Infografía cómica basada en los resultados del estudio de Berenberg Research
La generación Z ya no se emborracha: «¿Me pones una kombucha de maracuyá?»
Los jóvenes entre 18 y 30 años están transformando el ocio cambiando el chupito por el smoothie de avena, el botellón por el gimnasio y la resaca por la ansiedad
Es viernes noche en Ciudad Universitaria, en el distrito de Moncloa. Una fiesta, una de muchas, con estudiantes bailando entre luces LED, reguetón suave y vasos de plástico. Alguien le pide al camarero en la barra: «¿Me pones una kombucha de maracuyá?». Nadie se ríe, nadie lo juzga. Así es la Generación Z: menos chupitos, más skincare routines.
Esta nueva ola de jóvenes entre 18 y 30 años está dejando atrás las borracheras y las resacas, simplemente porque no los necesitan para pasarlo bien y olvidar sus penas, que no son pocas. Entre salud mental y el bienestar, el postureo digital y una economía que no da para copas caras, están reescribiendo las reglas del ocio. ¿Qué ha pasado con «la última y nos vamos» y el desmadre que sigue al «hoy salimos de tranquis»?
El alcohol sigue siendo la droga preferida de los españoles seguida del tabaco y el cannabis, pero ahora los botellones están en declive. El estudio 'EDADES 2024: Encuesta sobre alcohol y otras drogas en España (edades) 1995-2024' realizado por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones afirma que hay más conciencia sobre el alcohol en las generaciones más jóvenes, sobre todo en mujeres más que en hombres.
Más de la mitad de los menores de 30 años en España afirma haber disminuido su ingesta de alcohol según el estudio sobre percepción y hábitos de consumo de bebidas con alcohol entre los jóvenes españoles en 2023, elaborado por 40dB, la agencia de investigación de grupo Prisa. Además, otro estudio de Berenberg Research indica que los jóvenes de esta generación consumen un 20 % menos de alcohol que los milénials a su misma edad, que a su vez beben menos que la Generación X y los boomers.
Camarero, ¡un chupito de conciencia, por favor!
«¡Salud!» es lo que se dice al brindar. «Por salud» es lo que dicen los zetas para no beber. Aunque para Raquel, 24 años, estudiante de Ingeniería Industrial en la Universidad Politécnica de Valencia, la clave está en madurar: «Pienso en lo que hacía cuando salía en primero de carrera y me da vergüenza ajena. Ahora me pongo el pijama a las diez de la noche y me tomo un té verde con mi compañera de piso. Muchas veces no tenemos muchas ganas, ni nos planteamos salir». Para Javier, 27, traductor editorial autónomo, el cambio fue de prioridades: «Entre el alquiler que pago con ayuda de mis padres, los trabajos precarios y que soy muy viajero, las copas carísimas y los reservados no entran en mi presupuesto».
Carlota, 23 años, asalariada temporal en la COPE, menciona la presión social invertida: «En mi grupo, lo raro es beber. Somos muy healthy y más de salir a cenar Poke que de gastarnos 50 euros una noche en Pachá». Y para Ainhoa, 21 años, estudiante de Ingeniería Biomédica en la Universidad CEU San Pablo: «Antes pensaba que beber era parte de socializar, pero ahora valoro más estar presente y cuidar mi salud mental».
La Generación Z no solo está más sobria, también llora más. Por primera vez, las mujeres de entre 15 y 34 años sufren un mayor riesgo de suicidio que los hombres, y los trastornos de ansiedad, depresión e insomnio acompañan a los jóvenes en su día a día, junto con Spotify Premium y el miedo al futuro. Y aunque la cerveza sea conocida como la quitapenas por excelencia, apenas el 5 % la utilizan para ese fin. Todavía menos si se trata de emborracharse porque sí. El alcohol sigue siendo el mejor amigo de las fiestas, pero embriagarse ya no sienta tan bien como antes.
