La depresión y la ansiedad ha crecido en los últimos años

Iciar Palacios Leal, psicóloga

Iciar Palacios Leal

«Vivimos en una época en la que nada es suficiente, hay muchas exigencias y poca comprensión»

La psicóloga Iciar Palacios Leal da las claves para diferenciar la conducta típica de un adolescente del que tiene un trastorno de salud mental

Según la Organización Mundial de la Salud, en el mundo, una de cada siete personas jóvenes de 10 a 19 años padece algún trastorno mental y casi 3 millones de personas tienen un diagnóstico de depresión en España, lo que la convierte en la enfermedad mental más prevalente en nuestro país, según el informe de Fundamed (2021). Además, las cifras asustan: el informe anual de la Fundación Anar (2020) revelaba el incremento de problemas psicológicos como la ideación suicida (+244,1 %), la ansiedad (+280,6 %), la baja autoestima (+212,3 %), la depresión/tristeza (+87,7 %), los trastornos de alimentación (826,3 %), las autolesiones (+246,2 %), la agresividad (+124,5 %) y el duelo (+24,5 %) en niños/as y adolescentes.
La psicóloga experta en depresión, autolesiones e ideación suicida en jóvenes, Iciar Palacios Leal explica cómo entender al adolescente y los mecanismos para superar estos problemas de salud mental.
– ¿Cómo se puede saber la diferencia entre el típico adolescente malhumorado y un trastorno de salud mental?
Existen unos criterios diagnósticos recogidos en un manual creado por la comunidad científica, el DSM-5, sin embargo, estos criterios son orientativos, ya que ante un mismo trastorno mental se pueden manifestar síntomas muy distintos.
La adolescencia es un periodo del ciclo vital en el que se experimentan numerosos cambios a nivel biológico, psicológico, social y sexual. Estos cambios muchas veces pueden derivar en trastornos de salud mental. Sin embargo, hay que tener en cuenta las características comunes de la adolescencia y estar muy pendiente a las señales de alerta como pueden ser:
  • Cambios en la alimentación: dejan de comer, o por el contrario comen de manera compulsiva, lo que genera un aumento o disminución de peso de forma repentina.
  • Cambios en los patrones de sueño: no puedan dormir o duermen la mayor parte del día.
  • Perdida de interés sobre actividades que antes les gustaban. No es lo mismo, que, por ejemplo, antes le gustase montar a caballo y que lo cambie por salir de fiesta con sus amigos (o que dedique menos tiempo, o que incluso deje de gustarle), a que no disfrute con nada.
  • Que no salga de casa, se aísle, abandonado viejas amistades o grupos de amigos
  • Hablar sobre desaparecer o hacerse daño así mismo.
  • Hablar sobre desesperanza o sobre inutilidad.
  • Estar irritado y con mal humor o triste.
No por cumplir alguna de estos criterios supone que el adolescente tenga un problema de salud mental. Si se sospecha que puede estar padeciendo una depresión, siempre podemos pedir ayuda a un profesional para que le evalúen y pueda recibir la atención que necesite.
–¿Muchos padres se preguntan por qué ahora sus hijos tienen depresión, ¿en qué ha cambiado la sociedad?
–Actualmente, estamos viviendo muchos cambios a nivel sociocultural. Hemos vivido una pandemia, guerras, crisis económica… Todo ello ha dado voz a la salud mental. Antiguamente, era un tema tabú, y quien iba al psicólogo estaba considerado «loco». Actualmente esto ha cambiado. No es que antes hubiera más o menos personas con enfermedades mentales, es que no tenían tanta visibilidad ni aceptación social.
Por otro lado, es innegable que la pandemia es un factor precipitante de muchas enfermedades debido al aislamiento social, a convivir con horas de aburrimiento, sin nada que hacer, en contacto con nosotros mismos, por la incertidumbre de la situación y no saber cuándo acabará. Ante esta situación, los jóvenes han sido los más perjudicados ya que, la adolescencia es una etapa en la que se desarrollan herramientas y estrategias para enfrentarse al mundo y relacionarse con los otros y con nosotros mismos. La pandemia interrumpió este proceso, generando que su única herramienta de comunicación fueran las redes sociales.

