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¿Plantar árboles ayuda realmente al clima? Los riesgos ocultos de la reforestación masiva

Aunque esta medida lleva años utilizándose para plantar cara al cambio climático, de no hacerlo como es debido puede poner en riesgo el sistema alimentario mundial y la biodiversidad global

Plantar árboles se ha erigido desde hace años como una de las soluciones favoritas por las diferentes instituciones y empresas para paliar las consecuencias del cambio climático o para que actúen contra las islas de calor, fenómeno meteorológico que ocurre en áreas urbanas, donde la temperatura es significativamente más alta que en las zonas rurales o suburbanas adyacentes.

Sin embargo, la efectividad de esta práctica se ha puesto en duda en más de una ocasión. Y es que, aunque los beneficios de la reforestación son múltiples, también existen desventajas, como el hecho de que se pone en riesgo el sistema alimentario mundial y la biodiversidad global.

La plantación de árboles puede generar un triple beneficio: por un lado, ofrece medios de subsistencia, captura y almacena dióxido de carbono y fortalece la salud de los ecosistemas. Pero para llegar a ello, los proyectos han de hacerse bien, ya que plantar árboles en los lugares equivocados puede acelerar la extinción de los ecosistemas.

Durante años, la reforestación fue presentada por muchos expertos ecologistas como una solución casi infalible. Siguiendo esa idea, gobiernos y organizaciones de todo el mundo han impulsado campañas masivas de plantación de árboles para combatir el calentamiento global.

No obstante, esta práctica conlleva efectos negativos, como la pérdida de biodiversidad, ya que plantar una sola especie puede desplazar a las autóctonas y reducir la diversidad de flora y fauna. Además, implica un cambio en el uso del suelo, reemplazando a menudo ecosistemas valiosos como praderas, humedales o tierras agrícolas, lo que altera su equilibrio ecológico y funcionalidad económica. También puede afectar gravemente los recursos hídricos, especialmente cuando se plantan especies como el eucalipto o el pino, que consumen grandes cantidades de agua y pueden alterar acuíferos locales.

A esto se suma la emisión de compuestos nocivos por parte de ciertas especies, que modifican la química del suelo e impiden el crecimiento de otras plantas mediante efectos alelopáticos. Otro riesgo importante es el aumento de incendios forestales, ya que los bosques de rápido crecimiento tienden a acumular más materia seca y combustible. Finalmente, existe la posibilidad de sobreestimar el secuestro de carbono si no se tienen en cuenta factores como el albedo o las características del suelo, lo que puede llevar a decisiones erróneas en políticas de mitigación climática.

Un estudio publicado en Nature Communications ahonda en estos factores negativos y revela que la plantación indiscriminada de árboles podría producir precisamente el efecto contrario y estaría contribuyendo a calentar el planeta. Tal y como exponen los investigadores, la presencia de demasiados árboles en una misma zona hace que la superficie terrestre refleje menos luz solar y, por ende, el planeta absorba más calor.

Restaurar la cubierta arbórea puede alterar el albedo —la cantidad de radiación solar reflejada por la superficie terrestre—, lo que influye significativamente en el clima. Aunque esta hipótesis ya existía, es la primera vez que se describe con claridad gracias a nuevas herramientas como mapas detallados. Los investigadores descubrieron que ignorar el albedo llevó a sobrestimar los beneficios climáticos de la reforestación entre un 20 % y un 80 %. Además, estos mapas permiten identificar las zonas donde la plantación de árboles tendría un impacto climático positivo real, ya que en muchos casos el cambio en el albedo puede contrarrestar e incluso anular la captura de carbono, afectando negativamente al balance climático.

Naciones Unidas también alertó en un estudio que, de plantarse la masa forestal necesaria para paliar niveles significativos de dióxido de carbono, «podría entrar en conflicto con los esfuerzos para producir alimentos para una población en crecimiento y ejercer una presión adicional sobre las especies animales y vegetales». De esta forma, los expertos recalcan que sería necesario plantar árboles con un orden, en los lugares acertados y, sobre todo, mantener sanos los bosques existentes para que sigan actuando como «sumideros» de carbono.

Reforestaciones controvertidas

Un caso cercano de plantación de árboles que han perjudicado al medio la tenemos en el norte de España, mayormente en Galicia y Asturias. En estas regiones se ha apostado desde mediados del siglo pasado por el eucalipto, una especie que, defienden algunos, tiene un rápido crecimiento, genera riqueza y absorbe carbono. Sin embargo, sus detractores destacan que no es una especie autóctona y, por tanto, tiene un importante impacto ambiental en los bosques españoles.

Pedro Álvarez, catedrático de ingeniería agroforestal en la Universidad de Oviedo, advierte a este medio sobre sus impactos negativos en los ecosistemas, como la alteración de los regímenes hidrológicos y la liberación de compuestos que afectan la calidad del suelo y la biodiversidad. Según Álvarez, estos árboles producen menos hojarasca y nutrientes que las especies autóctonas, lo que empobrece el suelo y lo vuelve más tóxico. Además, ejercen efectos alelopáticos que dificultan el crecimiento de otras especies, reduciendo drásticamente la diversidad biológica, incluida la de aves y murciélagos.

Por otro lado, Francisco Javier Manrique, decano territorial del Colegio de Ingenieros Técnicos Forestales de Cantabria, explica a El Debate que el eucalipto es un cultivo forestal que produce «un beneficio para el propietario y la industria» y que es «absolutamente necesario y no se puede prescindir de él». Recuerda que lleva ya con nosotros casi siglo y medio y apunta a que la posibilidad de que ejerza de especie invasora es «mínima».

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