Fundado en 1910
El Papa León XIV durante el homenaje a la Inmaculada

El Papa León XIV durante el homenaje a la InmaculadaCaptura Youtube

El Papa León XIV se pone a los pies de la Inmaculada en Roma y pide que «se eduque en la no violencia»

El Papa León XIV rezó ante el monumento a la Inmaculada en Roma y junto a la bandera de España

Una multitud esperaba al Papa León XIV este lunes 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, en la Plaza de España de la ciudad de Roma.

Frente a la embajada de España ante la Santa Sede, donde se encontraban con talante solemne el alcalde de la ciudad de Roma, Roberto Gualtieri, y la embajadora española, Isabel Celaá, se alza el monumento a la Inmaculada, uno de los corazones palpitantes de la espiritualidad de Roma y del mundo cristiano.

La Solemnidad de la Inmaculada es una fiesta muy vinculada a España y a la Monarquía hispana, siempre generosa en el mecenazgo que permitió construir y restaurar numerosas iglesias y monumentos romanos, pero es también una gran fiesta para la ciudad de Roma cuyo pueblo siempre ha mostrado una predilección por la devoción mariana.

El Papa recorrió la distancia entre el Palacio Apostólico del Vaticano y la Plaza de España en un vehículo descubierto. La afluencia de fieles y curiosos en las calles de Roma era, como suele ser en todos los eventos presididos por León XIV, multitudinaria. El efecto del nuevo Papa sigue notándose en las calles de una ciudad encantada con su nuevo Obispo.

En la Plaza de España, frente a la gran bandera de España que onde en la embajada, la imagen de la Virgen Inmaculada lucía una nueva corona de flores que, como suele ser tradicional, horas antes había colocado un equipo de bomberos locales sobre el brazo de María, para lo cual debieron subirse a lo alto de la columna con una escalera desplegable desde un camión.

El Papa León XIV pasa por delante de la bandera de España junto al monumento a la Inmaculada

El Papa León XIV pasa por delante de la bandera de España junto al monumento a la InmaculadaCaptura de Youtube

Ya en la plaza, en actitud orante, el Papa rezó junto con todos lo fieles las letanías a la Virgen para, a continuación, pronunciar una oración: «¡Ave, oh María! Alégrate, llena de gracia, de aquella gracia que, como luz gentil, vuelves radiantes a aquellos sobre los que se refleja la presencia de Dios».

Una oración llena de bellas imágenes donde, entre otras cosas, el Papa se refirió a la Inmaculada, «Madre de un pueblo fiel», como luz cuya «transparencia ilumina Roma de luz eterna». «Tu camino perfuma sus calles más que las flores que hoy te ofrecemos. Muchos peregrinos del mundo entero, oh Inmaculada, han recorrido los caminos de esta ciudad a lo largo de la historia y en este año jubilar».

«Una humanidad», recordó León XIV, «probada, a veces destrozada, humilde como la tierra en la cual Dios la ha colocado y sobre la cual no deja de insuflar su Espíritu de vida. Mira, oh María, a tantos hijos e hijas en las cuales no se ha extinguido la esperanza: haz que germine en ellos aquello que tu Hijo ha sembrado».

El Papa saluda a Isabel Celaá, embajadora de España

El Papa saluda a Isabel Celaá, embajadora de EspañaCaptura de Youtube

Pero la principal petición del Papa fue una demanda de paz: «Después de las puertas santas se abren ahora otras muchas puertas de casas y oasis de paz en los cuales que vuelva a florecer la dignidad, se eduque en la no violencia y se aprenda el arte de la reconciliación».

Tras la oración, el Papa saludó al alcalde, a la embajadora y a otras autoridades para, a continuación, acercarse donde estaban los fieles a los que saludó y con los que conversó detenidamente, parándose en particular con los enfermos y los pobres situados en primera fila.

Oración del Papa León XIV a la Inmaculada:

«¡Ave, oh María! Alégrate, llena de gracia, de aquella gracia que, como luz gentil, vuelves radiantes a aquellos sobre los que se refleja la presencia de Dios. El Misterio te ha envuelto desde el principio (comenzó a hacer cosas grandes en ti desde el seno de tu madre) de tal modo que rápidamente requirió tu consentimiento, aquel ‘Sí’ que ha inspirado a muchos otros ‘síes’. Inmaculada, Madre de un pueblo fiel, tu transparencia ilumina Roma de luz eterna, tu camino perfuma sus calles más que las flores que hoy te ofrecemos. Muchos peregrinos del mundo entero, oh Inmaculada, han recorrido los caminos de esta ciudad a lo largo de la historia y en este año jubilar. Una humanidad probada, a veces destrozada, humilde como la tierra en la cual Dios la ha colocado y sobre la cual no deja de insuflar su Espíritu de vida. Mira, oh María, a tantos hijos e hijas en las cuales no se ha extinguido la esperanza: haz que germine en ellos aquello que tu Hijo ha sembrado –Él, Palabra viva que en cada uno de nosotros reclama que continúe creciendo–, que tome en ellos la carne, el rostro y la voz. Que florezca la esperanza jubilar en Roma y en cada esquina de la tierra, esperanza en el mundo nuevo que Dios prepara y del cual, oh Virgen, eres como la gema y la aurora. Después de las puertas santas se abren ahora otras muchas puertas de casas y oasis de paz en los cuales que vuelva a florecer la dignidad, se eduque en la no violencia y se aprenda el arte de la reconciliación. Venga el reino de Dios, acontecimiento que tanto esperaste y a la cual te abriste íntegramente tú misma, desde niña, como joven mujer y como madre de la Iglesia naciente. Inspira nuevas instituciones a la Iglesia que camina en Roma y a las Iglesias particulares que en todo contexto recogen las alegrías y las esperanzas, las tristezas y angustias de nuestros contemporáneos, sobre todo de los pobres y de todos los que sufren. Que el bautismo siga generando hombres y mujeres santos e inmaculados, llamados a convertirse miembros vivos del Cuerpo de Cristo, un Cuerpo que actúa, consuela, reconcilia y transforma la ciudad terrena en la cual se prepara la Ciudad de Dios. Intercede por nosotros, por los desafíos de los cambios que parecen encontrarnos sin estar preparados e incapaces. Inspíranos sueños, visiones y valentía que tú sabes más que nadie que nada hay imposible para Dios y que Dios no hace nada solo. Ponnos en camino, con la urgencia con la que un día pusiste tus pasos hacia tu prima Isabel y la precipitación con la cual te exiliaste y te hiciste peregrina para ser bendecida, sí, pero entre todas las mujeres, primera discípula de tu Hijo, madre de Dios con nosotros. Ayúdanos a permanecer siempre con y entre la gente, levadura en la masa de una humanidad que invoca la justicia y la esperanza. Inmaculada, señora de infinita belleza, cuida de esta ciudad y de esta Humanidad. Muéstrale a Jesús, llévale a Jesús y preséntala a Jesús».
comentarios
tracking

Compartir

Herramientas