Desinhibirse para socializar ya no es una opción
Los bares siguen siendo el punto de encuentro y socialización de jóvenes y mayores, eso está claro. Son lugares de reunión con amigos, de relajación y desconexión tras un largo día de trabajo o de celebración. Hemos integrado tanto acudir a estos establecimientos que se han convertido en parte de nuestra vida cotidiana y de nuestra cultura, que se ha bautizado como la «cultura de bares». En España hay un bar por cada 130 habitantes, con un total de aproximadamente 350.000 bares. De hecho, solo el 0,3 % de la población española vive en un municipio que no tiene bar según el informe 'La Dimensión Social de la Hostelería publicado en 2022' por la Asociación de directoras y gerentes de servicios sociales de España.
Antes, la mayoría de los jóvenes no concebía socializar sin tomarse una cerveza o un vino, y mucho menos salir de fiesta. «Yo es que si no me emborracho no me divierto» o «si no vamos a beber no salgo» eran algunas de las frases más típicas que han escuchado los zeta en su adolescencia. «Bailar, reírse y pasar un buen rato, no se contemplaba si no era pillándose un pedo», matizaba Raquel, la estudiante de ingeniería valenciana. De hecho, si en la discoteca se encontraban con alguien que no bebía, las caras de asombro eran inmediatas, seguidas del típico comentario «buah, no sé cómo puedes, yo soy incapaz». Pero este tipo de conductas están cambiando drásticamente, cada vez son más los jóvenes que beben muy poco o nada cuando salen.
The Blue Dolphin, una tienda de bebidas sin alcohol, ha generado una tendencia al alza del mindful drinking o «sobrios curiosos», cuyo comportamiento hacia el alcohol se basa en «cuestionar cada impulso, invitación y expectativa de tomarse una copa» y no hacerlo por la cultura dominante del consumo de alcohol. Por otro lado, existe el «bebedor mindful» que es aquel que cuida meticulosamente la cantidad de alcohol que consume pudiendo disfrutar sin perjudicar su imagen ni su salud.
Se puede decir que «la cultura de bares» ha sido sustituida por «el culto al cuerpo». La hiperconsciencia sobre los perjuicios del alcohol sobre la salud ha llevado al aumento de locales que ofrecen alternativas y que permiten socializar sin la necesidad de consumir esta droga, dando lugar a una amplia oferta de cervezas, vinos y cócteles sin alcohol, los mocktails, e incluso opciones más saludables como la kombucha.
La influencia de los 'influencers'
En esta tendencia actual a la sobriedad de los jóvenes, juegan un papel fundamental las redes sociales. Los perfiles de creadores de contenido fitness, se están abriendo camino en las diferentes plataformas, principalmente Instagram y TikTok, aunque muy seguidas de YouTube, donde hay cada vez más influ fits. Un estilo de vida saludable, basado en el ejercicio, una buena alimentación y el culto al cuerpo, están haciendo que cada vez, sean más los jóvenes que quieran llevar este estilo de vida saludable. Y el alcohol no está incluido en esas rutinas de glúteos, cuádriceps y smoothies de avena.
La alimentación natural promovida por la influ fit, Paula Monreal y el autocuidado de Sara Baceiredo, a través de recetas rápidas y sencillas o rutinas de ejercicio para todos los niveles, se hacen con un objetivo principal: cuidar el cuerpo por dentro y por fuera. El mantra de estos gurús del fitness es simple: «el cuerpo es un templo». Cada vez más jóvenes van al gimnasio y siguen rutinas de entrenamiento y una buena alimentación. Las redes sociales son un escaparate de nuestra vida, y Irene Mercury, creadora de contenido en YouTube e Instagram, explica que «la posibilidad de que todo puede ser grabado y difundido, ha hecho que seamos más prudentes sobre qué compartir, ya que puede evitar situaciones de 'tierra trágame' que te lleven a perder el control, como pueden ser una noche en la que hay alguna copa de más».
Mientras en países como Reino Unido o Australia la sobriedad ya tiene campañas con nombre propio, Dry January y Sober October, respectivamente, en España seguimos confiando en la fuerza de voluntad y en el ibuprofeno del día después. Pero algo está cambiando. Puede que la Generación Z sea más consciente de los perjuicios que causa el alcohol a su salud o solo siguen una moda pasajera de TikTok. Como dice Carlota, joven empleada en el departamento digital en COPE: «La Generación Z nos hemos dado cuenta de que se ha idealizado el alcohol durante años… y tampoco es para tanto».