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18 de mayo de 2024

Es recomendable que las persianas de seguridad se queden totalmente bajadas

Al contrario de lo que muchos creen, la presencia de persianas en España no tiene que ver con las horas de sol

Curiosidades

¿Por qué hay tantas persianas en España y por qué apenas se utilizan en el resto de Europa?

Al contrario de lo que la mayoría cree, España no es el país de las persianas por excelencia debido a las horas de sol

Si hay algo que los españoles echan de menos cuando viajan fuera de su país son las persianas. No hay casas en España sin este elemento, imprescindible para obtener privacidad y poder dormir a pierna suelta sin que la luz matutina nos perturbe. Sin embargo, parecen ser casi exclusivas de nuestra nación.
Cuando viajamos más allá de nuestras fronteras, podemos comprobar que las persianas son elementos extraños en otros países. En su lugar podemos encontrar cortinas tupidas, gruesas y pesadas, que no son tan efectivas como las persianas españolas. ¿Y por qué sucede esto?
Al contrario de lo que muchos creen, la presencia de persianas en los hogares españoles no solo tiene que ver con la cantidad de luz solar que recibimos a lo largo del día, sino que existe una explicación cultural.

Las persianas tienen un origen árabe

Según la experta en interiorismo holandesa, Caroline Jurgens ha explicado a El País, la llegada de las persianas a España tiene su origen en la invasión de los musulmanes de la Península Ibérica. Durante la ocupación se impuso la religión islámica, con creencias muy pudorosas y protectoras.
Los países árabes son calurosos y sus casas necesitan estar ventiladas pero, a la vez, protegidas de las miradas del exterior. Es por ello que se idearon las persianas como un elemento que impidiera la observación del hogar desde el exterior pero que permitiera entrar el aire. De hecho, el término persiana, y su invento, procede de Oriente Medio, concretamente de la antigua Persia.
Nuestro legado andalusí contrasta con las costumbres calvinistas de los países protestantes centroeuropeos. En estos países, la costumbre era abrir las casas, demostrar que no había nada que esconder, «no tener miedo a enseñar si eres pobre o rico», explica Jurgens.
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