Las redes sociales muestran una falsa imagen de la realidad, mostrando unos ideales inalcanzables

Las nuevas tecnologías también son un factor muy importante a tener en cuenta en el desarrollo de enfermedades mentales. Esto se debe a que las redes sociales muestran una falsa imagen de la realidad, mostrando unos ideales inalcanzables. Esta distorsión de la realidad afecta directamente a la imagen y al autoconcepto que tenemos sobre nosotros mismos. Por otro lado, el internet es muy útil para muchas cosas; permite tener el conocimiento al alcance de la mano, sin embargo, esto se puede convertir en un arma de doble filo, ya que, también pone a nuestro alcance información que puede generar hábitos dañinos.
Vivimos en una época en el que nada es suficiente, hay muchas exigencias y poca comprensión. Mucha crítica y poca autocrítica. Mucha información y poco conocimiento. Mucha culpa y poca responsabilidad. Todo ello genera mucha incertidumbre y frustración a los jóvenes, las cuales no hemos enseñado a gestionar.
–¿Se puede superar la depresión sin ir al psicólogo? ¿Qué debe de aportar esta figura en el tratamiento?
–En términos generales, no se suele superar la depresión sin ayuda de un profesional, sin embargo, depende de las herramientas y los factores de protección de las que dispone la persona. Por lo general, las personas no saben cómo ayudar o acompañar a los que sufren, principalmente por falta de entendimiento. Suelen decir comentarios como «no estés triste», «piensa en positivo», «venga, que puedes con esto» «lo tienes todo» etc. Al no percibir mejorías les genera desesperanza y frustración, además de agotamiento emocional, por lo que terminan por desistir o incluso alejarse.
Los psicólogos, sin embargo, estamos entrenados y tenemos la formación para ayudarles. Favorecemos un espacio sin juicios, en el que se sientan entendidos y puedan expresarse libremente sin miedo a ser abandonados o herir a otras personas y en el que no presionamos para que se encuentren mejor. Aportamos seguridad, empatía y comprensión por lo que están viviendo. Actuamos como guías y nos adaptamos a los ritmos y circunstancias de la persona. Además, ayudamos a que entiendan por lo que están pasando y a desarrollar herramientas y estrategias que le permitan ir superando obstáculos , haciéndoles agentes de su propio cambio.
–¿Cuándo es necesario acudir al psiquiatra?
–La psiquiatría es una disciplina muy estigmatizada ya que hoy en día se sigue considerando que las personas que acuden a un psiquiatra «están locas» o tienen problemas muy graves. Por ello, muchas veces nos mostramos reticentes a acudir a un especialista o a tomar medicación. Sin embargo, cuando padecemos de una enfermedad mental, sea cual sea, se producen cambios a nivel neurofisiológico que producen cambios a nivel emocional, cognitivo y conductual por lo que la figura de los psiquiatras puede ser de mucha ayuda.
Los psicólogos trabajamos mano a mano con ellos y solemos derivarles cuando la persona está experimentando una sintomatología que les genera un nivel alto de sufrimiento y que les incapacita en su vida diaria. La medicación es un complemento de la terapia, pero nunca un sustituto.
Pongamos un ejemplo, si un atleta profesional tiene una lesión importante que le incapacita a seguir compitiendo, acude al médico para iniciar un proceso de rehabilitación y para que le proporcione medicación para aliviar el dolor. Por el contrario, los psicólogos intervienen sobre el impacto emocional que supone no volver a competir. Ambas disciplinas serían necesarias para garantizar una ayuda completa a esta persona.
–¿Cómo pueden los familiares ayudar a una persona con depresión?
–Convivir con una persona con depresión no es una tarea fácil. Es normal sentirnos perdidos y sin herramientas. Algunas de las cosas que se pueden hacer son:
1. Preguntar qué necesita y cómo se le puede ayudar.
2. Estar atento a las señales de alarma comentadas anteriormente.
3. Estar ahí sin tratar de hacerle sentir mejor. Muchas veces las palabras sobran.
4. Escucha a la persona y muestra comprensión.
5. Tener paciencia y no presionar para que se sienta mejor.
6. Ayudarle a buscar ayuda de un profesional.
7. Entender que quien habla no es él, es su sufrimiento y que sus malas contestaciones no implican una falta de afecto.

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