas para tomarse el café

Francisco se escapa a tomarse un café antes de coger su vuelo a Bélgica

Durante su visita precedente a Luxemburgo, que tuvo una duración de ocho horas, el Papa protagonizó un momento inesperado por la tarde al detenerse en el 'Café Gruppeto'

El Papa Francisco aterrizó este jueves, 26 de septiembre, en Bruselas, Bélgica, en la segunda etapa de su viaje por el corazón de Europa, donde fue recibido bajo una lluvia torrencial en la base aérea de Melsbroek a las 19.06 horas. A su llegada, fue saludado por el Nuncio Apostólico en Bélgica, Franco Coppola, y el jefe de protocolo del país. El Rey Felipe y la Reina Matilde también estuvieron presentes, junto con dos niños que le recibieron con flores. Tras los himnos nacionales y la presentación de las delegaciones, el Papa se trasladó a la Nunciatura Apostólica.

Durante su visita a Luxemburgo, que duró ocho horas, el Papa protagonizó un momento inesperado al detenerse a tomar un 'espresso' en el 'Café Gruppeto', frente a la sede del arzobispado de Luxemburgo. El Pontífice se tomó una pausa durante su visita oficial al país, acompañado por el comandante de la Gendarmería Vaticana, Gianluca Gauzzi Broccoletti, y otro miembro de su equipo de seguridad, además de los periodistas. El personal del café se mostró sorprendido y honrado al recibir a un cliente tan especial, mientras Francisco aprovechaba para relajarse antes de continuar con su agenda, y halagó el café al decir que «está muy bueno».

En esta ciudad, Francisco exhortó a los líderes políticos europeos a trabajar por la paz y a promover la acogida de migrantes, advirtiendo sobre los «horrores de la guerra» y lamentando las «desavenencias y enemistades» que persisten en el continente. Además, el Pontífice pidió que el país sirva como ejemplo en la integración de refugiados. Ante autoridades y diplomáticos, subrayó la importancia de no «expoliar nuestra casa común» y de no dejar al margen a los más vulnerables.

El Santo Padre lamentó también el resurgimiento de conflictos en Europa, que, en vez de resolverse mediante el diálogo y la diplomacia, están degenerando en «hostilidades abiertas». Por ello, instó a que tanto los líderes como los ciudadanos se guíen por «valores espirituales profundos» para no repetir los errores del pasado, que ahora podrían agravarse debido al avance tecnológico. El Papa señaló que Luxemburgo puede ser un ejemplo al mostrar las ventajas de la paz sobre la guerra, la integración de migrantes frente a la exclusión y la cooperación internacional como una alternativa a «la búsqueda egoísta y miope, o incluso violenta, de los propios intereses».

Pope Francis (C), Queen Mathide of Belgium (L) and  King Philippe of Belgium (R) pose during a welcoming ceremony upon the pope's arrival at Melsbroek Air Base on September 26, 2024, at the start of a visit to Belgium. The pope is on a four-day apostolic journey to Luxembourg and Belgium. (Photo by DIRK WAEM / BELGA / AFP)

Los Reyes de Bélgica fueron a recibir al Papa Francisco al aeropuertoAFP

Cristianos de «caras largas» hacen daño a la Iglesia

Posteriormente, en el encuentro que tuvo Francisco con la comunidad católica de Luxemburgo, con la que se reunió en la catedral de Notre Dame, les animó a no convertirse en una iglesia «resignada» ni «resentida», sino a aceptar «el desafío de reponerse de la secularización de la sociedad». En su segundo discurso en el país, recordó a los fieles que «los cristianos tristes y con caras largas hacen daño a la Iglesia». En vez de retraerse, Francisco subrayó la importancia de una Iglesia que «progresa, madura y crece», instando a los católicos a mantenerse firmes en sus valores y a «redescubrir los caminos de evangelización».

El Papa también alentó a la Iglesia luxemburguesa a convertirse en «una casa acogedora para cualquiera que llame a vuestra puerta pidiendo ayuda y hospitalidad». Citando a san Juan Pablo II, recordó la necesidad de una Europa «no sólo de bienes y mercancías, sino de valores, de hombres y de corazones». Francisco insistió en que el objetivo no es «hacer números ni proselitismo», sino que «el amor nos impulsa a anunciar el Evangelio», y que el desafío de la evangelización ayuda a las comunidades a «superar el miedo a emprender nuevos caminos».

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