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25 de abril de 2024

Estragos del tsunami de Tonga en la isla de Tongatapu

Estragos del tsunami de Tonga en la isla de TongatapuAFP

Volcán de Tonga

El superviviente del tsunami de Tonga que estuvo 24 horas nadando

Lisala Folau, un jubilado discapacitado, se desplazó entre varias islas antes de ser rescatado

El devastador tsunami originado el reino polinesio de Tonga ha dejado al país incomunicado a causa del desastre. Mientras las ayudas humanitarias comienzan a llegar y la ONU intenta obtener un balance completo de su impacto, comienzan también a trascender las primeras vivencias de los afectados.
Una de ellas ha sido la de Lisala Folau, un hombre que fue arrastrado por el tsunami y que, en pleno caos, nadó entre islas durante más de 24 horas antes de ser rescatado.
Folau, un carpintero discapacitado jubilado, relató en la emisora de radio tongana Broadcom FM que, tras ser golpeado por una de las olas, nadó y flotó desde su isla de Atata a través de otras dos islas deshabitadas para finalmente llegar a la isla principal de Tongatapu, una distancia total de alrededor de 13 kilómetros.
«La ola pasó por nuestro salón. Mi hermano mayor y un sobrino vinieron en mi ayuda y nos trasladamos a otra parte de la casa cuando una más grande, de no menos de seis metros, llegó», contó. «Las olas venían del oeste, y como nos escondimos en el lado este de la casa, logramos escapar».
Durante la huída, Folau subió a un árbol con su sobrina mientras su hermano corría a buscar ayuda. Cuando hubo una pausa, bajaron, pero justo entonces una ola más grande golpeó. «Cuando esta rompió en tierra justo debajo de nosotros, mi sobrina Elisiva y yo no teníamos nada a lo que agarrarnos y fuimos arrastrados al mar. Eran las 7 de la tarde», contó.
«Flotamos en el mar, simplemente llamándonos el uno al otro. Estaba oscuro y no podíamos vernos. Muy pronto ya no pude escuchar a mi sobrina llamando, pero pude escuchar sí a mi hijo». Folau dijo que en ese momento decidió no responder a su hijo, por temor a que arriesgara su vida para salvarlo. «La verdad es que ningún hijo puede abandonar a su padre. Pero para mí, como padre, guardé silencio porque si le respondía, él saltaría y trataría de rescatarme».

De isla en isla

Folau dijo que pensó que si se aferraba al tronco de un árbol, su familia al menos podría encontrar su cuerpo si moría. «Floté y quedé en tierra al este de la isla de Toketoke». Horas más tarde, en un momento de la mañana del domingo vio un bote patrullero de la policía que se dirigía a la isla de Atata. «Agarré un trapo y saludé, pero el bote no me vio».
Finalmente, Folau intentó llegar a la isla de Polo'a, saliendo alrededor de las 10 de la mañana y llegando cerca de las 6 de la tarde del domingo. «Llamé y grité pidiendo ayuda, pero no había nadie allí». Después, se centró en su siguiente movimiento: llegar a Mui’i Sopu, en el extremo occidental de la capital Nuku'alofa.
«Estaba pensando en mi hermana en Hofoa, que sufre de diabetes y mi hija menor, que tiene problemas cardíacos. Todo esto corría por mi mente». Alrededor de las 21h, Folau arribó a una casa en Sopu y llegó después al final de una carretera pública sellada con alquitrán. Allí, finalmente, fue recogido por un conductor que pasaba, que lo llevó a su casa.

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